Capítulo 34: Todo

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Dormida, Livy se dio la vuelta en la cama.

Estaba teniendo el sueño más prohibido y sensual de su vida, cuando su mano aterrizó inconsciente sobre piel lisa y cálida. Los dedos se le curvaron por el placer de sentir algo tan suave.

Pero una campana de advertencia sonó en el fondo de su mente, haciéndola abrir los ojos de súbito.

Su mano se apoyaba sobre un pecho desnudo y masculino, y los ojos de Kian la contemplaban perdidamente, como si estuviera viendo el amanecer más espectacular.

Livy parpadeó, tratando de deshacerse de la niebla de aquel sueño. De inmediato, sus ojos se movieron alrededor de la habitación desconocida. Por los pósteres que no eran sus pósteres; las fotos que no eran sus fotos; las sábanas que no eran las que ella usaba; y su cuerpo, sintiéndolo desnudo debajo de esas sábanas, y debajo del peso del brazo que Kian tenía descansando sobre la cintura de ella.

Medio recargado sobre un codo, él esbozó una sonrisa perezosa cuando sus ojos volvieron a encontrarse.

Oh. Dios.

No había sido un sueño. Ella y él realmente...

—Hola —murmuró Kian.

Livy lo observó, pestañeando.

—Ho-hola...

Los dedos de él le recorrieron el borde de la oreja, enganchándole detrás un mechón de cabello.

—¿Cómo te sientes?

La pregunta la hizo sonrojarse.

—Bien, muy bien —respondió ella, sorprendida de lo cierto que eso era. No tenía idea qué era lo que podía esperar durante y después de haber hecho el amor con él. Todo era igual y diferente a la vez, pero definitivamente se sentía..., estupenda. Viva. Su corazón estaba lleno.

Para demostrárselo, se deslizó hacia arriba para alcanzar sus labios, pero el sonido electrónico de una alarma la detuvo antes de llegar a su destino.

—¿Qué es eso? —preguntó ella, poniendo su respiración en pausa.

—La alarma de Gil —Kian deslizó una mano debajo de la barbilla de Livy para ser él quien la acercara.

—¿De qué hora? —Seguía tan paralizada que Kian paró, mirándola fijo.

—Las cinco.

Ella soltó una exclamación aguda y la cama comenzó a menearse en su intento por desenredarse de las sábanas. Su cuerpo todavía latía por todas partes, como señales de lo que había hecho, pero las ignoró todas, entrando en pánico.

—Estoy muerta —exhaló ella, logrando pasar por encima de Kian, bajando de la cama de un salto poco elegante.

—No, pero algún día —Él se giró sobre el colchón para seguir con la mirada los movimientos frenéticos de Livy. Ella se alisaba el cabello, apartándolo de su rostro para buscar en el suelo la ropa que traía puesta.

—No, Kian, hoy me muero —Ah, ahí estaba su ropa interior. Ahora, ¿dónde demonios estaba lo demás...?— Mis padres van a matarme si no me ven en la casa.

Durante un instante, él no dijo nada. Livy estaba tan preocupada buscando su ropa que no se dio el tiempo de girase para ver su expresión.

—¿Te saliste a escondidas para venir a buscarme?

La pregunta retumbó detrás de ella, pero Livy no podía saber si había regaño o desconcierto en su voz. No estaba preparada para saberlo, así que simplemente se limitó a asentir con la cabeza, agachándose para recoger los leggins.

Nada especialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora