-Gastrell -dijo Sebastian, elevando un poco el ángulo de la barbilla, a modo de saludo.
Kian inclinó la cabeza.
-Hola, entrenador.
Y se quedaron ahí, mirándose el uno al otro. Sebastian con una tensa seriedad; Kian con una serenidad inescrutable. Hasta que Livy carraspeó, tomó a Kian de la muñeca y se abrió paso hacia el interior, recordándole a su padre que tenía que hacerse a un lado.
-¿Quién llegó, amor...? -vociferó Ginger, medio asomándose desde el umbral de la cocina. Parecía que se había peleado con un costal de harina porque la tenía espolvoreada en un pómulo, la punta de la nariz, el pelo y el delantal que traía puesto mientras sostenía un bol en el hueco del brazo y con la mano libre revolvía su contenido con un cucharón.
En cuanto vio a su hija y a Kian, ensanchó la sonrisa, acercándose.
-¡Hola, cielo! -Le dijo a Livy antes de volverse hacia él- Kian, bienvenido, ¿cómo estás? -Apoyó una mano en su hombro a modo de saludo, pero le dejó la marca blanca de su mano- ¡Ups! Lo siento tanto, espera...
Sin pensarlo, Ginger le pasó el traste con el cucharón a Livy mientras abalanzaba la otra mano para sacudirle la harina a Kian, sin darse cuenta de que también estaba embarrada y solo consiguió espolvorearlo más.
-¡Diablos! -masculló para sí misma.
Livy quería tirarse el bol en la cabeza.
Ginger comenzó a deshacerse en disculpas, restregándose las manos harinosas contra el ya manchado delantal, mientras Kian alzaba las suyas, asegurándole que no había problema.
-¿Qué es esto? -interrumpió Livy, mirando la mezcolanza dentro del bol antes de pasárselo a su madre.
-Ah, galletas. O espero que eso sean... Estoy usando la receta que hacía mi nana -respondió Ginger, no muy convencida de la consistencia que estaba logrando-. En fin, ¿quieren ayudar? Al final pueden lamer la cuchara.
Sebastian carraspeó.
-Livy puede ayudarte, Gin.
-Pero Kian... -empezó a decir Ginger, sin embargo, Sebastian agregó:
-Kian y yo tenemos algo que hablar en el estudio -Le lanzó una mirada significativa a su esposa. Ella parpadeó, confundida, aunque el entendimiento llegó un momento después, recordando las intenciones de Sebastian.
Livy observó la interacción silenciosa de sus padres. Definitivamente esos dos sabían algo que ella no y no le hacía gracia separarse de Kian en ese momento. Se sentía con la necesidad de supervisar lo que sea que su padre fuera a decirle.
-Puedo ayudar a mamá más tarde. Yo también voy a...
-Livy, está bien -murmuró Kian, mirándola fijamente mientras le ponía una mano en el hombro. Una sonrisa ladeada apareció en su rostro, pero no logró un efecto tranquilizador en ella.
-Por aquí, Kian -dijo Sebastian, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón, encaminándose hacia el estudio.
Livy puso una mano sobre la que Kian le había apoyado en el hombro. No quería dejarlo ir, pero él le guiñó el ojo por segunda vez en ese día y en automático su agarre se aflojó. Solo pudo limitarse a ver cómo él le daba la espalda para seguir a su padre.
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Nada especial
Teen FictionSer la oveja negra de la familia definitivamente tiene que ser más divertido que ser la oveja pelirroja.