Capítulo 7: Día de gatos

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—Perdóname que te lo diga tan así, Callahan, pero estás loco —le soltó Sebastian al otro día, sentado en una silla de visitante frente al escritorio del director.

Cualquier otro director consideraría despedir a Sebastian por su insolencia, pero no era el caso de Callahan, quien probablemente era consciente de que el traje de loco le quedaba después de lo que le había pedido a su exalumno.

El director clavó un codo en el escritorio y apuntó a Sebastian con el dedo.

—Patrañas, Gellar, sabes que es una buena oportunidad.

Sebastian comenzó a rebotar una pierna, impaciente.

—No puedo reducir el tiempo de mis clases de Educación Física para aumentar las del entrenamiento del equipo. En primer lugar: manejo a todos los grupos, ¿te acuerdas? No puedo mover los horarios porque ya no cabe ni un segundo en ningún lado —explicó, manteniendo levantado un dedo. Después subió otro y continuó—: En segundo lugar: mis chicos están recibiendo todo el entrenamiento que pueden soportar. Aumentarlo solo los quemará en el campo y tendremos una derrota segura en las próximas ligas.

—No si te sabes administrar.

—Ese es el problema. ¿A qué hora lo voy a hacer si ya tengo todas mis horas y las de ellos cubiertas?

Callahan dio un manotazo en el aire para quitarle importancia.

—Debe haber alguna manera, Gellar, así tengamos que meternos los segundos por el trasero para hacer más espacio.

Sebastian soltó una risa sarcástica y lo fulminó con la mirada.

—Ni hablar, no hay manera y lo sabes.

—Bueno, bueno, ¿solo viniste a quejarte? ¿Qué es lo que propones?

Sebastian soltó un suspiro y se echó hacia adelante, recargando sus codos sobre los muslos.

—Otro profesor de educación física que maneje a la mitad de los alumnos. Así yo podré manejar a la otra mitad y distribuir mejor el tiempo para el equipo de rugby —le explicó con voz queda, haciendo un esfuerzo por no sonar cansino. Llevaba años enteros pidiéndole eso a Callahan y a la directora anterior, su esposa, pero los dos se la habían pasado dando largas hasta que Sebastian dejó de insistir. De todas formas, le encantaba su trabajo, pero al ver que por cada asignatura había por lo menos dos profesores, le hacía pensar a veces que Callahan nunca había dejado de explotarlo.

Y como era de esperarse, el director abrió la boca para objetar, para soltar algún pretexto, pero de inmediato la volvió a cerrar, tamborileando sus gruesos dedos sobre el escritorio, pensativo.

—Si consigo otro profesor, ¿aceptarás aumentar las horas de entrenamiento del equipo?

Sebastian se esforzó para que no se le notara la victoria en el rostro.

—Dentro de lo posible y lo sano, sí, le dedicaré mucho más tiempo al equipo.

Callahan dio un manotazo al escritorio cual mazo de juez.

—Es un trato, mañana tendrás a tu profesor.

Las cejas de Sebastian se elevaron tanto que sintió su frente arrugarse.

—¿Qué? ¿Tan pronto? ¿No se supone que tienes que entrevistar a varios candidatos antes de tomar una decisión? No quiero ser yo el que suene exigente, pero no me gustaría dejar a los chicos en manos de alguien inexperto —Mientras hablaba, Callahan agitó una mano en el aire y con la otra abrió uno de los cajones para sacar una gruesa torre de folders que dejó caer desparramados entre ambos.

Nada especialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora