CAPITULO 40 Segunda parte "Miradas Inexpresivas"

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CAPITULO 40 PARTE 2

SANTIAGO

Cuando llegué hasta mi moto, me arrepentí de haber salido así de la habitación de Vanessa. Tenía que haber intentado hablar con ella.

Maldije en voz baja y me quedé quieto mientras pensaba que hacer, eran las seis de la tarde, había hecho un viaje de varios kilómetros en moto, para que solo cruzáramos miradas, ¡pero qué digo! Si ni siquiera eso había sido, ella me había ignorado por completo.

Estaba a punto de irme, cuando vi a Ana correr por las escaleras hacia mí. Su rostro estaba más tranquilo y su sonrisa había reaparecido.

-Pensé que ya te habías ido. –Dijo entrecortadamente a causa de la carrera que acababa de realizar.

-Estaba… pensando.

-Creo saber en qué pensabas. –Sonrió con complicidad.

-¿Cómo está ella?

-Está bien, aunque está un poco triste.

Ambos nos quedamos en silencio durante unos segundos, los dos sabíamos la causa de su aparente tristeza, y la mía.

-Me tengo que ir, avísame cualquier cosa que suceda.

-Claro, conduce con cuidado. –Ana me dedicó una sonrisa sincera pero llena de nostalgia.

-Lo haré. –Mi motocicleta rugió y con un guiño de ojo y una sonrisa un poco fingida, me despedí de mi amiga.

El viaje a casa se me hizo lento, demasiado lento. Mis padres aun no estaban en casa cuando llegué. Como siempre, al llegar lo primero que hice fue ver la casa de al lado, deseando verla en el balcón, esperando que su mirada se encontrara con la mía y me sonriera. Por supuesto que eso no sucedió.

Por lo que me habían dicho mis padres, la casa se había puesto en venta y tal vez en un tiempo tendría nuevos vecinos.

Pase el resto del día, viendo películas al azar en la sala de mi casa. A las diez de la noche, mis padres por fin aparecieron.

A las once de la noche con treinta minutos, intenté dormir. Lo intenté durante una larga hora, di vueltas en la cama sin poder quitar de mi mente lo sucedido en el hospital. Mi cerebro se empeñaba en revivir el momento en que Vanessa me había ignorado, ni siquiera le había importado que hubiera viajado en moto para verla.

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Me desperté sin mucho ánimo, sabía que tenía levantarme de la cama o llegaría tarde a clases, era el último día de clases y en otras circunstancias, estaría feliz. Pero algo en mi interior, impedía que sintiera otra cosa que no fuera tristeza.

Había pasado ya una semana desde que había ido al hospital, y no había un día en que no pensara en Vanessa. ¿Y cómo no recordarla? ¿Cómo intentar olvidarla? Su antigua casa, el lugar donde habían ocurrido tantas cosas importantes e inolvidables para los dos, estaba a unos metros.

Obligué a mi cuerpo a moverse fuera de la cama, y me di un baño caliente para ahuyentar el sueño y la pereza. Me puse unos jeans azules, una camiseta negra y mis converse negros. Bajé a desayunar y mi mamá hizo que regresara a mi habitación por una sudadera porque hacía frío.

Como todos los días, conduje hasta la escuela en mi motocicleta. El día transcurrió tedioso y aburrido, mi vida se había vuelto tediosa y aburrida en general.  Mis amigos hicieron planes para ir al cine después de clases, pero decidí regresar a casa.

Estaba acomodándome el casco, cuando la voz de Carolina llamó mi atención.

-Santiago, ¿volverás a hablarme alguna vez? -Preguntó poniéndose en mi camino.

-Carolina, hemos hablado de esto muchas veces y sinceramente, no tengo ganas de discutir en este momento.

-Estoy muy arrepentida, en verdad. Eres una de las personas más importantes para mí, te amé y ahora te tengo un gran cariño. Antes de ser novios, fuimos mejores amigos, no quiero que esto termine así por una tontería mía. Déjame arreglar esto, por favor. –La miré dudoso, aunque sus ojos reflejaban sinceridad, recordé que era demasiado buena mintiendo, ya había caído muchas veces.

-No hay nada que arreglar.

-Hablaré con ella, le diré que todo fue una mentira.

-¿Por qué harías eso?

-Porque no quiero perder a mi amigo. –Su mirada estaba firme, podía ver que estaba segura de lo que decía y me sorprendía que se ofreciera para explicarle a Vanessa, le había pedido que lo hiciera incontables veces y siempre se había negado.

-No sé si funcione.

-Podemos intentar.

Lo pensé unos segundos y decidí intentarlo. En mi corazón, una pequeña llama de esperanza apareció entre toda la tristeza y el dolor.

La pequeña charla con Carolina hizo que mi humor mejorara un poco. Regresé a casa imaginando como sería si Vanessa me creía, tal vez lo nuestro podría continuar, la distancia no sería un problema. Yo sería capaz de conducir en motocicleta hasta su casa todos los días, solo para poder ver su linda sonrisa.

Detuve mi moto afuera de mi casa y mi corazón se aceleró al tiempo que algo en mi estómago se estremecía. La casa de al lado, la casa que tantos recuerdos me traía, ya no estaba sola y abandonada. Afuera estaba estacionado un camión de mudanzas, del cual un par de hombres bajaban muebles y cajas de cartón.

¿Había regresado? La emoción me invadió completamente, pero cuando bajé de mi moto y camine apresuradamente hacía allí, la decepción reemplazó la emoción.

Una pareja de la misma edad de mis padres, salieron y fueron hacia el camión de mudanzas para bajar más cajas. Sus miradas se encontraron con la mía y sonrieron de forma amable.  Hasta ese momento fui consciente de que estaba de pie, casi en la puerta de su casa.

Traté de sonreír amablemente, y ellos intercambiaron miradas confusas, seguramente se estaban preguntando qué estaba haciendo allí un desconocido.

-Soy su vecino de al lado. –Dije rápidamente al ver el desconcierto en sus ojos.

-¡Que gusto! Eres el primer vecino que conocemos. –Respondió la mujer al tiempo que entrelazaba sus dedos con los de su esposo.

-¿Cómo te llamas, muchacho? –Preguntó él.

-Santiago. –Sonreí nervioso, esto era lo más raro que había hecho en mi vida.

-Yo soy Leticia, y él es mi esposo Sebastián.

-Mucho gusto. –Sonreí. Ellos asintieron sonrientes y una voz hizo que los tres nos giráramos hacia la casa.

-¡Me encanta la casa! –Gritó alegremente la chica de cabello rojizo, mientras corría fuera de la casa.

-¡Lía, llegas en buen momento! Él es Santiago, nuestro vecino de al lado. –Exclamó la señora Leticia.

Los ojos de Lía, se posaron en mí, tenía unos lindos ojos verdes. Ella me sonrió y se acercó a mí.

-Hola, soy Liliana. –Sonrió de nuevo y sus ojos me atraparon, en verdad eran unos hermosos ojos.

***

HOLAAAAAA !ESTO SE PONE BUENO! !NUEVA VECINA! DIGANME QUE OPINAN POR FAVOOOOOOR. :) SEGUIRÉ ESCRIBIENDO UN RATO MÁS, PARA ADELANTAR EL SIGUIENTE CAPITULO. RECUERDEN QUE ESTE CAPITULO SIGUE SIENDO EL ANTERIOR, POR ESO ES CORTO. 

LEAN "Perdido en su mirada" :D EN MULTIMEDIA ESTÁ LÍA.

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