Capítulo 23

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Salgo como alma que lleva el diablo del despacho. Miguel intenta frenarme. Grita y usa toda su fuerza, pero no escucho, no quiero hacerlo. Mi mente nublada solo piensa en las mil y una formas en que le romperé la cara a ese imbécil. Es un traicionero, un mentiroso. Amigo, decía ser mi amigo y mientras se acostaba con mi hermana a mis espaldas. Como no le basto con eso, la maltrata, la humilla y la convierte en su amante. Tiene la cara más dura que el concreto. Fue capaz de decirme que él no sabía que le pasaba a mi hermana, cuando él es la maldita razón de todo su sufrimiento.

Lo busco en el salón, en el comedor, en la cocina, en todas las habitaciones de la planta baja y no lo encuentro en ninguna parte. Voy a la terraza donde están todos conversando y llego a donde esta Leandro agitado y enervado. Se me nota en mi respirar, en como presiono los puños, en la rapidez en que mi pecho sube y baja.

—¿Dónde está?

Leandro me mi mira con las cejas levantadas y la boca a medio abrir. No debe saber nada por su actitud, pero prefiero no confiar. Lo hice con ese y me traiciono de la peor forma.

—¿Dónde está tu amiguito? —grito y mi respiración se acelera aún más.

—¿Paolo? —Hace una mínima pausa para seguir —No sé. ¿Por qué lo buscas y de esa forma tan alterado?

—Eso a ti no te importa —le grito a lo que Leandro me mira perplejo por mi actitud tan grosera —. Si no vas ayudar no preguntes.

Observo con detenimiento al resto de las personas que se encuentran en la terraza y me percato de algo. No está mi hermana. Ella tampoco está por ninguna parte. Ese fue capaz de buscarla en mi propia casa, delante de mis narices. «Eso lo lleva haciendo por siete años, estúpido», dice mi conciencia.  Eso, eso es lo que he sido todo este tiempo, un estúpido, imbécil, incrédulo. Confié maldita mierda confié, después de que jure a la tumba de mi padre que jamás confiaría en nadie que no fuera mi hermana o mis abuelos.

Busco con la mirada a mis padrinos, los localizo. Conversan con el doctor y otra persona a la que no logro ver su rostro y no me parece conocida.

—¿Dónde está Allegra? —digo sin más.

—Creo que se te ha dado una buena educación —dice mi padrino molesto por mi actitud y retándome con la mirada. En estos momentos ni siquiera el lograra intimidarme.

—Ahora no padrino —digo manteniéndole la mirada imponente y autoritaria —. ¿Dónde está Allegra?

—Mi niño creo que fue a los jardines, pero…

No escucho nada más. Tomo rumbo hacia donde dijo mi madrina apresurado. Escucho que Miguel me grita que me detenga. Incluso creo que todos vienen detrás de mí. No lo puedo asegurar porque mi mente solo procesa las formas en las que se pueden hacer sufrir lentamente a alguien.   

Llego a los jardines y ahí están. La escena solo hace que mi ira aumente. Que las ganas de golpearlo se conviertan en cosas totalmente ilegales. Me acerco lentamente para que no se den cuenta y tomo a Paolo de su saco jalándolo hacia mí. Se gira asombrado.

Golpeo mi puño con fuerza sobre su nariz —Eres una traicionero —le grito.

Vuelvo a golpearlo esta vez en su mejilla derecha haciendo que caiga al suelo. Me abalanzo sobre él y una y otra vez golpeo su cara. No se defiende. Se mantiene expectante a cada uno de mis golpes como si supiera que se los merece y claro que se los merece. Mi hermana grita pidiéndome que pare, grita por ayuda, mientras yo hago arruino el sembrado de flores sobre el que golpeo a mi supuesto mejor amigo sin contemplación.

—Para hijo —dice mi padrino quien a la vez me agarra fuerte de los hombros apartándome de Paolo.

Leandro y mi hermana corren donde esta ese imbécil a ayudarlo.

Sin miedo te ElijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora