4 años después.
Salí de mi casa con demasiada prisa, me había quedado dormida y ya se me estaba haciendo una mala costumbre. No había alcanzado a arreglarme lo suficiente, con mucha suerte y fuerza de voluntad de obligué a salir de la cama para bañarme en menos de tres minutos, iba muy atrasada, así que me vestí rápido con unos jeans, una blusa rosa pálido y mi chaqueta blanca.Agarré las llaves del auto de mi madre que estaban sobre la mesa de la cocina como de costumbre cuando bajé después de mi intento de salir decente de esta casa. Hoy ella no iba a trabajar así que lo podía usar. Corrí calle afuera, para esquivar inútilmente el frío que traía este crudo otoño, pues parecía más invierno, así que prendí rápidamente el motor para encender la calefacción.
Me acomodé en el asiento delantero para ver por el retrovisor y meterme a la calle, pero observé, en vez de un auto, una figura de una persona en el bosque, su piel era grisácea al igual que la de los demás. Levantó su brazo y me saludo. Presencie como se daba vuelta y se internaba hacia el bosque.
Salí del estacionamiento de mi casa y me dirigí hacia la universidad.
~•~
- Hola -dijo Miles, mientras me rodeaba con sus brazos por la espalda y me besaba en la mejilla.
- Hola -respondí al darme vuelta.
Se veía algo desaliñado. Usaba una jeans un tanto ajustados color negro y una polera blanca. Su pelo rubio iba revuelto, lo que le daba el toque a su estilo. Era mucho más alto que yo y en mejor forma por su puesto, era el rompe corazones de la facultad, pero a él parecía no importarle ni una chica en particular, pues cada vez que lo interrogábamos con Cordelia, él decía que nadie ocupaba su cabeza, quizás una chica, pero aseguraba que ella nunca pensaría en él.
- ¿Como estás hoy? ¿Viste de nuevo a..?
- Todos los días y, sabes que detesto hablar de esto -dije molesta. Me alejé de Miles y me fui a mi salón.
Miles, al igual que yo había decidido estudiar medicina, pero no en la misma área, así que nos mantuvimos juntos en el mismo lugar, mientras que Cordelia estudiaba a una calles de aquí.
Miles y Cordelia sabían sobre mis extrañas apariciones de muertos. Todo se debía, según una médium a la cual visité con Cordelia, al presenciar la muerte y transformación de uno de ellos, para ser específica, de la niña que vi apenas hace unos años, esa pequeña que había perdido la vida en su auto el día del cumpleaños de Cordelia. Nunca le había contado a mi mamá, ya que me pondría en un internado, pues no era normal que tu hija pareciera hablar con los muertos o, quizás, simplemente no me creería.
Los Deshabitados, así se hacían llamar por alguna razón según Zoella la médium, no me podían tocar, pero no lo supe la primera vez, en realidad la segunda, en la que me enfrente a uno de ellos. Esa vez venía del colegio y uno de ellos apareció frente a mi y, no era que viniera de lejos, solo apareció, lo que me hizo gritar y correr en dirección contraria. Pero ya no era así, ya lo podía controlar, e incluso intentaba hablar con ellos, pero era imposible, debido a que apenas habría la boca se hacían polvo o seguían caminado.
- ¡Alexa! -gritó Miles a mis espaldas, a veces era exasperante.
- ¿Que pasa Miles?
- No te enojes, no quiero que peleemos, sabes que puedes contar con nosotros. No nos distancies.
En eso último tenían razón, no quería estar con ellos por miedo a que ellos se tuvieran que enfrentar también al mundo de los deshabitados, nunca me perdonaría a mi misma que algo les pasara por mi culpa. Y a pesar de habérselos dicho, se rehusaron a dejarme sola y ahora están más cerca de mí que nunca.
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Deshabitados
Ficção AdolescenteTodo cambió, sin derecho a reclamar. Para Alexa ya nada a sido lo mismo después de cuatro años del accidente, incluso no le importó tener que vivir con lo que le tocó. Pero las cosas siguieron, y seguirán, cambiando y ahora muchos dependerán de ell...