Livy no sabía decir si Candice estaba un poco más delgada, si se había hecho algo en el cabello, o si estaba usando una máscara de pestañas diferente, pero lo cierto es que algo había cambiado en ella. Como si, después de todo lo que sucedió, Candice fuera una persona distinta, más seria. Su rostro carecía de una expresión clara mientras las observó al acercarse. Livy no tenía las palabras, y Elsie tampoco, pero fue la primera en balbucear:
—Ca... ¡Candice! Madre mía, ¿a qué debemos el honor?
Los ojos de Candice fueron directo a Elsie, pero no le respondió, y Livy se sintió en la obligación de hacer algo para salvar el momento de una situación extraña, así que ordenó a sus labios formar una sonrisa y decir:
—Faltaste muchos días, estábamos preocupadas por ti —Sintió un escalofrío cuando los ojos azul claro de su amiga se posaron ahora en ella.
—No importa, ya estoy aquí —dijo Candice, finalmente. Faltaba ese encogimiento de hombro; en su voz ya no había la autosuficiencia de siempre, solo seriedad—, pero solo vengo a entregar mis justificantes a la administración y me voy.
Debía ser verdad. Livy bajó la vista hacia el hombro de Candice, notando que solo llevaba consigo un sencillo pero lujoso bolso y un folder metido bajo el brazo. Ni mochila ni nada que indicara que se quedaría a clase.
—¿Y eso? ¿A dónde vas? —preguntó Elsie. Livy sabía que la inocente curiosidad de su amiga podía llevarla a la ruina emocional en ese momento y rezaba para no comenzar a sudar de nervios, y para que a Candice no se le ocurriera decir nada frente a ella.
—A casa, tengo una migraña que va y viene. El médico me envió reposo.
«¿Migraña?» Se cuestionó Livy. Aunque realmente era una buena justificación y fingió sentirse consternada por eso cuando Candice volvió a cruzar mirada con ella, de forma fugaz.
—¿Migraña? —espetó Elsie— ¿Por eso no querías vernos? Chica, nos hubieras avisado...
—¿Nunca te ha dado migraña? —intervino Livy, enviándole una mirada cómplice a Candice antes de volverse a Elsie en actitud rectificante— Es espantoso, no aguantas la luz, ni el ruido, ni la existencia. De verdad, es horrible. Creo que si me hubiera pasado a mí, yo tampoco vendría a la escuela, ni respondería los mensajes.
—¿En serio? —preguntó Elsie, escéptica, pero buscó la respuesta en Candice.
La aludida encogió un hombro como respuesta afirmativa. Un vestigio de la Candice de siempre.
Elsie miró con extrañeza a ambas. Livy deseó que su falta de preguntas inquisitivas o su débil curiosidad por las razones de la ausencia de Candice no fuera a levantar sospechas. Estaba caminando en una cuerda floja y debía tener cuidado con lo que elegía decir.
—Bueno, y... ¿cuándo regresas? —continuó averiguando Elsie.
—No sé, tal vez la próxima semana.
Esta vez, fue el turno de Livy de mirarla con extrañeza. Quería preguntarle un montón de cosas y tenía la fuerte sensación de que Candice traía algo entre manos, pero no podía preguntarle nada demasiado concreto en ese momento. Necesitaba apartarla de Elsie y luego...
El chirrido de la campana la sacó de su cabeza, haciéndola respingar ligeramente.
Elsie masculló una maldición entre dientes. Tenía clase de Educación Física, la cual no se perdía por nada, y Livy tenía Historia, de modo que era hora de separarse.
Pero ninguna de las tres se movía.
Aquello se sentía como una competencia de a ver quién se iba primero, pero al final, fue Candice la que soltó un pesado suspiro, afianzándose la correa del bolso sobre el hombro.
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Nada especial
Teen FictionSer la oveja negra de la familia definitivamente tiene que ser más divertido que ser la oveja pelirroja.