Capítulo 31: Vacío

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Temprano al día siguiente, mientras Livy hacía su rutina de sacar y meter libros del casillero, una sonrisa automática se formó en su rostro cuando sintió un dedo golpeteando sobre su hombro.

Pero la sonrisa, aunque se mantuvo, perdió parte de su fuerza al girarse y ver que era Gil el que estaba enfrente de ella.

Distraídamente cerró la puerta metálica, deslizando su mirada a los lados en busca de Kian, pero Gil había llegado a ella solo.

—¿No lo que esperabas? —dijo él, con sorna, notando lo que ella estaba pensando.

Livy parpadeó, carburando su cerebro. ¿Dónde quedaban sus modales?

—Ah..., hola, Gil. Es la primera vez que nos encontramos así.

«Que me encuentras», corrigió una vocecita en su cabeza.

Gil esbozó una sonrisa gentil, apoyando las manos en las caderas.

—Sí, y me alegra que por fin sea de frente. No sabes la cantidad de veces que Kian me arrastró a las sombras a las que pertenece para observarte de lejos.

Livy no se esperaba la risa que salió disparada de su propia garganta.

—¿De verdad?

Él meneó la cabeza, reconsiderándolo.

—Sí, bueno, más o menos.

—¿Y dónde está él ahora? —preguntó ella, abrazando su carpeta de apuntes mientras volvía a escanear los alrededores.

Gil soltó un cómico suspiro, pero un dejo de cautela ensombreció sus facciones.

—Sobre él..., me dijo que te avisara que probablemente llegue más tarde, pero te verá en la clase de Historia.

—Ya, gracias, pero... —Las cejas de Livy se fruncieron—, ¿por qué no me avisó él mismo? Tiene mi número.

Gil se encogió de hombros.

—El tonto perdió su celular. Creo que me contactó desde un teléfono público.

Livy asintió, considerándolo. Aunque tenía un montón de preguntas que quería hacer, y un montón de teorías en las que ni siquiera quería pensar, pero no deseaba mostrar la inquietud que le estaba alborotando el estómago. Su alternativa era esperar hasta después de la hora del almuerzo, cuando tocara Historia, para poder encontrarse con Kian y averiguar qué se le había atravesado.

No supo cómo, pero logró regresar la sonrisa a su rostro cuando dijo:

—Gracias, Gil.

—Por nada, mensaje entregado, nos vemos luego —se despidió él, lazando el saludo militar antes de darse la vuelta.

Livy observó abstraída la cola de caballo que rebotaba ligeramente contra la espalda de Gil. Por alguna razón, su corazón tenía un mal presentimiento.

 Por alguna razón, su corazón tenía un mal presentimiento

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