Capítulo 13: El buzón de las sonrisas

6.1K 907 2.1K
                                    

Candice no vino hoy. Dime que no la secuestraste

Livy le dio «enviar» a su mensaje, y en unos segundos Allen apareció en línea. Después esperó mientras duraba el «escribiendo...»

Sí, cómo no. Está aquí a mi lado, en la cama. De hecho, te manda saludos

Livy rodó los ojos y comenzó a buscar en su colección de stickers hasta que encontró el de un perro chihuahua enojado.

Jajajajajajaja

De pronto, él se desconectó, provocando que ella resoplara por la nariz.

Ya, Allen Cristopher Gellar, dime qué pasó

De nuevo en línea, pero esta vez, grabando un audio

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

De nuevo en línea, pero esta vez, grabando un audio. Livy miró a su alrededor. Estaba en clase de Química, esperando que llegara la profesora, pero había suficiente ruido de conversaciones como para escuchar el audio a gusto, de modo que hurgó en su mochila hasta encontrar unos audífonos rosas que estaban al fondo enredados.

Al reproducir la grabación, lo primero que llegó a sus oídos fue la risa baja de Allen.

—Tranquila, primita. Sí la subí a mi auto, pero no para lo que crees, mujer pervertida. Solo la llevé a su casa porque ya estaba bastante indispuesta. Después de que te vi pude alcanzarla junto a la mesa de bebidas y estuvimos hablando un buen rato, pero creo que los refrescos tenían alcohol y bueno... Yo solo me mareé un poco, pero ella se estaba cayendo encima de mí y tardé media hora tratando de sacarle su dirección. Es todo, que tengas buen día, gracias por llamar a servicio al cliente.

Livy frunció una ceja y comenzó a grabar un audio.

—¿Y luego qué? ¿Qué piensas hacer?

Él volvió a responder con otro audio.

—Pues tú qué crees, lo más lógico, voy a invitarla a salir.

—Dios te ampare, creo que a ella solo le gustan las piedras...

En ese momento, la puerta del aula se abrió y todo el salón se paralizó, hasta que vieron que no era la profesora quien entraba, sino Kent.

En automático, Livy se arrancó los audífonos uno a uno sin quitar la mirada de él. Lucía apresurado y se retiró de la frente los mechones revueltos por el viento mientras se situaba frente a la clase, sentando media pierna sobre la esquina del escritorio.

—Buenos días chicos, dos avisos. El primero: la profesora Doris está enferma y no podrá llegar el día de hoy... —los vítores se levantaron en el aire, interrumpiéndolo, hasta que él alzó una mano para apaciguarlos—, pero enviará las actividades, así que revisen su correo electrónico antes de que termine la hora —Esta vez, algunos quejidos compungidos se escucharon—. Lo segundo: el club cultural, como todos los años, acaba de instalar «el buzón de las sonrisas». La idea es fomentar un buen ambiente entre todos nosotros, así que, si quieren escribirle un mensaje positivo a otra persona pueden hacerlo y depositarlo en el buzón que encontrarán fuera de la oficina de administración. Puede ser escrito a cualquiera que pertenezca a Dancey High, desde alumnos de cualquier grado, los profesores, directivos, personal de administración o de limpieza. Cuentan con una semana para enviar todas las cartas que quieran, pero todos los días los miembros del club se encargarán de enviarlas dentro de los casilleros de los que hayan recibido un mensaje. Ah, y está de más que les diga que no se permiten cartas vulgares, ni amenazas de muerte o extorciones. Si llegan a recibir algo así, deben reportarlo a la oficina, ¿dudas?

Nada especialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora