DOBLE CAPÍTULO HOY. No olviden leer el siguiente que ya está publicado.
El medicamento me ayudó a controlarme con bastante efectividad, tanto que un par de días después me encontraba sin fiebre y cansancio. Si las cosas seguían avanzando al mismo ritmo me encontraría recuperado antes del viernes. Una gran noticia teniendo en cuenta el trabajo acumulado. No podía pasármela holgazaneando por muchos días, aunque casi se olvidé de mi responsabilidad cuando Pao apareció en mi habitación. ¿Podemos hablar de lo buena que era conmigo? Claro que podemos, es mi historia. Casi sentí pena de ponerme bien porque se me acabarían las excusas para tenerla cerca. Una aclaración, no quería que hiciera nada por mí, odiaba que la gente perdiera su tiempo por mi culpa, solo disfrutar de su compañía con aquel argumento. Egoísmo, quizás.
—¿Cómo amaneciste hoy? —me saludó abriendo la puerta, cargaba una mochila que dejó con cuidado sobre la cómoda antes de estudiarme.
—Mucho mejor. Creo que eres una gran enfermera —reconocí en agradecimiento.
—Me alegra oírlo... Por cierto, te he traído algo —soltó sin contenerse, como si hubiera contado los minutos para liberarlo de su pecho. No escondí la sorpresa, sin esperar nada ese día mi curiosidad se avivó.
Pao me dedicó una sonrisa emocionada sentándose a mi lado, ni siquiera se percató de que sus dedos rozaron mi brazo. Yo sí lo hice, en realidad, me quedé como un imbécil contemplando sus gestos mientras buscaba algo en su celular, repliqué su sonrisa cuando casi me atrapó.
—Ten —dijo entregándomelo.
—¿Quieres que lo repare? —dudé, alzando una ceja.
—Quiero que veas lo que está en la pantalla —respondió, riéndose de mi tonta teoría.
Obedecí, dirigí mi mirada encontrándome con una imagen que me desconcertó. Tardé un instante en procesarlo. Ella disfrutó de mi expresión, sobre todo cuando me atreví a reproducir el vídeo.
—No te mueras, niño —comenzó Tía Rosy que apareció en la pantalla, con una banda en la cabeza, posiblemente viniera de sus clases de bailoterapia o se tratara de un raro ritual para calentar la cien. Aunque por la música de Marc Anthony de fondo, que apenas me permitía oírla, aposté por la primera opción—. Tú eres el único que me entiende, mi compañero de baile, comprende mi humor, no se aprietas en los planes. Casi, casi, casi, casi mi alma gemela, sino fuera porque tienes la edad de mi hijo —remarcó. No supe cómo sentirme al respecto, así que se me escapó una carcajada.
ESTÁS LEYENDO
El club de los rechazados
RomanceUn inesperado accidente cambió la vida de Emiliano. Abrumado por la soledad decide descargar una aplicación que jura arreglar sus líos amorosos. Funciona. La mujer que ha amado en secreto por años comienza a mostrar interés por él, una buena notici...