CAPITULO 18 "Una decisión"

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CAPITULO 18

SANTIAGO.

Después del inesperado beso de Carolina, mi humor era pésimo. Le había enviado a Vanessa aproximadamente 10 mensajes de texto, de los cuales no había respondido ninguno y Carolina me había acosado todo el tiempo, podía ser demasiado insistente cuando se lo proponía.

No había bebido alcohol, así que no vi inconveniente en regresar en motocicleta a mi casa. Eran las tres de la madrugada cuando salí de la casa de Jorge, que estaba a 30 minutos de la mía.

Cuando llegué a mi casa observé por unos segundos la ventana de Vanessa antes de entrar, había luz en la habitación, lo cual se me hizo bastante raro. Entré a mi casa sin hacer ruido y subí las escaleras sigilosamente para no despertar a nadie.

Dejé mis llaves y mi teléfono en el buró y me quité los zapatos. Me acosté de espaldas en la cama y el sueño me venció casi de inmediato.

Los siguientes días no pude hablar con Vanessa, cuando iba a buscarla a su casa no estaba porque había salido a algún lado con Israel, si le llamaba por teléfono, no contestaba y tampoco respondía mis mensajes.

El sábado por la mañana, me desperté demasiado temprano, si quería hablar con ella tendría que ir a verla cuando estuviera en su casa, eso significaba muy temprano o muy tarde.

Eran solo las siete de la mañana, me levanté sin ganas y me di un baño rápido. Ni siquiera dudé en salir por la ventana, ya había intentado varias veces entrar a su casa por la puerta, y siempre que iba sucedían dos cosas: Israel me decía que Vane no estaba en casa, o nadie abría la puerta.

Cuando estuve de pie en su balcón, esperé un poco antes de entrar. Seguramente estaría molesta conmigo, aunque había planeado lo que diría, por alguna extraña razón me sentía nervioso, y eso no era algo normal en mí, yo no me ponía nervioso por hablar con una chica.

Abrí la ventana y luché contra el montón de cortinas para poder entrar. Vanessa seguía durmiendo, me acerqué a su cama y la observé por un momento, dormía de lado y su cabello castaño estaba por toda la almohada.

Una idea cruzó por mi cabeza y sonreí como un niño antes de realizar una travesura. Rodeé la cama para llegar al lado desocupado y me quite los zapatos.

Tratando de no despertarla, me metí con ella entre las sabanas y ni siquiera se movió, si no fuera porque su pecho subía y bajaba cada que respiraba, pensaría que estaba muerta.

Su cuerpo desprendía calor, mientras que el mío estaba helado. Se estremeció un poco cuando me acerqué a ella pero no  despertó. Pasé uno de mis brazos por su cintura y la acerqué más a mí.

Luego de unos minutos, Vane cambió de posición y quedamos frente a frente, su rostro peligrosamente  cerca del mío. Con la cámara de mi teléfono, le tome una foto, no quería ser cursi, pero en serio se veía muy tierna mientras dormía.

Me quedé como tonto viéndola durante un rato. Seguramente tenía en el rostro una sonrisa de idiota, la misma que aparecía cada vez que pensaba en ella o cuando escuchaba su nombre. Observé sus labios, estaban entreabiertos y tenían un tono rosado que provocaba que me dieran ganas de besarlos. Me acerqué a ella para besarla, y cuando estaba a punto de hacerlo, abrió los ojos. Gritó tan fuerte que creí que me dejaría sordo para siempre.

-¡¿Por qué estás en mi cama, idiota?! –Dijo cuando terminó de torturar mis oídos.

-¿Porque tenía ganas de estarlo? –Respondí sonriendo.

-¡Fuera de mi cama! –Me empujó alejándome de ella.

-¡Hey!, espera, me vas a tirar al suelo si sigues empujando. –Dije abrazándola de la cintura.

Siempre estás túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora