El sueño terminó venciéndome en algún punto de la noche. Pese a mis intentos de velar por Pao, que después de llorar había caído rendida, también fui preso del cansancio. Supongo que ver su rostro y respirar tranquilo fue un consuelo, aunque fuera consciente que el dolor seguía ahí. También debo confesar que el hecho de que confiara en mí para estar a su lado en un momento complicado, de no ser así no se hubiera entregado a la noche con tal seguridad, aunque tal vez se trataba de una tontería me hizo sentir especial.
Una inusual paz que terminó por culpa de un cabezazo que me regresó de golpe a la realidad. «Auch», pensé junto a una mueca acariciándome el cuello. «Eso de dormir en el sofá nunca es buena idea», acepté adolorido, estrujando mi cara con mis manos para despabilarme. Entonces, al sentir un ligero golpe en el brazo, caí en cuenta que mi sobresalto había despertado a alguien más.
Abrí los ojos para contemplar a Pao removerse adormilada, arrugando su pequeña nariz antes de abrir sus ojos poco a poco. Pasado el susto, y la culpa por levantarla, sonreí admitiendo que me encantaba ese gesto suyo cada que despertaba, era la segunda vez que tenía el privilegio de presenciarlo y me parecía adorable.
Pao fue adaptándose despacio a la luz hasta que la tranquilidad acabó, se levantó de golpe al no reconocer el lugar. Fue un movimiento tan inesperado que fue una suerte lograra echar la cabeza atrás para que no chocaran entre sí.
Al quedar a mi altura reparó en mi presencia. Abrió los ojos alarmada, le di una sonrisa para tranquilizarla. Contuve una carcajada cuando la vi sonrojarse antes de deshacerse de una liga que llevaba en la muñeca para anudarse el cabello, tras peinarlo con los dedos a toda prisa. No podía creer se preocupara por esa tontería. En mi opinión Pao era demasiado bonita para ponerle un pero.
—Hola. ¿Qué tal dormiste? —la saludé pasándolo por alto, centrándome en lo importante.
—Bien, muy bien. Gracias —respondió distraída, aun un poco avergonzada—. ¿Qué hora es? —pareció recordar. No tenía idea. Por suerte no esperó una contestación, ella misma alcanzó su celular de la mesita. Lo que encontró no le gustó—. Ya es muy tarde. Debo irme, mamá debe estar preocupada —soltó rápido, enderezándose de un salto.
—¿Quieres que te prepare algo de desayunar? —propuse al verla impulsarse para alcanzar sus zapatos. Pao me dedicó una mirada fugaz, aunque su expresión no me adelantó si era bueno o malo.
—No, Emiliano, ya has hecho muchísimo por mí —respondió. Resopló intentando alejar un mechón que entorpecí su visión mientras se ajustaba los botines, le ayudé retirándolo con cuidado y colocándolo a su espalda. Pao se sonrojó por el roce de mis dedos antes de sonreírme—. Además, no me gustaría que tu madre me hallé aquí y malinterprete las cosas —confesó nerviosa.
Intenté no reírme por su preocupación. Mamá no se armaría una historia en la cabeza.
—Podría explicárselo —resolví con sencillez. No estábamos haciendo nada malo, solo dormimos. Sin embargo, Pao me miró como si le hubiera propuesto cometer un crimen.
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El club de los rechazados
RomanceUn inesperado accidente cambió la vida de Emiliano. Abrumado por la soledad decide descargar una aplicación que jura arreglar sus líos amorosos. Funciona. La mujer que ha amado en secreto por años comienza a mostrar interés por él, una buena notici...