Capítulo 41

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Deje a Miguel donde mismo lo había recogido. No le permití hablar. Mi reacción una vez más fue huir. Algo muy en el fondo me decía que me quedara, que aceptara lo que estaba sintiendo, pero el miedo a salir herido fue más fuerte. A mi mente llegaron todos los recuerdos del sufrimiento de mi padre junto a la mujer que me dio la vida. Las noches que se la pasaba en el despacho de la hacienda llorando. La s miradas de desprecio que ella le dedicaba. Los desplantes, la indiferencia, la falta de cariño. El amor al final siempre te lastima y es a eso a lo que yo le tengo miedo. A salir herido por culpa de este maldito sentimiento que se ha acoplado en mi corazón. Aunque no son las mismas situaciones y por supuesto Miguel no es mi madre, igual tengo miedo. Prefiero alejarme antes de que esto se haga más intenso y no tenga remedio.
Después de lo que hice debe estar odiándome y no es para menos. Quizás sea lo mejor que me odie. De esta manera se olvidará de mí y seguirá con su vida. «¿Quieres que siga con su vida?» «¿Estás preparado para verlo en brazos de otro?». Me pregunto a mí mismo y es la única respuesta que me llega de inmediato. No lo estoy y nunca lo estaré. No sé qué voy hacer.
Mientras mi mente no dejaba de pensar, mi cuerpo conducía por inercia hacia casa de mi amigo. Al estacionar frente al edificio que vive Leandro lo llamo para que me anuncie y pueda entrar. Al poco rato es lo que pasa. En el ascensor me desespero caminando como loco de un lado a otro y mis pensamientos a mil por hora. Cuando este para salgo desesperado y sin ni siquiera saludar a mi amigo entro en su casa y me dejo caer en el sofá de su sala.
—¿Qué paso? —me dice Leandro mirándome con preocupación.
—Me acosté con Miguel.
—Está bien y eso que tiene de malo. No es lo que querías.
—Sí, pero la cosa no quedó ahí. —Leandro no habla espera a que continúe. —Le dije que lo amaba. Se me fue carajo.
—¿Y lo amas? —pregunta acomodándose a mi lado obligándome a sentarme.
—Quizás —respondo muy bajo.
—Ya entiendo cuál es tu problema. Tienes miedo. —Asiento. —Hermano —dice mi amigo serio llamado mi atención —, sé que todo lo que paso entre tus padres tú lo viste en primera fila y eso dejo huella en ti, pero no por ello puedes dejar que te limite. No puedes permitir que el pasado frene tu presente y arruine tu futuro. Lo que les paso a ello no tiene por qué pasarte a ti. Mira que yo en tu lugar me los follaba a los dos a diestra y siniestra y lo demás me importa un carajo, pero Maxi tú no eres así. Tu eres de familia, de tener estabilidad. Hermano tu siempre has sido un romántico. Así que deja el miedo y ve a por lo que quieres. Ve a por lo que amas.
Dejo que el aire estancado en mis pulmones salga mientras pienso en la palabra de mi amigo. Tiene mucha razón en todo lo que dice, pero eso no quita que el miedo siga ahí. Está presente en mi desde que vi a mi padre morir en ese accidente que no sale de mi mente.
—Mira hermano tú necesitas pensar y para ello necesitas estar solo —dice y lo veo con el ceño fruncido al no entender a que se refiere —. No me mires así que me entendiste perfectamente. Tú necesitas estar lejos de esos dos. Tanto de Miguel como de Laura. Tenerlo cerca solo te confunde más y no te deja aclarar tus ideas. ¿Por qué no te das un viajecito a tu hacienda? Tu solo allí en el campo podrás poner tus sentimientos y prioridades en orden.
—¿tú crees?
—Estoy seguro.
—No puedo —digo acordándome del fin de semana que le prometí a Laura —. Que con Laura en pasar el fin de semana juntos.
—Por eso no te preocupes que yo me encargo. Le invento que saliste de urgencia por cosa de la agencia o cualquier chorrada que se me ocurra. Así que ahora mismo te vas para el campo y te olvidas de todo y todos y te centras solo en ti.
—Está bien. Me iré en el helicóptero. Le avisas a mi hermana y nana.
—Yo les digo. Tu tranquilo.
—¿Puedo pasar a tu baño?
—Claro. Yo iré a cambiarme para acompañarte a la agencia y puedas irte a tu retiro espiritual.
Me rio y con el puño le doy en el hombre a mi amigo quien también ríe. Mi teléfono suena anunciando que está bajo de batería.
—¿Oye tienes un cargador por ahí?
—En la cocina —dice en dirección a su habitación.
Camino a la cocina y cuando entro me encuentro algo muy desagradable.
—Hola Lauren
—Hola Maxi —responde.
—Vas a dejar plantada mi hermana. Eres una basura sabes, pero yo me encargare de hundirte como la porquería que eres.
Diciendo eso sale y olvido sus palabras. No estoy para la cizaña de esa mujer. No sé cómo Leandro puede enredarse con ella. Aunque este todo lo que tenga dos tetas y una vagina le viene de maravilla. Encuentro el bendito cargador y conecto mi teléfono. Reviso por si tengo algún mensaje de Miguel, pero nada. Todavía quiero que después de lo que le hice me escriba. Después voy al baño. No aguanto las ganas. Hago mis necesidades y siento una gran liberación.
Vuelvo a la sala y me siento a esperar que mi amigo salga. Lo veo llegar con la insoportable de la hermanita de Laura en esta ocasión vestida. Le toca largarse a mi amigo no le gusta tener mujeres revoloteando en su casa.
—Dejamos a Lauren en el hotel y vamos a la agencia.
—Está bien. Busco mi teléfono y nos vamos.
Recojo mi teléfono en la cocina y salgo a la sala. Veo una mirada en el rostro d esta mujer que me dice que alguna maldad hizo. Solo espero que no se le ocurra meterse con mi amigo porque me va a conocer. Me voy en mi auto y Leandro en el suyo con Lauren. La dejamos en el hotel y seguimos nuestro camino a la agencia. Llegamos y vamos hasta la azotea del edificio donde se encuentra el helipuerto.
—Veras que estos días para ti solo te van ayudar a decidir.
—Eso espero —le digo a mi amigo despidiéndome de él y subo al helicóptero.
No necesito de ningún piloto porque se perfectamente llevarlo. No es por presumir, pero soy un crack en esto. Pongo todos los controles en orden y levanto vuelo. En menos de una hora ya estoy aterrizando en la pista de la hacienda. Llego y la casa esta silenciosa. Todos están dormidos ya. Me voy al despacho y me sirvo una copa de wiski. Me tomo una, dos, tres hasta que ya no puedo contarla y me encuentro bebiendo directo de la botella.
Pienso en lo miserable y vacía que siempre ha sido mi existencia. Toda mi vida crecí creyendo que no merecía el lugar que me había sido otorgado en esta familia. Después me entero que ese siempre fue mi lugar pero que en efecto había traicionado a mi padre y que mi madre era peor de lo que yo creía. Lo más triste de todo es que con ese descubrimiento todo es mi culpa. Prive a mi hermana de crecer al lado de la persona más cariñosa, dulce, comprensiva y atenta del mundo. Si hubiera habaldo a tiempo y dicho todas las cosas que mi madre hacia hoy mi padre estuviera con nosotros. Ese maldito accidente no hubiera ocurrido.
—Mierda —grito frustrado estrellado la botella en el suelo.
Me levanto del sofá y me tambaleo, pero logro estabilizarme. Camino un poco para acercarme al mueble y buscar otra botella, pero resbalo con el líquido que quedaba en la botella. Caigo al suelo y me sostengo como puedo con mis manos para no darme en el rostro. Un cristal se me entierra en la plana de la mano. Debe doler, pero el efecto del alcohol no me permite sentirlo. Eso si sale sangre de mi mano a por montones. Aun con el cristal encajado intento levantarme cayendo de espalda en el suelo y creo que me enteré varios cristales más.
—Niño —dice la voz de la señora que se encarga de la hacienda —Por dios. —Se lleva las manos a la boca. — Tienes mucha sangre.
—No se preocupe. No duele. Estoy bien. Solo no puedo levantarme —digo con la lengua enredada producto del alcohol.
La señora se acerca y con toda la fuerza que puede reunir me ayuda a poner me en pie. Me lleva hasta el sofá y me sienta.
—Quédate aquí para ir a por el botiquín y poder quitarte los cristales.
Asiento y ella se va. Me acomodo en el sofá y de inmediato el sueño me vence.
Me despierto cuando los rayos de sol se filtran por la ventana. Me siento algo descolocado y necesito de unos minutos para entender dónde estoy. Apoyo mi mano en el asiento para levantarme y duele. Observo la mano y la tengo vendada. Me acuerdo un poco de anoche. Tome mucho, rompí la botella de wiski, me corte. Es el escaso resumen de mi mente aun alcoholizada. Hago el intento de levantarme y toda la habitación me da vuelta. Mierda porque tuvo que tomar así. Vuelvo a intentarlo, pero la habitación no cede y cada vez gira con más intensidad. Me dejo caer en el sofá y llevo las manos a mi cabeza que ha empezado a doler.
Me recuesto de nuevo esperando que esto se pase y pueda salir de aquí. Intento descansar un poco más cerrando los ojos, pero la voz de la mujer que ayer me ayudo la escucho con mucha fuerza como taladro en mi cabeza.
—Señorita que no puede pasar. Señorita que el señor está dormido. Señorita usted no escucha —grita con fuerza entrando después de una muchacha en el despacho.
Me fijo en la persona que entro en primer lugar y la borrachera se acaba de ir de paseo. Como coño supo esta que yo estaba aquí.
—¡Laura! —exclamo.

Sin miedo te ElijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora