He pasado los últimos diez minutos debatiéndome entre si tocar la puerta o dar un paso hacia atrás y salir del edificio. Mi lado más sensato me dice a gritos que lo mejor es que me vaya y deje las cosas estar. Sin complicarlas de más. Pero sigo clavada en el pasillo, incapaz de moverme. Indecisa. Muerta de nervios por haber sido tan impulsiva y venir a su departamento. Me retuerzo los dedos.
Venga, Ellen, que ya estás aquí. Solo toca la maldita puerta.
Inspiré profundo.
Hice acoplo de toda mi valentía y di un paso hacia delante, mis nudillos tocaron la puerta tres veces. Pasaron diez segundos antes de que esta se abriera y la imagen de un Axel con el cabello revuelto y el rostro pálido se apoderara de mi campo de visión. Sus ojos se llenaron de sorpresa cuando dieron con los míos.
—Hola —me escuché susurrar.
Él abrió la boca, pero rápidamente volvió a cerrarla como si no supiera que decir. Sus ojos no se despegaron de los míos.
—¿Puedo pasar? —le pregunté, cauteloso. Él pareció salir de su aturdimiento y se hizo a un lado.
Escuché la puerta cerrarse cuando llegué al salón. Sentí sus pasos detrás de mí, mientras le echaba un vistazo al lugar; estaba hecho un desastre, había sobras de comida y bolsas tiradas en la cocina, ropa en el piso de la sala y hojas de papel regadas. Ledée la cabeza cuando me fijé en unas manchas de colores; rosa, verde y amarillo ¿Acaso... acaso era pintura?
—Perdona el desorden, no esperaba visitas —Me giré cuando escuché su voz. Lo pille tratado de ocultar las cajas de comida que estaban sobre el mesón.
Presioné los labios intentando no reírme.
—Deberías ver mi habitación —Me crucé de brazos, divertida. Un atisbo de sonrisa apareció en sus labios.
—Tengo un buen recuerdo de tu habitación.
—No imagino cual puede ser —Me hice la desentendida.
Pero estaba claro que él no lo iba a dejar estar. Aparte la mirada cuando vi su sonrisa pícara. Eso lo hizo reír.
—Ni siquiera lo menciones.
—¿Mencionar que? —El tono burlón de su voz era evidente.
—Eres un inmaduro, ¿lo sabias?
—Uno con muy buena memoria, quiero decir, ¿Cómo podría olvidar ese lindo sujetador rosa, uh?
Sabía que sonreía incluso antes de verle.
—Ni siquiera voy a preguntar por qué aún lo recuerdas —le dije mientras que, inconscientemente, daba un paso más cerca de él.
Axel se apoyó contra la pared, cruzó sus brazos por debajo del pecho y me dedico una media sonrisa. El aire se atoró en mis pulmones. Maldición. Las profundas ojeras que había debajo de sus ojos delatan lo poco que había dormido y el semblante un poco cansado y apagado solo confirmaba lo mal que la había pasado esta última semana, y sin embargo..., sin embargo, me seguía pareciendo igual de guapo que cualquier otro día. Lo miré un poco más de la cuenta, y él hico lo mismo conmigo. Nos mantuvimos en silencio un par de minutos, solo observándonos, perdiéndonos un poco más en la mirada del otro.
Hasta que me aclaré la garganta y me obligué a apartar los ojos de él.
—¿Cómo estás?
Pero el ignoró mi pregunta y en cambio dijo:
—¿Qué haces aquí? —enarqué una de mis cejas y él se apresuró a decir—. Lo siento, no quería que sonara de ese modo, solo creo que es raro que estes aquí.
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La lista de los Corazones Rotos
Teen Fiction«Porque incluso, una persona rota y lastimada nos puede enseñar a vivir con las heridas, mostrándonos la forma de encontrar los pedazos de un corazón roto» Una lista sería la encargada de colisionar sus mundos y lo que comenzó como un simple juego t...