—Alan, antes de que te vayas, ¿crees que podríamos hablar un momento? —dudé cerrando despacio la puerta detrás de mí.
Hace un rato que habíamos terminado el trabajo, así que Alan creyó conveniente marcharse a casa. Bruno, que siguiéndome se coló entre nosotros, le pidió mimos y él ni siquiera lo pensó. Alan se puso de cuclillas para acariciarle la cara. Yo que siempre valoraba esos detalles, jugueteé impaciente con mis dedos porque necesitaba me prestara su total atención. Esto era muy importante.
—Claro, Pao —aceptó amigable alzando la mirada—. ¿Sobre qué? Oh, ya... ¿Es sobre tu novio? —dedujo poniéndose de pie, sonriendo. No esperó respuesta—. Adivino, ¿te prohibió acercarte a mí? —lanzó.
—Claro que no, Emiliano... ¿Me prohibió? —cuestioné repasando sus palabras. Fruncí las cejas—. No tengo tres años —le recordé enfadada.
—Lo siento, Pao. Es que ese el típico pensamiento de los chicos como tu novio —argumentó sin inmutarse.
—¿Los chicos como mi novio? —repetí, sin entenderlo.
—Celosos y un poco dominantes, ya sabes, de lo que les gusta tener el control en la relación. Deberías tener cuidado con él —me aconsejó. Abrí la boca, ni siquiera parecía que estábamos hablando de la misma persona.
—Con cuidado te refieres a...
—Pao, tú eres muy dulce e inocente —me describió viéndome enternecido. Afilé la mirada, buscando lucir más imponente—, nunca has tenido un novio y no tienes experiencia. Él seguro que sí, ¿no es verdad? —curioseó. Apreté los labios—. Es decir, no creo que seas su primera novia, ni la segunda, ni la quinta, apuesto que ni siquiera la décima... —bromeó.
—Si es un chiste es de pésimo gusto, Alan —lo frené.
Me estaba lastimando hablando de mí como si fuera un número más en una lista. Además, el pasado de Emiliano era su problema, yo no podía reclamarle por cosas que sucedieron cuando ni siquiera nos conocíamos. Eso aplicaba para los dos.
—Lo siento —admitió cayendo en cuenta de mi molestia—. Lo que quiero decir... —Alan me miró en silencio, como si se debatiera a soltarlo. Con un ademán le motivé a hablar, de todos modos terminaría haciéndolo—. Pao, solo no quiero que él se aproveche de ti.
Torcí los labios ante su angustia. Podía estarse tranquilo, después de lo que me pasó aprendí a cuidarme.
—¿Por qué la gente asume que por ser inocente no puedo tomar buenas decisiones? —expuse.
Entendía que se preocuparan por mí, lo agradecía, pero estaban sofocándome. Todo mundo cuestionaba si estaba capacitada para vivir mi propia vida. Sí, posiblemente me equivocaría, pero es una regla de la que nadie queda exento.
Alan ladeó el rostro, estudiándome sin prisas. Dibujo una sonrisa antes de atreverse a tomarme por los hombros para mirarme directo a los ojos, cuando se inclinó un poco para quedar a mi altura me sentí tan pequeña.
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El club de los rechazados
RomanceUn inesperado accidente cambió la vida de Emiliano. Abrumado por la soledad decide descargar una aplicación que jura arreglar sus líos amorosos. Funciona. La mujer que ha amado en secreto por años comienza a mostrar interés por él, una buena notici...