—Entrenador, qué gusto verlo otra vez, ¿qué tal sus vacaciones?
Alternando la vista entre uno y otro, con las manos apretando sus caderas y enfundado ya en su ropa deportiva, el entrenador lucía como si hubiera pasado las vacaciones más amargadas de la historia.
—Geniales —respondió, pero tanto su voz como su expresión eran indescifrables.
—Me da gusto, yo estaba a punto de llevar a, ¿Livy, verdad? a la enfermería —explicó Kent y los ojos de Sebastian se lanzaron como látigos hacia su hija—, parece que no se está sintiendo bien...
Kent quedó ligeramente pasmado cuando el entrenador, en un paso, se encontraba frente a Livy y le ponía el dorso de los dedos sobre la frente y sobre las mejillas con una expresión que jamás le había visto cuando otras de sus alumnas le pedían revisar su temperatura porque se encontraban mal.
—Incluso me comenta que tiene problemas de vista y olvidó sus anteojos, así que por eso también pensaba llevarla a... —se interrumpió un instante, viendo cómo esta vez el entrenador tomaba la barbilla de la chica sin pedirle permiso y la alzaba para escrutarle los ojos— la enfermería.
Livy, por su parte, casi podía ver, sentir y oler lo que su padre estaba pensando: Que se estaba saltando las clases. Que traía sus lentillas puestas y que se estaba haciendo la enferma para flirtear con el delegado escolar, cuando en realidad quería salir corriendo de ahí, cavar un hoyo a diez metros de profundidad en el jardín de su casa y nunca volver a salir.
—¿Te sientes mal? —inquirió Sebastian en tono impersonal.
Consciente de la mirada de Kent sobre ellos, Livy contuvo el impulso de apartarle la mano a su padre y simplemente dio un paso atrás para zafarse.
—Estoy perfecta, solo me perdí yendo rumbo a Historia.
Kent le lanzó una mirada incrédula, pero enseguida notó que el entrenador ponía su atención en él, observándolo de forma extraña.
¿Por qué de pronto las cosas se estaban poniendo raras?
—Bueno, en ese caso —empezó a decir Sebastian, volviéndose de nuevo a Livy—, hubieras pedido a alguien que te guiara.
Kent esbozó una sonrisa modesta y adelantó un paso.
—Yo podría...
—A ti te solicitan en la administración —lo interrumpió demasiado rápido y Kent parpadeó confuso. Livy se mordió el interior de una mejilla; no podía creer que su padre le estuviera montando una escena y ya estaba temiendo que él mismo la llevaría hasta la puerta del aula de Historia cuando agregó—: Tengo entrenamiento ahora mismo, así que lo siento Livy, pero tendrás que llegar a tu salón sol... —sus ojos se distrajeron viendo el movimiento de algo por encima de la cabeza de Livy y gritó—: ¡Tú! ¡Kian! ¿Holgazaneando otra vez? ¿A dónde vas?
Livy se encogió de hombros en reacción al vozarrón de su padre, mientras que quien sea que fuera el tal Kian debió tomarse su tiempo para detenerse, pues su suave y poco entusiasta respuesta tardó más de lo esperado:
—Solo voy a clase, ¿algún problema, entrenador?
—¿Qué clase?
—Historia.
—Perfecto —Sebastian puso una mano sobre el hombro de Livy y la giró con levedad, pero también con suficiente urgencia—, Livy irá contigo. Acompáñala por favor.
Otro carraspeo.
—Entrenador, con todo respeto, creo que no es una buena idea darle la mínima responsabilidad a Kian —intervino Kent y a Livy no le pasó desapercibido el tono condescendiente en su voz.
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Nada especial
Teen FictionSer la oveja negra de la familia definitivamente tiene que ser más divertido que ser la oveja pelirroja.