Mi Pao.
¡Hola, Emiliano! ❤ Sé que hoy es un día trascendental para ti. Apuesto que ni siquiera pudiste dormir. Yo tampoco. Estoy tan emocionada y orgullosa. No importa como resulte, aunque estoy segura irá bien, sabes que siempre estaré contigo. Emiliano, daría lo que fuera por acompañarte. De todos modos, sabes que lo hago a la distancia porque mi corazón está contigo. Te quiero.
Estaba acostumbrado a cargar solo con mi dolor, miedos e inseguridades. Primero, porque la única persona a mi lado era mamá y no quería agobiarla con más líos, cuando tenía de sobra. Hacía mi mayor esfuerzo por no darle problemas, para hacerla sonreír. Además, tampoco quería ahuyentar a mis pocos amigos con dramas que seguro no les importaban y solo cambiarían la manera en que me veían.
Me sentía mucho más cómodo con la imagen de Emiliano sonriendo, siempre feliz, siempre optimista. Eso es lo que la gente ama. Aunque a veces me sintiera más frágil fingiendo. Después de todo, ¿si el mundo solo ve la parte buena de ti permanecerán a tu lado si te conocieran por completo? La mayoría de las veces no me gustaba la respuesta.
Fue una suerte no tuviera tiempo de ahogarme en inoportunas dudas, porque una voz me situó en la realidad, aunque al caer en cuenta de quién se trataba no fue tan buena noticia.
Hace unas semanas había comenzado a acudir a clases de conducir, y en cuestión teórica acepto me defendía bastante bien. Primero, porque aunque les cueste creerlo no era tan mal estudiante cuando algo me apasionaba. Además, ayudó tuviera práctica gracias a la sabia decisión, nótese el sarcasmo, de mi padre al prestarme varias veces el automóvil cuando aún era menor de edad. Claro, solo para dar la vuelta cerca de casa porque nunca me confió su mayor bien temiendo lo arruinara. Sí, mi padre era una ironía andante.
En resumen, sabía lo básico, pero tampoco sirvió de mucho porque la verdadera razón para acudir a ese lugar fue me enseñaran a manejar un automóvil adaptado. Es decir, uno que no tuviera pedales, sino que el acelerador, embrague y freno se hallaran en el volante así podía controlarlo por completo con las manos.
—Se llegó el día, Emiliano —me saludó la instructora con la misma sonrisa que había mantenido desde el primer día—. ¿Listo? —preguntó entusiasmada. Me pregunté si toda esa alegría vendría de alimentarse de los fracasos de sus alumnos porque conmigo podría darse un festín.
Terminada la parte de ser testigo ahora debía ser yo quien estuviera al mando. Y siendo sincero eso de tener el control de cualquier situación nunca fue mi fuerte, sobre todo cuando quienes amenazaban con arrebatármelo eran las emociones. Esas condenadas siempre me ganaban. Mi padre solía decir que los hombres no debíamos dejar llevar por ellas, que eso nos volvía blancos vulnerables para el mundo y nos arrastraba al desastre, pero aunque me esforzaba no podía ir en contra de mi naturaleza, cuando algo dolía simplemente lo hacía.
—En realidad estaba pensando en hacerme pasar por muerto —confesé mi dilema para que después no la tomara por sorpresa. La noche anterior la pasé inventando excusas para sentirme mejor conmigo mismo—, pero recibí un mensaje de mi novia y terminé animándome.
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El club de los rechazados
RomanceUn inesperado accidente cambió la vida de Emiliano. Abrumado por la soledad decide descargar una aplicación que jura arreglar sus líos amorosos. Funciona. La mujer que ha amado en secreto por años comienza a mostrar interés por él, una buena notici...