Capítulo 43

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Tras irse Laura salí del despacho en busca de Mara. Le pedí que preparara una cesta de picnic con un surtido de quesos, aceitunas de Castelveterno, y frutas como el higo, tozos de piñas y mango. Para acompañar no podía faltar un vino producido por la vinícola De Rossi. En esta ocasión nada acompañaría mejor a mi cesta de picnic que el vino blanco espumoso extra brut que mi abuelo creo tras conocer a mi abuela y que lleva el nombre de esta. Es un vino elaborado con una cosecha especial de uvas blancas glera y uvas blancas chardonnay una combinación de sabores exquisita. De por si se tiene una hectárea dedicada a cultivar las uvas que se eligen solo para esta producción. Sin duda es la mejor elección: “Un vino con espumas de amor”.  Ese eslogan lo creo mi abuelo junto al vino y a día de hoy no cambia ni cambiara. Vinícola De Rossi siempre será una empresa por y para la familia como la fundo mi abuelo junto a su mejor y único amigo casi hermano.
Me doy un baño limpiando bien la herida de la mano en el proceso. La cubro con un apósito para evitar el contacto con las partículas del medio exterior que pueda provocar alguna infección. El dolor aún persiste cuando rozo la mano con alguna superficie, pero es algo soportable que no me es ningún impedimento.
Bajo a el salón donde se encuentra Laura sonriente. En el suelo, a su lado, se encuentra la cesta del picnic que le pedí a la señora Mara. Llego junto a mi princesa, la sostengo de la cintura acercándola a mí. Acaricio sus hermosos labios con los míos sintiendo su dulzura embriagarme. 
—Estas hermosa mi princesa —digo detallando el conjunto sencillo, pero que en ella logra lucir con intensidad.
El vestido que luce es de color mostaza con puntos en blanco. Un escote en V que ha logrado hacerme delirar desde el momento que detalle su figura. A partir de la mitad del muslo el vestido se abre dejando que luzca sus botas cafés sin tacón.
—Gracias —responde a mi halago —. Es la primera vez que uso este vestido.
Adoro sus mejillas sonrojadas, su mirada gacha y la forma en que muerde su labio. He aprendido a descifrar sus expresiones y cuando todas esas se unen en un mismo acto significa que esta apenada y que se siente nerviosa. Es una flor que aun sabiendo que su belleza seduce, ilusiona y resplandece por si misma; se hace pequeñita sin darse cuenta lo inmensa que es.
—Todo en ti logra lucir como la prenda más exclusiva de las pasarelas, pero hoy tienes mucho más. Ese más se debe a la felicidad que desbordas. 
Me observa con una amplia sonrisa, dedicándomela a mí, sin dejar de incrustar sus dos pozos azules sobre los míos.
—¿Esa felicidad se debe a este príncipe —pregunto señalándome con mi ego siempre por la estratosfera —, princesa?
—Solo existe un príncipe para esta princesa —habla posando sus manos en mi pecho — y ese eres tu Maximiliano De Rossi.
—Me encanta saber eso Laura, porque acabare con cualquiera que intente robar o siquiera piense en hurtar lo que es mío. —Soy serio y contundente en mis palabras. —Tu eres mía Laura Brown.
Sonríe, pero baja su mirada evitando la mía.
—¿Qué tienes princesa? ¿Por qué la tristeza se asoma intentando opacar tu felicidad?
—¿Eres tu solo de esta princesa Maxi? —pregunta en carretilla y aun sin mirar a mis ojos.
Tomo su mentón haciendo que levante la cabeza. Odio verla anclada al suelo. Siempre altiva y vivaz deseo mirarla.
—Primero necesito que dejes el suelo y mires al horizonte. Nunca bajes la cabeza ante nadie. Princesa tu naciste para un día ocupar el lugar de reina. Las reinas nunca bajan la cabeza ante nadie, ni siquiera ante su rey.
Su sonrisa de mis cosas favoritas de la vida desde que la conocí. Cuando sonríe me envuelve en una espiral de sensaciones que confabulan contra mi estabilidad emocional, pero no me sacan de esa zona acolchonada de felicidad en la cual siempre deseo estar.
—Ahora la respuesta a tu pregunta es que no hay otra princesa en mi vida y si un día llega haberla será porque tú me darás la bendición de convertirme en padre.
Mis palabras son bien sinceras. No me interesa otra mujer a parte de ella. Ninguna otra fémina ocupa mi corazón y mente, muchos menos logra electrificar mi piel haciendo que su lasciva despierte mis más bajos instintos. Solo otra persona se encuentra a su mismo nivel, pero no es princesa, sino princeso.
Siempre cerré las puertas de mi corazón al amor que no viniera de un miembro de mi familia. Siempre hui de las sensaciones, emociones y sentimientos que intentaban calar hondo en mi ser. Vivi siendo frio, distante y lejano con cualquier mujer que intentará derribar los murros que desde muy pequeño construí para no ser lastimado. Llego él y le basto minutos para hacer añicos mi fortaleza. Fue el primero en entrar por la puerta grande de mi corazón como dueño y señor. Dejo mi defensa indefensa y ese fue el momento en que ella ingreso instalándose sin percatarme de su llegada.
—Vamos a nuestro paseo que quiero mostrarte la belleza de esta hacienda.
En ese momento recuerdo que no le pedí a Mara que ordenara que preparan a Sultán. Unos minutos más o menos no cambian nada y más si la espera vale. Extraño mucho a mi mejor amigo de cuatro patas.
—Nos retrasaremos un poco más Laura. —Aviso a mi princesa mientras tomo la cesta de picnic. —Debo ir a las caballerizas a preparar mi cabello para el paseo.
Al terminar de hablar Laura iba decirme algo, pero la voz de Mara la interrumpe.
—Señor De Rossi no es necesario. Hace un rato ordene que prepararan a Sultán. El caballo se pondrá bien contento cuando vea que es usted quien lo sacara a pasear.  
—Gracias Mara a usted no se le pasa nada.
—Es toda una vida aquí junto a la familia De Rossi. Sé cuánto extraña a Sultán y lo que le gusta salir a pasear con él.
—Cuanta verdad hay en esas palabras. Muchas gracias —digo a la señora mara y esta se despide caminando hacia la cocina —. Ahora si nos vamos en busca de mi amigo para que nos lleve a recorrer la hacienda.
Tomo a Laura por la cintura pegándola a mí y caminamos hacia la puerta trasera de la hacienda rumbo a las caballerizas. Como dijo Mara Sultán esta ensillado y esperándome amarrado al poste mientras bebe agua. Camino acercándome un poco más, pero dejando una distancia prudencial para Laura. Sultán no la conoce y antes debe de hacerlo. Lo mejor es que me acerque primero a saludar para que mi amigo este feliz a la hora de presentarle a mi princesa.
Cuando llegue a dónde está mi caballo este nota mi 'presencia dejando el bebedero. Mi observa percatándose de mi presencia y comienza a relinchar alzándose de la alegría.
—Hola amigo —digo acariciando su cara cuando baja para darme la bienvenida —Yo también te he extrañado mucho. Prometo visitarte más seguido.
Sultán entiende mis palabras y relincha de alegría. Es hora de cerrar el dolor y darle paso a la felicidad plena. Al menos dos fines de semana al mes debo visitar la hacienda. Hay muchas cosas de este lugar que necesito y son parte de mí. Sultán es la más importante de ellas. No solo porque es mi amigo si no por el significado sentimental que representa.
—Hoy daremos un paseo amigo. —Mi sultán relincha feliz por la noticia que se hacía evidente —. Tendremos una invitada —anuncio antes de hacerle señas a Laura que se acerque —Sultán te presento a Laura mi novia.
La última palabra la enuncio con una sonrisa en mis labios. Laura posa sus ojos en mi asombrada y dichosa a la vez. No borro mi sonrisa y esa no es más que la confirmación que mis palabras son sinceras.
Tomo la mano de Laura diciéndole: —No tengas miedo. Estoy contigo y Sultán es un buenazo como su dueño.
Acerco su mano a la cara de Sultán, pero sin llegar del todo a esta. Espero porque sea el propio caballo el que dé el paso otorgando el permiso de ser tocado por la suave mano de mi princesa. Si se siente cómodo y Laura le da confianza acedera sino el paseo será a pie hasta el destino previsto.
Sultán con cautela se acerca a Laura dejando su cara bajo el tacto de la mano de esta. Ella intenta alejarse, pero sostengo su mano con fuerza evitándolo. Sultán dio el paso y ella no puede ser la que flaquee o el animal puede hacerle rechazo. Guio el roce de su mano por el fino pelaje en la cara de Sultán hasta que ambos están del todo cómodo con el otro.
Laura se encuentra sola acariciando a mi caballo. Ambos se encuentran cómodos en el proceso. Esto indica que no tendré que ir caminando hasta los viñedos que nos permiten estar a solas en estas fechas.
—Le has gustado a Sultán. Con esto ya es seguro que puedo pedirte matrimonio.
Nos sonreímos cómplices sin dejar de mirar fijo a nuestros ojos. Siento que hoy es el inicio de nuestra unión por siempre y para siempre.  
Desato la rienda de Sultán del poste. Un mozo se acerca para ayudarnos. Yo subo con la agilidad que poseo tras años de práctica. El mozo colca un pequeño taburete para que a Laura le sea más fácil subir. Entre ambos le ayudamos, el abajo y yo arriba. Ella logra acomodarse tras de mí. El mozo le entrega la cesta a Laura y partimos a nuestro destino.
El mejor lugar para tener nuestra cita y momento intimo a solas son los campos donde se cultivan las uvas que se utilizan para el vino espumoso Ada. Este lugar ahora mismo no tiene ningún trabajador son revisados bien en la mañana y aun no llega el momento justo en que deben de ser recogidos los frutos.
Nos dirigimos en Sultán a un galope constante, pero sin prisa. Quiero que Laura disfrute el paseo mientras le comento por los distintos lugares que vamos encontrando hacia nuestro destino. Ella me abraza y sonríe. Su olor se mezcla con la brisa del aire haciendo que se instalen mis fosas nasales. Su pelo acaricia mi piel cuando recuesta su cabeza en mi hombre. Ella es dulzura, tranquilidad, estancia, fragilidad que deseas cuidar de todo y todos.
Llegamos a los campos y me acerco a un árbol que no se encuentra muy lejos de la plantación. Bajo de Sultán de un salto. Lo guio hasta el árbol amarrando sus riendas a este.
—Princesa llegamos al lugar que será el principio de nuestro todo —digo quitándole la cesta de sus manos y dejándola en el suelo para luego ayudarla a ella a bajar de Sultán. 
No sé por qué ese pensamiento no sale de mi cabeza. Allí esta y pensarlo solo me hace feliz.
—¡Que hermoso! —comenta Laura observando los viñedos ante ella —. Es magnífico ver este verde brillar con los rayos del sol. Es una maravilla la naturaleza.
—Sí que lo es —confirmo su comentario abrazando a su cintura desde su espalda —, pero lo más bello de este lugar y en este momento eres tú.
Giro su cuerpo con sutileza quedando frente a frente. Acaricio su rostro con suavidad sintiendo su tersa piel bajo las yemas de mis dedos. Ella sonríe dándole vida a mi corazón. Su sonrisa es un rayo de luz que continúa iluminando mis apagados sentimientos.
Se acerca a mi apoderándose de mis labios y la dejo. Dejo que juegue conmigo y disfrute de mi boca, de mi esencia, así como lo hago yo. La danza entre nuestras lenguas comienza entrelazándose en un acompasado tango. Es una combinación férrea de hambre, deseo, anhelo, amor y lujuria incontrolable. Sus manos se cuelan por debajo de pullover acariciando mi torso. Logra que mi piel se erice tras sus suaves pero profundas caricias. Sus manos llegan a mi pecho acercándose a mis pezones una zona que es demasiado sensible en mi cuerpo. Paro su acto y detengo su beso antes de que esto tome niveles que aún no debe. Todo será, pero con calma quiero disfrutarla y que me disfrute. Quiero que esta sea una experiencia inolvidable para ella.
—Vamos sin prisas princesa —digo besando sus manos sin dejar su mirada —. Todavía nos queda mucho tiempo para disfrutar.
Ella con el cielo azul que es su mirada sobre mí me sonríe y no solo con sus labios si no con todo su ser. Es algo que noto. Su transparencia me hace descifrarla en todo momento y es algo que me encanta. El saber que no hay secretos, que no hay medias palabras, que como la veo y a siento ella se me hace sentirme demasiado afortunado. No creo que merezca tanto y estoy seguro que todo ha sido obra de mis abuelos que dé desde donde están reunidos con mi padre mueven todo por nuestra felicidad.
—Quiero ser tuya en todos los sentidos Maximiliano. Quiero que me marques y estar siempre atada a ti.
—Eres mía en todos los sentidos aun sin haberte marcado de ese modo que deseas. No me hace falta eso Laura porque tu cuerpo se ha entregado a mí por decisión propia y eso nada ni nadie lo cambiara.
Ella sonríe y le correspondo. Este momento es casi perfecto. Seria mágico si estuviéramos los tres. Los necesito ambos y voy hacer lo que sea para tenerlos. A un de Rossi nada se le niega. Sé que con Laura todo ser a más sencillo por eso mi estrategia será centrarme en él, en mi hombre.
—Vinimos a un picnic así que no lo retrasemos más.
Laura asiente sin soltar mis manos. Acerco su cuerpo al mío y beso su cabello. Alzándola en el aire después produciéndose una carcajada de su parte que me contagia en segundos.
Tomo la cesta. La abro para sacar el mantel colocándolo en el suelo debajo de una sombra que brinda el árbol. Laura me ayuda sacando los alimentos de la cesta y ubicándolos de una manera muy femenina y delicada como es ella.
Nos sentamos sobre el mantel de cuadros rojos y blancos. Yo recostada en el árbol y Laura entre mis piernas. La quiero muy cerca de mí. No sé qué me pasa, pero siento muchas sensaciones raras. Es una mezcla de felicidad, con miedo, con anhelo, con ilusión, con preocupación es difícil de entender así que opto por vivir el momento y no dejar que mi cabeza medite más allá.
Laura se apoya en mi pecho y yo hago que su culo esté más cerca de mi entrepierna en un solo movimiento. Quiero que sienta como mi hombría va creciendo por ella debajo de la tela de mis pantalones.
—¿Comemos? —pregunta mirándome con la cabeza de lado mientras lleva una uña a su boca y la muerde bajando su cabeza y sonrojando sus mejillas.
Es tan dulce e inocente que me provoca profanarla y ensuciarla como no tiene ella la menor idea. Hay tantas cosas que mi sucia mente se imagina y que hare realidad. Mi princesa a los ojos del mundo. Mi puta princesa en el resguardo de nuestra intimidad.
«Tan puta que la quiero». Pienso y una sonrisa perversa se hace presente en mi rostro.
—Daria lo que fuera por saber qué piensas —dice ella devolviéndome a esta realidad.
—Lo sabrás en su momento —hablo sincero porque ese es mi propósito —. Es lo único que puedo decirte por ahora. 
—Con saber que estás dispuesto en hacerme parte de más que tus deseos me llena de mucha felicidad y es el principio de todo lo que desearía construir a tu lado.
—Laura si todo sale como deseo tendremos un hermoso futuro, princesa.
Miro sus ojos anhelando que me da la respuesta que deseo para que seamos felices. No lo obtengo y es que ella no se imagina ni un poco de lo que es la realidad que deseo para nosotros. Solo espero no equivocarme y ser suficiente para ambos.
—Confía en mí. —digo mirándola a eso ojos que son mi cielo y me fascina verlos perdidos en los míos. 
Tomo dos copas de la cesta y se las doy a ella. La botella del vino espumoso la descorcho suave evitando que se derrame el delicioso néctar en su interior.
—Aunque dudes en algún momento de mi o de lo que pueda sentí por ti te pido que siempre tengas presentes mis palabras, pero sobre todo mi forma de actuar a tu lado.
Hablo mientras lleno la dos copas. Dejo la botella a un lado tomando una de las copas. Debo sellar nuestra unión. Necesito que entienda de todas las formas que es real, aunque deba elegir en otra dirección en estos momentos.
—Este que ves es el hombre que te ama. —Alzo mi copa para que ella mi siga. —Quiero brindar por un amor que hoy sellamos de una forma que ni nosotros mismos ahora entendemos —hablo dejando al descubierto esas sensaciones raras que me invaden —. No me preguntes porque no se explicar, pero siento que hoy nos unimos de una forma que será para siempre incluso más allá de la vida.
—Te amo Maximiliano De Rossi —dice ella chocando mi copa.
—Te amo Laura Bronx —respondo antes de beber ambos sin dejar nuestras miradas.

Sin miedo te ElijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora