Una sonriente chica fue quien les abrió la puerta. Las miró de una en una y luego:
—¡Candice!
—¡Loren!
Ambas se apresuraron a encontrarse, y se saludaron acercando ambas mejillas, sin tocarse, haciendo un sonido de beso en el aire.
Livy y Elsie intentaron sonreír a manera de saludo hacia la desconocida, quien se puso detrás de ellas y las hizo pasar, mientras Candice las presentaba por sus nombres.
—Loren, encantada, pónganse cómodas, el mini bar está por allá —señaló un punto con la copa de vino que sostenía en la mano—. Ben no ha llegado, ni el resto del equipo, pero ya no deben tardar, el resto estamos en la sala de estar.
Livy escuchó a esa chica sin prestarle la mucha atención. Estaba más ocupada sintiendo los nervios electrificados, mirando alrededor como si acabara de entrar a la boca de un lobo.
El lugar, sin todas las personas de la última vez, lucía muchísimo más espacioso e iluminado. En aquel recibidor había arte y esculturas de las cuales no se percató antes, pero sin duda también había mucho que sí reconocía y recordaba. Las puertas acristaladas que daban paso al jardín; si se inclinaba un poco, podía alcanzar a ver una esquina de la piscina. El candelabro moderno que colgaba del alto techo, y la escalera curva; la misma que ella había subido medio corriendo, medio a rastras, cuando tuvo su persecución con Allen.
Una hermosa alfombra azul recorría un tramo hasta lo que parecía ser la entrada a la sala de estar, de la cual provenían risas escandalosas y conversaciones. También sonaba algo de música en el fondo, pero no era tan estridente como para hacerle retumbar los oídos.
Le sorprendió tener la sensación de que aquella parecía ser una fiesta más privada y tranquila que la anterior. Sin embargo, por lo que recién había escuchado, el equipo de rugby aún no llegaba. Quizá la historia se volviera diferente una vez que ellos se aparecieran.
Escuchó a su espalda un silbido, proveniente de Elsie.
—Entonces, ¿dices que aquí vive el Señor de las Tinieblas? —dijo, poniendo los brazos en jarra mientras giraba sobre su lugar, observando todo—. Nada mal, eh, nada mal. Cien puntos para él.
Livy se abrazó a sí misma, nerviosa. Ni siquiera se dio cuenta de en qué momento Loren las había dejado solas.
—A ver, ¿cómo está eso de que Kian vive aquí? ¿Cómo lo sabes? —indagó Candice, alzando las cejas.
—Porque aquí fue donde ocurrió la última fiesta que les conté. Lo encontré arriba, en una habitación... lo que creo que es su habitación —explicó, mirando escaleras arriba con cautela, como temiendo que pudiera hacerlo aparecer de repente si se quedaba mirando directamente.
Candice cruzó un brazo, llevándose la mano libre al mentón.
—Qué raro, hasta donde sé, Ben vive aquí —dijo a media voz, pero al sentir las miradas confundidas de las otras dos, levantó la vista y explicó—: Ben es delantero en el equipo de Oxford y esta es la casa de su familia. Sinceramente no sé qué podría estar haciendo Kian en este lugar.
—¿Tal vez sean hermanos? —aventuró Elsie.
Candice negó con la cabeza.
—Ben es hijo único. ¿Segura que Kian estaba aquí? —Miró a Livy, y esta dudó un instante, pero finalmente asintió—. Pues ya no sé qué más decirte. A lo mejor era un invitado y estaba haciendo de las suyas en el piso de arriba.
Livy inclinó la cabeza, considerándolo. Necesitó mirar un tanto más a su alrededor.
Nada. Nada ahí sugería la presencia de Kian. No había fotos ni nada que pudiera dar señal de que él habitaba esa casa, pero aun así, se recordaba dentro de aquella habitación, y la familiaridad con la que él se movía en ese lugar, como si fuera suyo, su espacio.
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Nada especial
Teen FictionSer la oveja negra de la familia definitivamente tiene que ser más divertido que ser la oveja pelirroja.