Capítulo 29

42 3 0
                                    

Los cuatros se fundieron en un fuerte abrazo. Todos compartían la alegría de Maximiliano. Su vida comenzaba a tomar rumbo y al final la mentira en la que creía haber vivido no era más que la absoluta verdad. Una verdad que lo llenaba de dicha, una verdad que lo unía a la familia que él tanto amaba.

Maximiliano y Allegra dejan el despacho con apuro. Su risa silenciosa y sus miradas de complicidad demuestra que alguna travesura tramaban. En ellos aún viven esos niños traviesos, vivarachos, enérgicos que daban vida a la hacienda “De Rossi”.

Mientras en el despacho Luciana observa a su marido con reproche. —Debías haberle contado. Él tiene derecho a saber. Todo esto ocurrió por no hablar, debemos contarle —susurró, temía que alguien escuchara la conversación.

—No podemos contarle —refuta Fabricio negando con la cabeza —. Él no lo necesita, está bien como esta.

—Pero…

—Pero nada Luciana. No le contaremos y punto —decreta con la voz firme que lo caracteriza —. Maximiliano ya conoce la única parte de la historia que le interesa saber. Lo demás es insustancial.

El silencio toma protagonismo en el despacho. La pareja no necesita hablar para saber que están pensando. Es una promesa inviolable. Hoy tuvieron que revelar parte de ella, todo por el bien de su pequeño, por su felicidad, por la armonía de sus niños. No podían permitir que la familia De Rossi se fracturara por mentiras.   

—Le prometimos a el señor Máximo y la señora Abba que nunca Maximiliano se enteraría de esto. —Es Fabricio quien rompe el silencio exponiendo los pensamientos de ambos. —Para nuestra sorpresa esa mujer que nuestros niños tuvieron la desgracia de tener por madre hizo cómplice a su hijo de su traición e incluso fue capaz de amenazarlo para que no la delatara. Le hemos contado esta parte de la historia porque no podíamos permitir que continuara viviendo en las mentiras de su madre, pero… —respira profundo llevando las manos a su rostro —no le contaremos más. Es hora de que sea feliz. Que viva sin cargas que no le corresponden. Debe ser libre, amar, sonreír, dejar de preocuparse tanto por todos y por todo. Es hora de que Maximiliano comience a vivir como un joven y deje atrás al adulto que la vida le impuso en convertirse.

—Entonces debemos encargarnos nosotros de eso. ¿Por qué Maximiliano habrá preguntado si Jacob Brown tuvo otro hijo? —pregunta Luciana con la mirada fija en su esposo.

—No sé, pero debemos descubrirlo.

********

Dejo atrás el pueblo de la infancia, la adolescencia y parte de la juventud de mi señorito. Observo con añoranza alejarse la hacienda en donde se queda mi corazón. Si, allá, junto al hombre que amo deje mi corazón, mi alma, mis sueños, mis ilusiones, mi vida entera queda con él. Solo este cuerpo se aleja quedando sin vida. Ahora debo intentar continuar, pero como hacerlo si todo lo que soy, si todo lo que daba sentido a mi existir quedo con él. Como seguir sin él.

Solo me queda esperar, esperar por ser su elección. Esperar porque me extrañe, porque me necesite. Esperar porque solo no haya sido mi corazón el único enamorado. Esperar por que vuelva a mí sin miedos. Que vuelva libre y entregado a mí, así como yo me he entregado a él en cuerpo y alma.

El reloj marca las siete de la mañana cuando nos adentramos en las calles de Milán. La ciudad comienza a despertar con su ajetreo común. Las grandes tiendas y negocios se preparan para abrir sus puertas. La metropolitana ciudad de Milán no descansa ni en domingo. Se mantiene activa, mientras que mis ánimos no corresponden con el dinamismo que esta ciudad insista.

El chofer se adentra en el camino privado a la mansión de mi amigo. Él debe haberle indicado que me trajera hasta aquí. Es que le agradezco, hoy necesito del hombro de mi amigo, de sus consejos y sobre todo de su cariño.

Sin miedo te ElijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora