Capítulo 18: Misterio

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—Un poco más arriba —le dijo Patrick, el profesor de violín particular, a Candice, al notar la mala postura de su brazo—. Intenta relajarte —murmuró cerca de su oído, poniéndose detrás de ella para tomar su codo y guiarlo en la postura correcta.

Candice lo miraba de soslayo y una sonrisa asomó en sus labios cuando sintió la respiración de él rozándole los mechones sueltos de las sienes.

—Recuerda que la postura de la espalda no se pierde después de que apoyar el instrumento sobre tu hombro y bajo la barbilla. Aun así, cada vez estás mejorando, Candice.

Cuando él fue a ponerse frente a ella, Candice le sonreía con la boca y la mirada.

—Gracias, Patrick.

Él sonrió, juntando sus manos en una palmada.

—Bien, por hoy hemos terminado.

La sonrisa de Candice se esfumó cuando Patrick se dio la vuelta y comenzó a guardar su violín y unos manuales en el estuche. Ella dejó el suyo sobre una silla a su lado y se aproximó a él, con las manos entrelazadas tras la espalda. Él estaba inclinado cerrando el estuche y Candice se inclinó también, muy cerca, buscando su mirada.

—Y... ¿Cómo va todo, Patrick? ¿Ya estás mejor?

Tal como lo esperaba, él tuvo que pasar la vista por sus pechos cuando levantó los ojos para mirarla.

—¿Qué?... Oh, ¿te refieres a Meredith? —Él se enderezó, viendo cómo Candice lo hacía después, despacio— Bueno, un divorcio siempre es difícil, pero estoy bien —respondió, colgándose el estuche al hombro, mientras encogía el contrario. Esta vez, había algo titubeante en su mirada y sus movimientos—. Cuídate, Candice. Nos vemos el lunes.

—Te acompaño a la salida —ofreció ella, adelantándose a abrir la puerta del estudio, pero se detuvo al ver a Patrick batallar con un montón de carpetas que trataba de llevar en un brazo—. Oh, déjame ayudarte con eso —Se apresuró hasta él, metiendo las manos entre su pecho y las carpetas para tomarlas.

Patrick se opuso, pero ella estaba siendo tan repentina y a la vez tan lenta y calculada en sus movimientos, que no se dio cuenta en qué momento le había quitado las cosas y ahora caminaba a su lado por los pasillos encerados de esa enorme casa, hasta su auto.

Patrick se opuso, pero ella estaba siendo tan repentina y a la vez tan lenta y calculada en sus movimientos, que no se dio cuenta en qué momento le había quitado las cosas y ahora caminaba a su lado por los pasillos encerados de esa enorme casa, h...

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Allen alzó la muñeca y comprobó la hora.

Había llegado justo a las seis, como le había dicho Candice, pero llevaba diez minutos esperando afuera, recargado contra su auto, debatiéndose si debía acercarse o no a tocar el timbre. Ella no le había dado instrucciones más claras.

Finalmente, a las seis con quince, la puerta de la residencia se abrió y Allen se enderezó, empezando a formar una sonrisa cuando vio a Candice salir, pero sus comisuras se congelaron a medio camino al notar que un hombre la acompañaba y parecían sostener una emocionante conversación mientras ella se reía, inclinándose hacia él con una coquetería que podría pasar desapercibida si no fuera porque Allen tenía maestría en detectar esos movimientos seductores.

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