Capítulo 18

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—Es lo único que me faltaba

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—Es lo único que me faltaba...

—¿Y a ti qué demonios te pasa? —se quejó mi madre cuando me escuchó maldecir porque la tableta casi terminó en el suelo—. Amaneciste de un humor que no te aguantas ni tú.

—Estoy bien, estoy bien —repetí sin creerlo. Cerré los ojos. Respiré hondo—. Lo siento, en verdad. No es un buen día —me disculpé honesto. Ella no debía pagar por mis errores.

—Pensé que estarías feliz porque hoy saldrías con Pao —comentó no sé con qué intención. Preferí guardarme la respuesta.

Yo no saldría con Pao, solo la acompañaría a conocer al otro idiota. Pero sí, en términos generales, abandonaría la tienda con ella aunque después regresara solo. Eso es mucho peor que nunca haberte marchado.

No entendía por qué me ponía mal. Pao era libre de estar con quien ella quisiera. No tenía derecho de meterme en sus decisiones porque solo éramos amigos. Mi deber era apoyarla. Quizás estaba siendo un poco egoísta al desear que solo pasara tiempo conmigo. Supongo que si la veía feliz con otro lo entendería. Es decir, la lógica me apoyaba, pero el corazón es testarudo. No se rinde tan fácil y se entusiasma con quien es capaz de hacer estragos en él.

Pao definitivamente lo estaba logrando sin esfuerzos. No necesité más pruebas que verla llegar para que toda mi convicción se fuera al desagüe. Porque para alejarme tenía que pensar, lo cual no era mi especialidad, sobre todo si ella estaba cerca.

—Vaya... —Fue lo único que pronuncié cuando me saludó con esa habitual alegría que la hacían tan especial—. Vas directo a conquistarlo —la halagué.

—Tomaré eso como un cumplido —respondió divertida creyendo bromeaba. No lo hacía.

Se veía preciosa con las ondas formadas de su cabello y una sonrisa en sus labios rosas que iluminaba sus facciones. Natural y tierna con su vestido crema de tul, adornado con un olan a la altura de sus hombros.

—Lo digo de verdad, te ves muy bien —aseguré. Ella me sonrió con ternura.

—Siempre sabes como hacerme sentir mejor. Hoy lo necesito más que nunca porque estoy nerviosa —confesó con una sonrisa infantil.

Hice un esfuerzo por replicar un gesto amable aunque recordar el motivo que la tenía tan contenta lo impidió. Bien, quizás había llegado el momento de aceptar que fue una pésima idea aceptar cuando solo imaginarla con él me dificultaba sonreír.

—Será mejor que nos vayamos para que no llegues tarde —propuse sin el valor de volver a mirarla.

De pronto mi voluntad no pareció tan fuerte. Es decir, sabía que no me haría gracia, pero creí que solo se trataba de esos celos infantiles que algunos amigos suelen sentir unos por otros. Claro que la teoría perdió fuerza cuando tuve que morderme la lengua para no pedirle en un arranque de sinceridad que no fuera. ¿Con qué cara lo hacía si se veía tan emocionada? Esto la haría feliz, ¿quién era para arrebatárselo?

El club de los rechazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora