Capítulo # 4

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Draco y Scorpius terminaron de almorzar.

El rubio mayor miró su reloj para comprobar que estaban a pocos minutos de la hora en que había citado a los padres de sus alumnos, e hizo un movimiento de su varita para hacer desaparecer los platos.

— ¡Scorpius! — exclamó su padre mientras lanzaba un hechizo de limpieza en su oficina — En 40 minutos deberán venir tú, Rose y  Alexander a mi oficina ¡Está claro!

— Sí, padre — respondió el muchacho triste para luego salir de la oficina con la cabeza gacha al notar la indiferencia de su padre.

Camino por los pasillos del castillo, pero sus pies lo llevaron hacia la biblioteca, allí encontraría a su novia ajetreada mientras terminaba el castigo impuesto por su padre.

— Rosie — llamó Scorp temeroso ¿necesitas ayuda? — o quieres que me vaya...

Rose ni siquiera lo escuchó, estaba tan concentrada escribiendo en el pergamino tan rápido como sus delgados dedos se lo permitían, quería terminar su penitencia antes que llegará su madre, así le pediría disculpas a ella y  al profesor Malfoy con la promesa de no caer nuevamente en el mismo error.

Pero alguien más si lo escuchó, y haciendo una mueca de asco se acercó al joven rubio.

— ¡Qué patético, te ves hijo de mortifago! — exclamó Susan McLaggen asqueada — ¡ohhh, pobre Scorp sigue rogándole amor a Rose Weasley!!

La aludida apenas terminó su labor, enrollo los pergaminos, alcanzando a escuchar la última frase de su compañera de casa, levantó la cabeza  fulminandola con la mirada, marca Granger.

— ¿Qué te pasa McLaggen? — cuestionó Rose molesta — vete a molestar a otro lado y deja de molestar a MI NOVIO o quieres que te hechice.

Susan frunció la boca — no puedes hacer magia en Hogwarts, querida — le dijo.

— ¿Y quien dijo que te hechizare en el colegio? — preguntó la pelirroja desafiante levantando una ceja  — yo de ti me cuidara de no parecer piñata rota afuera de Honesdate tal como quedó tu madre hace algunos años.

Susan la miró horrorizada al recordar lo que sufrió su madre por curiosa, en manos del padre de su compañero.

— No te atreverías, Rose — siseo la Griffindor muy cerca de su rostro, a tu madre no le hará ninguna gracia.

— Puede que no — respondió Rosie con un gesto burlón, pero si respetas a mí novio puedo perdonarte...

La Griffindor y la pelirroja se lanzaban llamas por los ojos,  hasta que Scorpius colocó su mano sobre el hombro de Rose acariciandolo,  para que se  calmara.

Susan rodó los ojos asqueada al ver tanto amor...

Rose se giró a los brazos de Scorpius para fundirse en un cálido abrazo. El le besó la coronilla, tomando su barbilla con los dedos le dijo — no tenias porque discutir con Susan, yo me puedo defender solo.

— Sí, pero no lo haces — refutó Rose aún en sus brazos — todos aquí se sienten con derecho de insultarte solo por el error de tu padre y abuelo — tú no eres como ellos.

— Shhh... Rose — siseo su novio enternecido, debes aprender a insultar sin usar las amenazas — la indiferencia duele más que mil palabras.

— ¡Si, claro me había olvidado que el príncipe serpiente prefería matar así a sus víctimas que ensuciarse las manos, cierto! — exclamó la pelirroja.

Scorpius asintió con una sonrisa dibujandose en sus delgados labios. Ahora salgamos de aquí, porque quiero robarle unos cuantos besos a mi novia, antes de ir a la oficina de mi padre — susurró en su oído.

Rose se coloreo.

Al salir de la biblioteca, se encontraron con Alexander que estaba escondido entre las armaduras.

— ¡Alex, hermano! — exclamó Scorp — te estaba buscando y me tenías muy preocupado.

— Sí ya veo — respondió el moreno en tono burlón al ver a su amigo en compañía de su novia — no me engañes rubio, tú no te acordaste de mi, hasta que me viste.

Rose miró a Alexander varios minutos — ¿Se puede saber por qué me miras tanto? — preguntó.

Alexander serio le respondió — a ti no, a tus labios... Esperaba ver que tan partidos estaban ya de tanto besuqueo que se traen ustedes dos ¿Qué no se cansan?

Eternal FlameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora