Livy arrojó una enorme maleta de viaje y una bolsa de lona a la cajuela, haciendo malabares con todas las cosas que su madre ya había metido.
En los viajes, Sebastian siempre se quejaba de que aquellas dos cargaban con demasiadas cosas solo "por si acaso", pero por suerte, él no estaba ahí para darles una lección de economía del espacio-tiempo y cuando Ginger se acercó a la cajuela para arrojar el último de sus bolsos y cerrarla, ella y Livy intercambiaron una mirada cómplice.
Como cada año, en ese viaje Sebastian viajaría en el autobús con su equipo, mientras que ellas dos irían en el auto y se alcanzarían en el hotel.
Cuando Livy despertó, su padre ya no estaba. Al parecer se había ido desde las cinco de la mañana, de modo que ella ya no pudo verlo para despedirse, pero durante toda la mañana estuvo recibiendo mensajes de él recordándole una y otra vez que se pusiera el cinturón de seguridad y que le recordara a su madre ponérselo. Seguramente a ella también la estaba acosando por mensajes, pero al parecer a su madre le gustaba aquello porque no dejaba de sonreírle a la pantalla de su teléfono durante el desayuno.
El camino en carretera duraba poco más de dos horas, aunque se extendió a casi tres contando las veces en que se detuvieron al baño en una gasolinera, o Ginger tenía que detenerse en algún terraplén para comprobar que el GPS no la estuviera llevando por otro lado; cosa que sucedió, pero solo por diez minutos hasta que se dio cuenta de que las señalizaciones del camino no coincidían con su destino.
Cuando por fin llegaron a Brístol, Ginger tenía ganas de arrancar el GPS y aventarlo por la ventana. Livy tuvo que sacar el localizador de su teléfono para darle indicaciones a su madre hacia el hotel.
Gracias a las fotos que había en el buscador, Livy fue capaz identificar el lugar cuando comenzó a asomarse el edificio de cinco pisos y arquitectura victoriana ubicado en el centro de la ciudad.
Por dentro, Ginger estaba deseosa de besar el suelo, pero por fuera debía ser una adulta y saludar amablemente al valet parking y al botones que se acercó con un carrito dorado para cargar sus maletas dentro de la recepción.
—Justo a tiempo —le murmuró Ginger a Livy, soltando un suspiro mientras comprobaba la hora en los elegantes relojes colgados tras el mostrador—. Son las diez con quince. El autobús es más lento que el coche, así que tu padre ya debe haber llegado, o está a punto de hacerlo. Vi algunos autobuses aparcados en la orilla.
Livy asintió, viendo distraídamente la mano de su madre firmando un recibo. Después, un fuerte pitido de silbato la hizo pegar un respingo y miró sobre su hombro, entornado los ojos porque todo estaba a contra luz y solo alcanzó a ver un grupo de jóvenes vistiendo todos iguales con una camiseta fosforescente apelotonándose en la entrada.
De inmediato dejó de darles importancia y volvió la vista a la letra de su madre. Lo único que pensaba era tumbarse en la cama con urgencia, averiguar si había buffet de postres para asaltarlo y después nadar en la piscina. Brístol era una ciudad fresca, pero a esas alturas del año el frío comenzaba a sentirse, por lo que se invadió de alivio al investigar el hotel y descubrir que tenía piscina de interior.
Tal vez los postres podrían esperar. Le urgía más un chapuzón.
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Nada especial
Teen FictionSer la oveja negra de la familia definitivamente tiene que ser más divertido que ser la oveja pelirroja.