—No puedo creer que esté diciendo esto pero, por primera vez, se lograron vender todos los boletos para el baile de este año —anunció Clara desde su asiento en la sala de maestros, conteniendo la emoción—. Al parecer vendrá mucha gente fuera de Dancey High.
—Perfecto, ¿cómo va la decoración? —preguntó Kent, de pie, recargando las manos sobre la cabecera del escritorio mientras se dirigía a un grupo sentado en el otro extremo. Ellos se miraron entre sí y sonrieron satisfechos.
—Todo listo, el gimnasio estará cerrado hasta el día del baile, para que no se arruine la sorpresa.
—Bien, lo demás también ya está en orden —continuó Kent, anotando algo en un portapapeles—. Este ha sido nuestro mejor año en cuestión de organización —dirigió la vista hacia Livy, quien estaba sentada a su derecha—. Creo que nos has traído suerte —Guiñó un ojo en su dirección y ella quiso enterrar la cabeza al ser consciente de que aquel gesto tenía público.
Más de una semana había pasado y el baile estaba a unos pocos días de distancia. Fuera de eso, no había muchas novedades, o quizá, pensándolo bien, las que había resultaban ser bastante decepcionantes.
Kent continuaba enviándole señales confusas, como aquel guiño, pero así como un día mostraba acercamientos coquetos, otros mantenía una distancia y un trato cordial hacia ella, como si fuera...
Como si ella no fuera nada especial para él.
Y de pronto, ahí estaba de nuevo, un guiño, un comentario halagador, un roce de manos, un toque en su hombro. Pequeños acercamientos que por un momento se sentían con grandes significados. ¿O era una ilusión? Ella ya no lo sabía.
Durante el tiempo que pasaron a solas, identificó que hubo muchas oportunidades en las que Kent pudo haberle pedido acompañarlo en el baile, si hubiera querido invitarla, claro. Cosa que hasta ese día no había pasado, y ella tampoco tenía el valor suficiente para invitarlo.
Cada día, el ánimo de los alumnos en general parecía elevarse con la cercanía del baile, pero el de Livy comenzaba a apachurrarse.
Por otro lado, su conversación con Kian la había dejado tan afectada que ahora era más consciente de que tenía que alejarse de él, no tanto por el miedo, sino porque tenía más certeza de Kian odiándola, que de Kent queriéndola.
De alguna manera, durante las últimas semanas, una de sus mayores fuentes de estrés fue tener que estar pendiente del dichoso Kian para anticiparse y evitarlo. Aunque aquello no siempre funcionaba porque de todas formas se encontraban en Historia Británica o la fila de la cafetería de vez en cuando. Incluso así, ella trataba de ignorarlo, a pesar de que en ocasiones sentía la fuerza invisible de su mirada sobre ella. Se preguntó si acaso a él le divertía verla batallar.
Sin duda era un gran consuelo cada vez que se atravesaban los fines de semana, porque así Livy podía descansar de sus conflictos en la escuela.
Sin embargo, no contaba con que, para el sábado por la tarde, el timbre de la casa de los Gellar resonó y ella era la más próxima a la puerta.
La sonrisa que Allen compuso cuando la vio, era de comercial.
—¡Tadáaa! —-exclamó él, quitándose los lentes de sol. Livy alzó una ceja.
—Hola... ¿qué haces aquí? —preguntó ella, mirando incrédula cómo Allen le pasaba una mano sobre el hombro mientras se abría el paso dentro de la casa. No le quedó más remedio que seguirlo, hasta que él llegó frente a las puertas del salón y giró sobre sí mismo con las manos en la cadera, fijándose en la confundida Livy.
—Tenemos una misión —dijo Allen, enganchándose los lentes en el cuello de su camisa—, vengo a llevarte de paseo.
—¿Okey? —Livy se rascó la cabeza— Y... ¿no tienes una novia para eso, o algo así?
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Nada especial
Teen FictionSer la oveja negra de la familia definitivamente tiene que ser más divertido que ser la oveja pelirroja.