Capítulo 8

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Postura tensa, brazos cruzados a la altura del pecho, ceño fruncido, mirada inquisitiva, respiración acelerada, labios presionados; cada una de sus expresiones demostraban irritabilidad, indignación y disgusto; siendo evidente que yo era el causante de su malestar. Mi mente sospechaba con total seguridad cuales eran los motivos de su bravura. Mis piernas avanzaron lentamente recelosas y con el temor de que sus palabras me hicieran retroceder mis actos. Al llegar a ella no dejo que la abrazara, besara, o que mis labios emitieran algún sonido. Sus palabras salieron atropelladas de su boca era evidente que llevaban horas atascadas en su garganta.

— ¿Por qué dejaste el proyecto de tu hermana en manos de otro? —vocifero mi pequeña Allegra, enfatizando algunas palabras —. Eres mi hermano y quiero que estés al cien por ciento implicado en este proyecto. Es muy importante para mí. Espero Maximiliano De Rossi Suárez que la próxima vez seas tú el que nos reciba. No quiero escusas, no quiero saber de otros compromisos, somos hermanos y nos juramos que estábamos por encima de todo y de todos. Espero que no se te haya olvidado. —Sus palabras se clavaron como daga en mi corazón. El juramento entre nosotros era inolvidable e inquebrantable.

—Lo siento mi girasol, pero es mejor que Paolo se encargue... —Otra vez sus palabras atropelladas tomaban protagonismo.

—No Maximiliano, quiero que seas tú. A ver, ¿porque es mejor que se encargue Paolo? —cuestiona —. No entiendo, dame un motivo y trata que sea suficiente para dejar en manos de otro el proyecto de tesis de tu única hermana. —Cómo explicarle que los motivos de mis actos no son más que cobardía, vergüenza y confusión por experimentar sensaciones tan intensas y libidinosas por su maldito tutor.   

—Tengo mis razones. No puedo comentártelas, es complicado. Lo siento mi girasol pero no estaré presente en las reuniones. El señor Cavalli y yo no tenemos las mejores relaciones. —Toma la palabra sin darme tiempo a terminar. Su enojo ha aumentado varios decibelios, se le ve por cómo se le contrae cada musculo de su delicado rostro.

—No lo creo. Miguel solo tiene elogios para ti, que eres muy trabajador, inteligente, agradable, emprendedor. Además dice que en la comida aquella tarde la pasaron magnifico. Sabes hermanito —murmura acercándose —, creo que le gustas al profesor. —Las orbitas de los ojos quieren salírseme disparadas y mi cuerpo se tensa. —Es eso. Te diste cuenta y no quieres tenerlo cerca. No pensé que fueras homofobo. El profesor Miguel, si, es gay pero es muy respetuoso. No lo puedo creer, todo esto porque es gay —Al llegar a tal conclusión la expresión de mi hermana paso del enfado a estar perpleja. Su mirada comienza a impacientarse. —Habla Maximiliano.

—Allegra tu sabes perfectamente que yo no soy así. No discrimino a nadie por ningún estereotipo social —digo convencido de mis palabras. Mis motivos son otros. El problema no es el, sino yo.

—Entonces, ¿cuál es el problema? No lo entiendo. —La ira vuelve apoderarse de su pequeño cuerpo.

—No puedo, estoy ocupado con un nuevo contrato. Qué más da quien los atienda. Al final de cuentas yo revisare el proyecto sin mi aprobación no se llevara a cabo —replico elevando mi voz inconscientemente.

—En la próxima reunión seremos atendidos por ti, así que reorganiza tu apretada agenda —ordena para luego dar media vuelta caminando hacia la escaleras que dan a las habitaciones.

Cada palabra que enuncio mi hermana ha dejado mi mente pensativa. Divago las pocas opciones que tengo. Si no atiendo personalmente su proyecto mi hermana no me lo perdonara y yo tampoco. Pues ni modo, tendré que enfrentarme nuevamente a ese hombre, solo tengo que demostrar indiferencia. El recibidor es inundado por la melodía de mi teléfono anunciando un nuevo mensaje.  

(Hola guapo, llegue a casa y no pude dejar de pensar en ti, me duele el culito, me debes unos masajes, podemos quedar un día de estos para tomarnos algo)

Sin miedo te ElijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora