"El gran arte de la vida es sentir; sentir que existimos, incluso cuando nos duela".
Lord Byron
Axel KellerCuando salí a buscar a Ashton esta noche, lo último en lo que pensé fue en terminar en una situación como está una vez más. Al parecer, encontrarme con esta chica se estaba convirtiendo en una costumbre en mi vida.
Una que extrañamente no me disgustaba.
Sus grandes ojos grises me observaban esperando una respuesta, pero mi mente estaba distraída pensando en ciertas cosas que reservo para mí. Tomo mi tiempo detallando sus facciones, mi mirada viaja desde sus ojos hasta una de sus manos donde sostiene el gas pimienta con el que pensaba atacarme.
Sonrío. Una chica lista.
Recuerdo rápidamente las preguntas que hizo hace unos minutos y es casi imposible que mi sonrisa no crezca, por lo que muerdo un poco mi labio inferior tratando de disimularla.
¿Acosarla?
—¿Insinúas que estoy acosándote? —suelto después de unos segundos.
—Es lo que parece —se encoge de hombros manteniendo el contacto visual.
Fácilmente podría estar acosándola, pero este no es el caso. No soy yo quien ha estado juntando nuestras vidas.
—Si estuviera acosándote, cosa que no hago, ¿crees que dejaría que te dieras cuenta? —cuestiono—, eso no sería muy acosador de mi parte.
Después de decir aquello, moví mi cuerpo hacia la barandilla del puente y apoyé la espalda contra el, introduje mis manos dentro de los bolsillos de la cazadora que llevaba puesta y mantuve mi mirada en aquella chica. Desde esta posición, vi como el agarre de su mano, donde estaba el gas pimienta, se hacía más fuerte.
—No estoy acosándote, bonita —repetí—. Puedes estar tranquila, no pienso seguirte hasta tu casa esta noche.
A menos que tú lo pidas. Pienso
—Esa sería la menor de mis preocupaciones en este momento —musitó girando su cuerpo hasta quedar frente a mí.
Verla de pie allí a solo unos pasos de distancia me hizo recordar la pregunta que ha estado dando vueltas en mi cabeza desde la última vez que la vi.
—¿Cuál es tu nombre? —cuestiono mientras la observo recostarse en el otro extremo del barandal.
—¿Por qué quieres saberlo? —levanta su mirada del suelo y la posa en mis ojos.
Buena pregunta, Axel. ¿Por qué quieres saberlo?.
—Curiosidad —respondo encogiéndome de hombros.
Sonríe como si no creyera en mis palabras, pasa una de sus manos por su cabello castaño y vuelve su mirada al suelo antes de decir:
—Si no te lo dije aquella vez en el cementerio, ¿Qué te hace pensar que te lo diré ahora? —cuestiona sin observarme—. Lo siento, pero no pienso saciar tu curiosidad.
La miro sorprendido, definitivamente no esperaba esa respuesta.
—Está bien, no lo digas —sentencio sacando una de mis manos del bolsillo de la chaqueta y pasándola por mi cabello—. En algún momento lo sabré.
—Lo dices como si estuvieras seguro de que nos volveremos a ver —comenta.
—Créeme, esta no será la última vez que nos veamos, estoy seguro de eso —aseguro clavando mi mirada en su perfil.
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La lista de los Corazones Rotos
Ficțiune adolescenți«Porque incluso, una persona rota y lastimada nos puede enseñar a vivir con las heridas, mostrándonos la forma de encontrar los pedazos de un corazón roto» Una lista sería la encargada de colisionar sus mundos y lo que comenzó como un simple juego t...