Capítulo 36

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Le informe al doctor de mis planes y me dijo que no existía ningún inconveniente para que mi padre viajara en helicóptero. En cambio, me dijo que era la opción más acertada debido a que un viaje por carreta sería muy cansado para él. Lo mismo había pensado yo. Luego me comunique con el amigo del señor Fabrizzio y me comunico que el helicóptero estaba a mi disposición para cuando quisiera. Que no se había movido de la pista en ningún momento. Le agradecí por su ayuda y le dije que viajaría mañana temprano. Prefería que mi padre hoy descansara en su casa. Acababa de salir del hospital para hacerlo viajar. Así que pasaría un día más en mi pueblo de la infancia.

Hacíamos el camino del hospital a la casa luego de que le dieran el alta a mi padre. Me sentía feliz al ver que mi presencia no le incomodaba. Incluso me preguntaba sobre mi trabajo y mi vida en Milán, siempre evitando el tema sentimental. Tampoco había mucho que contar.

Al llegar ayude a mi padre a bajar y entramos todos a casa. El olor a asado en cazuela de la señora Alfonsina inundaba la estancia. Ella nos recibió con su habitual algarabía y diciéndonos que en unos minutos podíamos comer. Mi madre con rapidez se cambió y se dispuso a ayudarla. Con esas dos bellas mujeres en la cocina platillos deliciosos degustaríamos.

La comida transcurrió entre preguntas interminables de mi madre sobre todo el tiempo que hemos estado separados. Sonreía al ver el orgullo en su ojos al contarle todos mis logro como estudiante y profesional. Mi padre también se veía orgulloso aun cuando intentaba no expresarlo. Después de tantos años estaba reunido con mi familia. Compartiendo con mis padres sin sentirme una vergüenza para ellos. Volvía a ver amor y orgullo en sus ojos hacia a mí. Rogaba al cielo porque estos momentos no dejaran de repetirse

Sabía que en el momento que una persona entrara en mi cotidianidad, esto se me derrumbaría. Mi perfecta felicidad junto a mis padres se convertiría en un espejismo. Me preguntaba si estaba dispuesto a volver a perderlos. Si era capaz de renunciar al amor de una pareja por tenerlo de nuevo junto a mí. Quizás sí. Quizás no. Eso dependía de él. Aun teniéndolo lejos mi corazón se negaba a abandonarlo. Convertía mi mente en una secuencia de imágenes de cosas vividas con él cuando estaba despierto y de cosas que deseaba vivir junto a él cuando mi conciencia me abandonaba.  

Luego de cenar comporta tiempo con mi padre en la terraza de la casa. Jugamos a las damas, logrando ganarle solo una vez. Seguía siendo tan bueno como recordaba. Luis se integró a nuestro juego en donde mi padre y yo nos convertimos en sus maestros en este juego de mesa. Fue de las mejores tardes de mi vida. Mi madre se nos unió con anécdotas de mi infancia. Era un momento mágico aquel y deseaba congelarlo. A la hora de cenar volvimos adentro y volvimos a degustar maravillosas delicatesen. Mi padre al terminar pidió ir a descansar y con premura me dispuse ayudarlo. Quería disfrutar de él hasta el último segundo. Todos estos años mi añoranza había crecido infinidades. No perdería la mínima oportunidad de estar junto a él. Todos seguimos los pasos de mi padre y descansamos. Mañana despertábamos tempranos para viajar a Milán.

En la mañana mi madre fue la primera en levantarse recibiéndonos todos con el desayuno listo. Deguste de sus ricos panques de frutas, leche caliente y un beso mañanero que hace muchos años no recibía. Le dije que hicieran una pequeña bolsa con lo esencial. En Milán me encargaría de comprarles todo cuanto necesitaran. Ayer había llamado a Antoine y hospedaría a mis padres hasta que cerráramos el contrato de la casa y esta estuviera lista para que ellos la habitaran. Mi amigo siempre dispuesto a tenderme una mano en cualquier situación. Lo sentía parte de mi sangre, era casi un hermano.

Nos encontrábamos abordando el helicóptero. Mi madre nerviosa por subirse a que aparato volante como opto por llamarle. Mi padre que no dejaba su espíritu aventurero y disfrutaba vivir esta nueva experiencia. Le agradecí al señor Adriano por su hospitalidad y atenciones. El hombre le restó importancia y nos dijo a todos que éramos bienvenidos en su rancho siempre que quisiéramos.

Sin miedo te ElijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora