Como mi madre suele decir: uno se acostumbra rápido a lo bueno.
Aunque llevábamos apenas unos meses viéndonos a diario se había hecho costumbre salir junto a Pao a las celebraciones del club, así que cuando esa noche quedamos de encontrarnos allá me sentí extraño. No en un buen sentido. Fue como si todo lo que habíamos construido en las últimas semanas desapareciera. Tal vez su padre tenía razón, era un mago. Uno que no entendía ni sus propios trucos. A eso le llamo talento natural.
Además, tenía la seguridad, por algunos mensajes, de que no iría sola. Yo sé que siempre decía que Pao merecía estar con alguien más antes de darme cuenta que la quería, pero no hablaba en serio. Ahora la solo idea de que se enamorara de él me revolvía el estómago. El pensamiento se cruzó a la par tecleé con fuerza la respuesta a Tía Rosy que envió la ubicación de la fonda donde celebraría. Era suya, o más o menos. Había una larga historia detrás.
—Tienes que pensar con la cabeza, hombre —me propuse para no dejarme dominar por las emociones. Llevé mis manos a la cabeza, cerrando los ojos. Por desgracia cada que mi mente tomaba el control su sonrisa aparecía. No sabía qué demonios me había hecho esa chica.
Agité mi cabeza, alejando mi dilema cuando escuché el sonido de la puerta. Volví la vista al frente, topándome con la entrada discreta de Laura. Definitivamente se había esmerado para esa noche. Cualquiera que nos viera pensaría que íbamos a lugares distintos. Yo al zoológico, ella a una boda. Quizás debí explicarle que sería una celebración sencilla, pero era tarde.
—Hola, Emiliano —me saludó con una sonrisa. Lucía feliz—. Espero no haber llegado tarde.
—No, vamos a tiempo —le tranquilicé. Asintió—. Pao no viene con nosotros —expliqué por si tenía dudas—, dijo que nos encontraríamos allá. Aunque no me aclaró si adentro o fuera... —me perdí en una tontería. Laura rio por mi absurdo enredo.
—Te ves muy bien hoy —me interrumpió contenta. El halago me tomó por sorpresa. No había ningún cambio, la única diferencia es que usé una camisa de botones—. ¿Qué dices de mí? — pidió alegre una opinión. En verdad parecía emocionada por esa noche.
Comencé a preguntarme si debí explicarle qué significaba el club.
—No te preocupes, mis amigos no suelen criticar el atuendo de nadie. Te lo digo yo que siempre ando como vagabundo y nunca me han ofrecido una sola moneda —comenté en un mal intento de hacerla reír, pero no funcionó. Creo que no entendió mi respuesta—. Además, te ves guapa, Laura—acepté con honestidad porque hay una diferencia enorme entre querer a una mujer y reconocer que es hermosa. Y Laura lo era, ¿para qué negarlo?—. Bueno, yo no sé mucho del tema, pero dudo que alguien pueda alegar lo contrario.
—¿En verdad? —preguntó con un deje de ilusión que me hizo sentir culpable—. Te lo agradezco. Esto es muy importante para mí. Has hecho tanto en poco tiempo, Emiliano —comentó con una enorme sonrisa. Parecía honesta—. Llevo tanto tiempo sin vivir nada parecido, creo que casi lo olvidé. Estoy nerviosa, pero cuando recuerdo estás contigo todo mejora.
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El club de los rechazados
RomanceUn inesperado accidente cambió la vida de Emiliano. Abrumado por la soledad decide descargar una aplicación que jura arreglar sus líos amorosos. Funciona. La mujer que ha amado en secreto por años comienza a mostrar interés por él, una buena notici...