En el helicóptero vamos el piloto, el chofer Luis que tiene ordenes estrictas de no dejarme solo en ningún momento y por supuesto yo. En el viaje no puedo dejar que mi mente viaje a Maximiliano, a su actitud, a sus gestos y sus palabras. Estoy consciente que mi actitud fue poco profesional. Debía tener en cuenta el contracto de modelo que firme para su empresa, pero también sé que era una excusa para hablar temas personales. En fin, ya lo hecho, hecho está. Al menos este encuentro me sirvió para entender que no hay un futuro próximo para nosotros y quizás tampoco uno lejano.
En cuestión de una hora ya estábamos en casa del amigo de señor Fabrizzio. Un señor pelinegro de avanzada edad dueño de una gran hacienda ganadera. Con gran amabilidad puso a nuestra disposición una camioneta Fiat. Luis manejo con prisa, pero cauteloso.
Al llegar baje del vehículo y en la recepción del hospital pregunte por el señor Franchesco Cavlli. Luego de demostrarle que soy su hijo se decide a decirme el número de la habitación y me indica el camino a seguir.
Seguido del chofer tomo rumbo a la habitación donde se encuentra mi padre. Es en la segunda planta del hospital y yo tomo el camino de las escaleras. Mi impaciencia me impide esperar el ascensor. En el pasillo camino y siento que una angustia oprimirme el pecho haciendo que respire con dificultad. Veo a la señora Alfonsina y a ella a mí.
—Mi niño —dice acercándose y saludándome con muchos besos como hacía cuando era pequeño.
—¿Cómo estas mi seño? —digo abrazándola. Siento un gran cariño maternal por esta mujer.
—Muy bien mi niño. ¿Quieres entrara? —señala hacia la puerta de la habitación donde se encuentra mi padre.
—Antes quisiera hablar con el doctor. ¿Sabes dónde lo puedo encontrar?
—Buenas noches Doña Alfonsina —dice un señor de bata blanca —¿Todavía usted aquí?
—Esperaba por el niño Miguel. —Dirige su mirada a mí y dice. —Miguel él es el doctor que atiende a tu padre, el señor Enzo.
Extiendo mi mano para saludarlo. —Mucho gusto doctor, yo soy el hijo del señor Cavalli.
—El gusto el mío —dice aceptando mi mano —. Acabo de recibir los análisis del señor Franchesco e iba a darle algunas indicaciones. Pero me gustaría hablar antes con usted.
—Claro doctor, por cierto, yo iba a buscarlo.
—¿Me acompaña entonces a mi consultorio?
Sigo al doctor a lo largo del pasillo en dirección contraria a la que llegue. Entramos en una habitación mediada de paredes blancas con un burro del mismo color en el centro. A uno de los costados se observa una báscula y un medidor de altura. Me siento en la silla frente al doctor.
Comienza explicando que mi padre por suerte esta vez sufrió un preinfarto. Una indicación clara de que su corazón no está funcionando como debería. Me indica que para que esto no llegue a consecuencia mayores y no avance, su habitual vida debe tener algunos cambios.
Me comenta con detalles las indicaciones a seguir. Recalca el descanso y la importancia de realizar pequeñas caminatas diarias, sin esforzarse. Además de reajustar su medicación habitual haciéndola más efectiva en correspondencia con el reciente episodio.
Al terminar me pide que lo acompañe a la habitación. Con algo de preocupación decido seguirlo. Me angustia pensar que mi presencia pueda empeorar la situación de mi padre. Sé que lo que me menos desea en esta vida es ver al hijo que lo decepciono y deshonro. Pero las ansias de volver a verla a las personas que me dieron la vida y amo con todo mi corazón me ganan.
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Sin miedo te Elijo
RomanceEn una noche, por una pequeña distracción, todo cambio. Se ha apoderado de cada uno de mis pensamientos. Las huellas de sus caricias aun erizan mi piel. Su aroma está impregnado en cada uno de mis poros. Debo elegir. No será fácil dejar atrás mis mi...