Capítulo 31

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Maratón 1/2

Nunca me han gustado las cenas familiares. Creo que ha sido así desde que soy una niña, siempre preferí evitarlas, aunque no muchas veces conseguí hacerlo. Y no es que hubiese un motivo demasiado grande para preferir estar en cualquier otro sitio que cenando con mis padres y hermanos, es simplemente que una parte de mí no se sentía del todo cómoda estando ahí.

Es tan sencillo como eso.

Además del hecho, claro, de que se trataba de la familia Davis Gray, donde las cenas familiares parecían más un interrogatorio en potencia que lo que en realidad eran: una simple cena. El último domingo de cada mes, cuando todavía había personas que ocuparan un lugar en la mesa, solíamos reunirnos en la casa de la tía Sarah, hermana de mi padre, para pasar tiempo de calidad en familia. Y estaba bien, por supuesto, siempre había un ambiente ruidoso que reemplaza el silencio al que estaba acostumbrada, todos se reían y disfrutaban de las charlas amenas, y también de las travesuras de los hijos de Sarah, Harry y Edward, que para ese entonces apenas eran unos niños. Todo iba bien hasta que empezaban las preguntas, las respuestas evasivas y todo se volvía tenso y sentía que podía hacerme una con la silla, teniendo un nudo en el estómago, sintiendo que me ahogaba. Y así era cada año, con el tiempo se volvió un poco peor, un poco más asfixiante hasta que, bueno, ya no tuve que soportarlo más. Todo acabó. Se acabaron las reuniones, las cenas y las risas en familia, después de la muerte de papá todos nos distanciamos. Con su muerte algo en nosotros también murió. Se rompió.

Por un momento, creí que me sentiría aliviada de no tener que ir más a esas dichosas cenas, que descansaría de tanto ruido, pero en realidad al principio solo sentí un extraño vacío en el pecho, y luego... nada.

Realmente pensé que nunca volvería a sentirme de ese modo; con el estómago revuelto y con unas terribles ganas de ponerme de pie y salir corriendo por la puerta..., pero ¡oh, sorpresa! Era justo así como me sentía ahora, solo que por un motivo diferente, una situación completamente distinta. El silencio inunda el ambiente, tan tirante e intenso, tan desagradablemente incómodo.

Casi me hace extrañar el ruido de mi familia. 

Hacía veinte minutos que habían servido la cena, al principio la cosa no había ido tan mal, la madre de Axel se había encargado de hacer las presentaciones y de mantener una conversación durante los primeros minutos, Elena, la mujer que llegó del brazo del señor Keller, y que ahora sabía que era su esposa, era quien se veía más animada parloteando acerca de cualquier cosa, Ashton solo había hablado para mencionar lo deliciosa que estaban las albóndigas y su padre de vez en cuando asentía con la cabeza manteniendo una expresión seria en el rostro.

Mi participación en la conversación tampoco había sido muy relevante, contestaba las preguntas que me hacía Alice -intuía que solo las hacía para que no me sintiera excluida- y me limitaba a sonreírle a ella o Elena cada vez que me miraban. Axel, por otro lado, había preferido mantenerse en silencio. Todo había ido medianamente bien hasta hace diez minutos, cuando a ambas mujeres se les acabaron los temas sobre los que hablar y había reinado el silencio.

Cada uno estaba concentrado en su plato, a excepción de Ashton que ya había terminado y usaba su móvil. Mi mano se movía inquieta sobre mi pierna mientras que con la otra me llevaba el vaso a los labios, esperando a que alguien dijese algo.

Entonces, Marcus Keller se aclaró la garganta rompiendo el silencio.

—Ashton —Su hijo levantó la vista de su teléfono y lo miró—. ¿Podrías dejar eso un minuto? Hay algo importante que quiero decirles.

Ashton se encogió de hombros, guardándose el móvil-. Adelante.

El hombre volvió a aclararse la garganta pareciendo nervioso. Toda la atención estaba puesta sobre él, incluso Axel había levantado la vista de su comida y estaba mirándolo, creo que era la primera vez en toda la noche que sus ojos se posaban en su padre.

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