Capítulo 26

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Con varios rechazos a mi espalda debía estar acostumbrado, ser indiferente a las consecuencias, pero sucedía justo lo contrario

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Con varios rechazos a mi espalda debía estar acostumbrado, ser indiferente a las consecuencias, pero sucedía justo lo contrario. Esta vez ni siquiera era capaz de dibujar una sonrisa por cortesía, no sabía ni cómo la miraría a la cara si cada vez que la imaginaba algo se sacudía en mi interior. Enamorarse siempre es una locura, una que sale mal la mayoría de las veces. Te hace feliz un rato, un rato comparado con la eternidad que te hace sentir miserable.

Una irónica, siempre me resultó complicado visualizar a Pao rompiendo algo, pero cada que lo preguntaba a mi corazón repetía su nombre, una y otra vez, como causante del daño. Mentía, en realidad siempre fui exageradamente ingenuo y lo peor de todo, me aferraba con fuerza a las personas, siendo conscientes se marcharía en cualquier momento.

La idea me apretó el pecho. Supongo que el mensaje llegó a mi rostro porque cuando Laura cruzó la puerta con expresión distraída fue lo primero que notó.

—¿Estás bien? Tienes una cara terrible —opinó preocupada. «Muchas gracias por el halago», pensé agitándola, en un absurdo intento de sacudirme el pesar.

—Todo bien —mentí. Claro que lo hice—. Solo estoy un poco cansado. Algunas cosas no están saliendo como las tenía planeadas.

—Lo siento —añadió con una mueca. Sonaba sincera—. Todo va a mejorar, ya verás —me animó, le di una débil sonrisa en agradecimiento. Ella echó un vistazo alrededor—. ¿Tu chica no está por aquí? Ella siempre te pone contento.

Dificultades para olvidar a alguien, parte uno, que el mundo entero te pregunte por ella. No me sorprendería si de pronto el tipo que vendía elotes también se uniera a la lista, él se sabía la vida de todas las personas que vivían en la calle. Torcí los labios y con mis manos empujé la silla hasta el mostrador, para cobrar lo que me dejó sobre el cristal.

—¿Podrías no llamarla así cuando esté presente? —le pedí incómodo. Eso complicaría las cosas.

—¿Sucedió algo malo? —preguntó cuidadosa, pero sin disimular el interés.

—Nada. Yo... Solo me equivoqué respecto a nosotros —resumí, aunque la última palabra supo amarga. Además, no creía que ella fuera la persona adecuada para sincerarme—. No importa, me hice ideas falsas en la cabeza —murmuré para mí mismo. Padecía de ese mal desde hace años—. Pero ya pasó.

O tal vez estaba apunto de suceder porque aún me faltaba una respuesta en la lista. Laura me miró apenada. Aunque tuviera buenas intenciones, eso me hizo sentir más incómodo, odiaba ese sentimiento. Carraspeé, sacándola de su ensoñación.

—Lo siento mucho, Emiliano —añadió en voz baja—. Duele verte mal, no pensé que algo así te dolería tanto. Ayer te escuchabas tan ilusionado —comentó, refrescando mi memoria. Guardé silencio un segundo. Sí, quizás estaba exagerando, pero cómo se le da órdenes al corazón, si ni siquiera la cabeza escucha—. Pero, ella seguirá trabajando aquí, ¿verdad?

El club de los rechazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora