¿Alguna vez han vuelto la vista atrás y se preguntan cómo pudieron cometer un error? No hablo del arrepentimiento, sino de no encontrar las razones. Mi encuentro fugaz con Clara fue una de esas miradas al pasado que no tendrían sentido en el presente. La gente suele decir que cuando te encuentras con un viejo amor, algo se estremece en tu interior, imaginas por un instante qué habría pasado si hubiera funcionado, pero cuando choqué con su mirada mi cabeza se hallaba demasiado ocupada ahogándose en porqués que recreando películas que ahora no elegiría.
Clara no había cambiado nada, casi pareció regresar en el tiempo. Supongo que yo también seguía idéntico porque ni siquiera tuvo que rebuscarme en su memoria, me reconoció en un segundo. Lo supe cuando sus ojos se clavaron en mí, con una expresión indescifrable en su rostro que no dio pistas de lo que acontecía dentro de ella. Tal vez si me hubiera esforzado hubiera logrado leer lo que se escondía, pero tras el golpe del destino lo único que quise fue pasar página.
—Creo que será mejor busque un taxi —solté de pronto. Pao pasó la mirada de uno a otro, intuyendo algo, pero sin dar con qué. También sentí la mirada de Clara, pero no me atreví a comprobarlo—. Ya sabes que... Bien, no sé si aquí se usen, quizás el estacionamiento esté lleno de aviones, los ricos son impredecibles —intenté bromear para volver a ser yo mismo.
Quizás lo único que me hubiera gustado preguntarle fue si al final había conseguido lo que buscaba, como yo encontré lo que daba por perdido. Tal vez hubiera sido bueno de mi parte, para darle paz a su mirada atormentada y a mi alma, decirle que el ayer estaba olvidado, que ninguno de los dos debía preocuparse por lo que sucedió esa tarde. Me arrepentía de haberle mentido, así como noté ella lamentaba sus palabras. Ese golpe, que en aquel momento rompió todo a su paso, años después me obligó a conocer mi verdadera resistencia.
Sin embargo, pese a mis buenas intenciones, a causa de la sorpresa me quedé en blanco. Ambos fingimos desconocernos, en el fondo creo los dos deseamos fuera verdad. Hay personas que por más que te aferres no pueden permanecer en tu vida, te cuestionas durante muchas noches por qué, entonces un día aparece la respuesta. Esa tarde el dolor cobró sentido.
Claro que eso no evitó se reabriera un capítulo doloroso que por años imaginé había enterrado para siempre en el fondo de mi corazón. Me equivoqué, sí agonizaba, pero no estaba muerto, nunca lo estaría porque, para bien o mal, ese hecho formaba parte de mí.
El ladrido de Lila que nos recibió emocionada me regresó por un instante a la realidad, pero no fue suficiente, sin controlarlo me convertí en preso de los recuerdos mientras Pao la mimaba contándole cariñosa todo lo que habíamos comprado. Abandoné la silla para descansar en el sofá, estaba cansado aunque no sabía exactamente de qué. Supongo que el peso de los años también es una carga pesada.
No sé de qué charlaron, pero sí que debí perderme durante un largo rato porque pese a que mis ojos estaban clavados en ellas no recuerdo una sola palabra. Ni si quiera me enteré si la mirada de Pao se clavó en mí esperando una respuesta o si me atrapó entre nubes. Un poco de ambas.
ESTÁS LEYENDO
El club de los rechazados
RomanceUn inesperado accidente cambió la vida de Emiliano. Abrumado por la soledad decide descargar una aplicación que jura arreglar sus líos amorosos. Funciona. La mujer que ha amado en secreto por años comienza a mostrar interés por él, una buena notici...