Confieso que apenas pude dormir esa noche entre las emociones y la preciosa imagen de Pao durmiendo a mi lado. Tampoco pueden culparme, es que casi parecía un sueño y siendo honesto no quería despertar. Prefería perderme un su rostro angelical, en el largo de sus pestañas, en su nariz de muñeca o su cabello esparcido por la almohada. No entendía cómo coincidimos en la vida y terminó fijándose en mí. Sí, eran muchas preguntas y pocas respuestas, sin embargo, no me torturé con las posibilidades, culpé y agradecí al destino, a la suerte, a Dios, a la vida. Estaba tan feliz que juro que el escenario de quedarme a su lado toda la mañana me pareció una buena opción, pero cuando comenzó a clarear me obligué a abandonar la cama, cuidadoso para no despertarla, decidido a darle una sorpresa.
Claro que de nada me sirvió mantenerme sigiloso durante toda la ducha porque a última hora el tonto cajón se atoró matando la jugada. El ruido bastó para sacarla de su sueño. Contemplé la forma en que arrugó la nariz y se removió perezosa en el colchón. Se me escapó una sonrisa al notar que tras intentar ubicarse, abrió los ojos alarmada al percatarse no estaba en su cuarto. Reí ante su tierna reacción y el sonido le permitió hallarme. Tímida escondió un mechón al encontrarse con mi mirada. Las cosas parecieron empezar a aclararse en su cabeza.
—¿Llevas mucho tiempo despierto? —me preguntó ahogando un bostezo.
—Un rato —acepté. Pao asintió, sintiéndose más en confianza se reacomodó cerrando los ojos tentada a volver a dormir un rato más. Yo no tenía problema, así ganaría tiempo—. ¿Sabes que eres la dormilona más adorable del mundo? —murmuré encantado por su ternura.
Ella arrugó su nariz riendo por el cumplido, dándome una sonrisa de lo más bonita.
—Diré que estoy cansada para justificar soy un poco perezosa —me contó traviesa.
—¿También puedo fingir que estoy orgulloso por eso? —bromeé de vuelta. Ella entrecerró su mirada, reprendiéndome, pero duró poco porque se le escapó una sonrisa—. Tú descansa un rato, guapa, pensaba hacer el desayuno.
A Pao pareció interesarle el comentario, flexionó su codo apoyando su rostro en la palma.
—También eres chef —soltó divertida.
—¿Qué te digo? Lo de anoche no es mi único talento —alegué con una media sonrisa, encogiéndose de hombros, haciéndola sonrojar.
—¿Tú crees que podría darme un baño? —dudó, cambiando de tema
—Claro, guapa —contesté enseguida—. ¿Quieres que...?
—Ni empieces, Emiliano —me interrumpió antes de terminar, conociéndome.
—¿Ni siquiera como simple espectador? —añadí divertido ante su recelo. Ella negó con una sonrisa antes de impulsarse para colocar su palma en mi boca, en esa manía que tenía para mantenerme callado.
—Emiliano...
—Por eso digo que debo hacer el desayuno —declaré haciéndola soltar una adorable risa. Sonreí admirándola. Me gustaba el contraste de emociones que despertaba en mí, igual de puras que intensas.
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El club de los rechazados
RomanceUn inesperado accidente cambió la vida de Emiliano. Abrumado por la soledad decide descargar una aplicación que jura arreglar sus líos amorosos. Funciona. La mujer que ha amado en secreto por años comienza a mostrar interés por él, una buena notici...