Capítulo 37

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En toda lo noche mi subconsciente no me dejo dormir. No paraba de pensar en Miguel. ¿A dónde se había ido? ¿Por qué y para qué? Un aire frio recorría mi cuerpo y el temor a perderlo se me instalaba. Intentaba alejarlo, pero volvía.  Me recordaba que debía hacer algo y ya.

Desperté y tomé una ducha para tratar de relajar mis activos pensamientos. Al bajar lo primero que hice fue preguntar a mi padrino si el pilota ya había regresado. Su respuesta fue negativa desmoronando las únicas esperanzas que tenia de saber a dónde se había marchado mi señor de arrugas y canas atractivas. Me informo que le había pedido al piloto que se quedara por si Miguel necesitaba regresar en el helicóptero. Me alegro ver que mi familia le había cogido tanto cariño, incluso mi padrino, que se preocupaban por él y sus cosas.

Me marche a la empresa sin desayunar. Mi nana me regañaba mientras yo corría hasta mi auto antes de que pudiera detenerme. Me había despertado con las ilusiones de conocer el paradero de mi hombre para ir a por él y se habían hecho añicos en segundos.  

En la oficina le pedí Alexia que me preparara un café bien cargado y lo llevara a la oficina de Paolo. Además, que al llegar Leandro le informara que ya me encontraba allí.

Comencé con premura a revisar cada cajón, archivo, estante. Cada minúsculo lugar u objeto que nos diera una pista del paradero de mi amigo. Era demasiado raro que desapareciera de esta forma. Que dejara sus compromisos en la empresa. Que abandonara sus sueños de un día para otro. Algo pasaba e iba a descubrirlo.  Pero mis esperanzas se esfumaban cada vez más cuando revisaba y no encontraba más que papeles de la empresa.

Luego de media hora de estar revisando llego Leandro. Sin hablar comenzó a realizar la misma acción que yo. Revisamos todos los lugares antes que nos encontramos con una gaveta que necesitaba de llave para acceder a ella. Con urgencia preguntamos a la secretaria de Paolo por la llave y nos informó donde encontrarla.

Al abrirla nos encontramos con el testamento de su abuela materna. Un testamento que solo conocíamos nosotros. Su abuela había ratificado que nadie a parte del beneficiado podía conocer de sus últimos deseos. Nuestro amigo había decido contárnoslo a nosotros.  De entre las hojas que se encontraban en la carpeta se escabullo una nota impresa. Leandro y yo nos miramos. Ambos la tomamos y la leímos en silencio.

“Aléjate de ella o todos los que amas sufrirán las consecuencias. Tu fortuna es mía. Ninguna niñita caprichosa me la arrebatara.”

Leandro y yo nos mirábamos sin entender. Volvíamos a la nota con la esperanza de haber leído mal, pero no las palabras eran legibles y precisas en su amenaza.

—Esta amenaza tiene que ser de Andrea —se atrevió a decir mi amigo.

—No puede ser. No la creo tan arpía.

—Yo sí. De las peores.

—No podemos juzgar a nadie sin antes tener seguridad. Me comunicare con ella. La buscare, aunque tenga que movilizar todo Milán. Aparecerá y encontraremos una explicación a todo esto.   

—Yo sabía que Paolo jamás se atrevería a jugar con los sentimientos de tu hermano. Él te aprecia y se siente muy agradecido para portarse tan ruin contigo.

Asentí, pero no podía sentirme feliz.  Mi amigo estaba en problemas. Eso era evidente. La ambición de las personas puede ser muy peligrosa y llevarlas a cometer actos borrosos. No me quería imaginar donde o en qué situación podía estar Paolo en estos momentos. Con una sola mirada Leandro y yo nos comunicábamos sabiendo que debíamos desenredar con rapidez este embrollo. No era necesario decirnos que teníamos que hacer. Cada uno sabía cuál era el siguiente paso a seguir.  

Sin miedo te ElijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora