No era fanático del concepto destino o hilo rojo. Nunca fui un romántico, ni alguien que se rompiera la cabeza preguntándose sobre la persona correcta. Para ser honesto, ¿quién se preocupa por encontrar algo que jamás buscó? Supongo que en el fondo la vida entendió que era un despistado de lo peor, que me mantendría perdido en la oscuridad durante toda la eternidad, y decidió darme una mano. Pao me encontró, con toda esa luz que irradiaba su alma y resultaba imposible ignorar. Había bastado un beso para convencerme de que si existía la persona correcta, de la que los otros hablaban, no podía ser nadie más que ella. Lo confirmé cuando me quedé prendido de su mirada al separarnos, tenía un gesto tan adorable que sonreí admirando sus mejillas sonrojadas.
—Esto debe ser un sueño... —suspiró.
—¿Cómo terminaría si fuera perfecto? —pregunté buscando su mirada—. En una de esas puedo intentarlo. Claro, dentro de mis posibilidades —aclaré deprisa—. Nada de volar, volverme millonario o bailar con John Travolta —enumeré haciéndola reír. De todos modos, se trataba de Pao, ella no me pediría imposibles. Ella me aceptaba tal cual.
Se apartó un poco, fingiendo pensarlo. En respuesta me regaló una sonrisa que me hizo cuestionarme qué magia había escondida en ella.
—Ya lo has dicho todo, y más —contestó risueña—. Mucho más de lo que pensé, Emiliano. Cualquier cosa me sorprendería —aceptó divertida, encogiéndome de hombros.
Entonces volví a buscar su boca para robarle otro beso, encantado por su ternura. No se trataba de una muestra ansiosa, ni intensa de afecto, más bien suave, corto, intentando no asustarla, pero sin contener mis deseos de besar su sonrisa.
—Creo que podría besarte toda la vida —le confesé en voz baja, para que solo ella pudiera escucharme.
—¿Aunque no sea la mejor? —preguntó escondiendo la vergüenza. Sonreí enternecido porque se preocupara por esa tontería. La tomé con cuidado del mentón para que no pudiera huir de mi mirada, sus ojos claros se clavaron en lo míos. Quise detener el tiempo para los dos.
—Nada que un poco de práctica no arregle —bromeé, rompiendo la tensión, Entrecerró sus ojos—. Para eso me tienes a mí. Yo me ofrezco como tu maestro de tiempo completo —declaré con honor alzando mi mano en señal de solemnidad. Ella afiló su mirada. Me frenó divertida, colocando sus manos en mi pecho, cuando quise volver a acortar la distancia.
—No recuerdo haber solicitado sus servicios —soltó, castigándome.
—Lo sé, son gratis —admití de buen humor—, vienen incluidos en el paquete de novio.
—¿Novio? —repitió extrañada, alzando una ceja. Su cara fue un poema. Cerré los ojos, reprochándome mi metida de pata.
—¿Recuerdas que siempre olvido los pasos? —mencioné, burlándome de mí. Ella ladeó su rostro, era la señal para que dejara las bromas—. Pao, me gustaría improvisarte un poema —admití—, pero tú eres la experta en la materia y no quiero hacer el ridículo, en eso sí que soy bueno... En otras cosas también, pero ahora no se me ocurre nada. Sé que soy un atrevido al decirte esto, porque conociéndote seguro habrás robado muchos corazones, mas no creo que ninguno te piense tanto como yo. Ya no quiero solo imaginarlo, sino vivirlo... Hace un tiempo te dije que merecías un chico que te quisiera sin límites, que te repitiera lo afortunado que era al tenerte a su lado. Si me das una oportunidad yo puedo ser ese chico, te aseguro que cada vez que te veo me pregunto qué hice bien en la vida para hallarte. Así que... —Respiré antes de soltarlo, se me escapó una sonrisa nerviosa—. ¿Pao, quieres ser mi novia?
ESTÁS LEYENDO
El club de los rechazados
RomanceUn inesperado accidente cambió la vida de Emiliano. Abrumado por la soledad decide descargar una aplicación que jura arreglar sus líos amorosos. Funciona. La mujer que ha amado en secreto por años comienza a mostrar interés por él, una buena notici...