Capítulo 1

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«Como es posible que seas tan tonto Maximiliano», pensé. De haber prestado más atención a lo que significaban las malditas pulseras; ahora no me dolería cada musculo de mi cuerpo, ni me hubieran sacado a patadas de aquel lugar. Al cual, por supuesto, tengo prohibida la entrada por ser persona conflictiva. Así me lo hicieron saber en la carta que recibí a primera hora en mi oficina. Esto me ha pasado por estar contemplando a la mujer de mi mejor amigo, digna de ser envidiada por la mismísima Afrodita. Aunque lo que más me gusta de ella son sus tentadores labios y sobre todo cuando están succionando mi verga, lo hace tan maravillosamente bien. Hay otros labios que también lo hacen de maravilla.

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Club “La Plaire”, Milán

Septiembre, domingo de 2017.

Este pasillo está más oscuro que el resto del club, un montón de personas se abrasa en la lujuria. Aún no he encontrado a mi victima para esta noche; más bien creo que mi victima me encontró a mí. De momento siento como una manos me toman la cremallera de mi pantalón, la bajan y sacan mi potencial miembro semirrecto; y como no, con tantos gemidos a mi alrededor se me ha puesto dura. Lo toma con su boca, mojándolo con su saliva, mientras que su lengua hace círculos en mi glande. Inclino la cabeza hacia atrás al sentir un cosquilleo recorrerme todo el cuerpo. Empieza a tragarse mi miembro, que aumenta de tamaño en su boca a medida que succiona todo mi tronco erecto, haciendo presión a la vez que su lengua no deja de juguetear con mi glande. Un fuerte gemido sale de mi garganta cuando siento que la engulle, hace arcadas, pero aun así no para y sigue succionando, chupando, lamiendo una vez, dos, tres, cuatro, ocho veces recorriendo toda mi extensión con lamidas que se hacen cada vez más fuertes y siento que no puedo aguantar más y…

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—Maximiliano. Maximiliano nos estas escuchando.

—Sí, claro. Los escucho.

—Nos escuchabas (?) que decíamos. —Paolo Penachi, mi mejor amigo, socio y prometido de la mujer que causo mi distracción en la noche de ayer. Apoya ambos codos en la mesa, con sus manos rodeando sus mejillas. Tengo toda su atención.

—Eh. —Me quede pensativo. Reaccione limitando mis palabras a lo básico, para no delatar mi desconcentración. —Revisamos los detalles del contrato con la nueva marca —sentencie con seguridad.

—Sí, eso mismo. ¿Qué piensas tú? ¿Debemos aceptar?

—Eh… Sí, creo.

No podía contestar a tal pregunta con ningún argumento y menos con algún plan de acción. Conocía los detalles básicos de la nueva marca que solicitaba nuestros servicios como agencia de modelos. El problema: no había escuchado ningún detalle sobre qué servicios necesitaban o cuanto supondría en ganancias y sobre todo prestigio para nuestra nueva empresa; la cual intentaba sobresalir sobre muchas ya afianzadas en el duro mercado de la moda.  

—Joder Maximiliano —bramó Leandro, mi otro mejor amigo y socio. —No has atendido a lo más mínimo. Tienes que contarnos que mujer te tiene así. Debe ser muy especial para que no nos prestes atención en un negocio que nos puede generar millones o hacernos perder el doble.

Leandro se encontraba entre la curiosidad y el enfado por mi evidente  desconcentración. Establecer y sobre todo hacer rentable la agencia de modelos era el sueño que nos unió hace alrededor de 8 años atrás. Nos conocimos en la “Universidad Comercial Luigi Bocconi”, especializada en la enseñanza de la economía. Cada nuevo contrato que llegaba a nuestras manos lo analizábamos al detalle. Nos enfrentábamos a un mercado complicado y más en la ciudad de Milán, donde se asentaba una de las agencias de modelos con más prestigio a nivel mundial. Por tales cuestiones éramos cautelosos en cada uno de los contratos que aceptábamos. Lógicamente eran marcas pocos conocidas, pero solo aceptábamos aquellas que sabíamos que tendrían gran potencial para competir con marcas establecidas y reconocidas.  

En esta ocasión mi mente no se encontraba con sus cinco sentidos funcionando, ¿o sí?, pero no estaba centrado en lo que deberían.  

Mis pensamientos no dejaban la tormentosa noche del día anterior. Escuchar la voz de mi amigo en estos momentos, era un recuerdo de constante de mi error. El mismo amigo que ayer explicaba el significado de los colores de las pulseras y no le preste la más mínima atención. Ahora en medio de una reunión que podría ser el comienzo de nuestro alce en el mercado o nuestra tumba sigo sin prestarle la atención que requiere. Esta vez no será igual. No me adentraré sin tener completo conocimiento de los hechos.

—Amigos, discúlpenme. Mejor posponemos la reunión para mañana a primera hora. Necesito llegar temprano a casa, si no mi hermana no me lo perdonara. Hoy es la cena que tiene preparada para su tutor y no quiero que me dé un sermón por llegar tarde —digo, levantándome de la silla.

—Vale pero nos tienes que contar quien te tiene en las nubes mi amigo. Creo que esta si es la indicada. — expresa Leandro rodeando con su brazo mis hombros.

—Mejor continuamos mañana, porque si el jefe de los jefes no está presente es mejor posponer la reunión. — vacilo Paolo, abriéndonos la puerta de la sala de juntas.  

Río por la broma constante de mi amigo.  Sabe que yo no me siento el jefe o accionista mayoritario, aunque mi prestación haya sido la mayor y por tanto tenga el mayor número de acciones en la empresa. Siempre nos hemos y nos trataremos a iguales.

Recorremos los pasillos hasta nuestras respectivas oficinas para terminar con la jornada. Comunico a mi secretaria que puede marcharse y que mañana a primera hora se retomara la reunión de hoy, por lo tanto la necesito temprano para que prepare la sala de juntas.

Me dirijo al aparcamiento del edificio y me subo a mi espectacular Bugatti Chiron Super Sport color plata y sus asientos de cuero. Soy un fanático de los autos deportivos, digamos que los colecciono, en especial esta marca. En el recorrido me detengo en una de las pastelerías más reconocidas de Milán. Compro un cheesecake de fresa, favorito de mi hermana y de paso llevo el postre de la cena. Esperemos que el invitado no haya llegado, sino buena reprimenda me espera.

Al estacionar mi superdeportivo frente al porche,  entro con rapidez al percatarme de la presencia de un Audi A1 de color blanco, que definitivamente no es ninguno de nuestros autos.  Señal de mi tardanza. En mi reloj son las seis y media. Mi hermana me recalco que me esperaba a las cinco, llego una hora y media retrasado.

—Buenas tardes.

Mi hermana está sentada en uno de las sillas que dan directo a la puerta por la que realizo mi gloriosa entrada. En un susurro mis labios piden su perdón, a la vez  que le muestro la insignia de su tarta preferida. Su tutor está sentado de espaldas a mí. Se gira extendiéndome la mano y me quedo en shock. Esto es una broma, una muy pesada broma.

Sin miedo te ElijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora