Capítulo 25

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Sonrió victoriosa. Mi plan está en marcha. Al fin podré comenzar mi venganza. Acabare con sus vidas como hicieron con las nuestras. Arruinare su felicidad y esa risita de niño millonario se la borrare en segundos. Los hundiré en un pozo de sufrimiento. Destruiré sus ilusiones y alejaré de ellos a quienes más aman. Cada lagrima, cada humillación, cada desplante, cada palabra de odio, de ofensa de desprecio se las hare pagar, pero multiplicadas.

Destruyo nuestra familia. Hundió a mi madre en la deprecación, en un mundo de alcohol, de pastillas y vicios. Nos quitó a nuestro padre, privándonos de sus abrazos, de sus besos, de sus paseos, de sus cuentos antes de dormir. Nos quitó todo aquello que nos tocaba por derecho.

Camino escaleras abajo sigilosa evitando que nadie pueda verme. Tomo camino a la sala como si proviniera del baño. Entro y todos conversan animados sobre trivialidades.

—Creo que debemos irnos —digo mirando a mi hermana.

—Pero si acabas de llegar muchacha —dice la señora pelinegra muy amable —. Quédense a comer con nosotros.

Mi hermana hace el intento de responder, pero la interrumpo. —Nos encantaría, pero tenemos un compromiso —digo esbozando la sonrisa más fingida de toda mi vida.

—Está bien chicas. Cuídense —dice el doctor levantándose para despedirse.

Mi hermana lo besa y abraza. Le agradece una y mil veces a todos por su ayuda. No soporto que sea tan estúpida. Esta familia destruyo nuestras vidas y aun así ella los aplaude.

La tomo del brazo con fuerza para que deje sus muestras de cariño. No permitiré que tenga contacto con estas personas más del necesario. Cuando mi venganza este cumplida y ellos hundidos en la agonía dejaremos este maldito pueblo atrás. Volveremos a nuestra vida en Los Ángeles. Ese día por fin podré visitar la tumba de mi madre orgullosa por haberla vengado.

—Nos vamos —digo sosteniendo con fuerza el brazo de mi hermana y despidiéndome con la otra del resto.

Sin más que decir saco a rastras a mi hermana de la hacienda de los “De Rossi”. Camino con rapidez con ella hasta nuestro auto. Abro la puerta para que se suba y lo hace negando. Cierro la puerta con furia. Si estoy molesta por su comportamiento, por su amabilidad, por su agradecimiento. Esas personas solo nos han provocado desgracias, sufrimiento, dolor, humillaciones. Perdimos a nuestra madre cuando comenzábamos a vivir. Nos enfrentamos aun mundo de necesidades, de carencia. Trabajos mal pagados, días sin comer, noches a la intemperie y aun así ella les sonríe. No aguanto su falta de carácter. Su amabilidad desmedida.

Todo el viaje lo hacemos en silencio. Mi hermana observa el paisaje desde su ventana y revisa su celular como si esperara algo. En poco tiempo llegamos a nuestro destino.

Nos hospedamos en la posada del pueblo “Il Soggiorno”. Compartimos habitación porque no nos alcanza el dinero. Mi hermana comenzó a trabajar como recepcionista en el Hospital del pueblo, mientras que yo trabajo en el turno de noche en la gasolinera. Ella está feliz, pues su sueño es estudiar enfermería. Dice que de ese modo podrá llenarse de conocimientos y experiencia. No sé qué experticia como enfermera le puede dar trabajar como recepcionista, pero ese es su problema.

Entramos a la habitación y me dejo caer en la cama. Estoy agotada y mi turno comienza en pocas horas.

—¿Ahora me dirás a qué fuiste a la hacienda? —pregunta con actitud molesta, cuando ella es un dulce.

—A buscar a mi hermanita. ¿A que más iría? —digo haciéndome la inocente.

—¿Por qué te demoraste tanto en volver del baño? —pregunta y continua con esa postura de brazos cruzados para mostrar que está molesta.

Sin miedo te ElijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora