CAPITULO 31 "Se fue tu oportunidad"

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CAPITULO 31

SANTIAGO

-Santiago, es hora de levantarse. –Me negaba a obedecer la voz de mi madre, quería seguir durmiendo.

-Solo unos minutos más. –Respondí contra la almohada, escuché la puerta cerrarse de nuevo y me acomodé en mi cama.

Dormí una hora más, era domingo, los domingos la gente normal se despierta tarde.

Cuando por fin mi mente convenció a mi cuerpo de levantarse de la cama, lo primero que hice, fue asomarme por la ventana hacia la casa de Vane, todos los días hacia eso. Alguna veces la veía en el balcón, era lo más cerca que podía estar de ella.

Mi deseo se cumplió, tenía los brazos en el barandal y la mirada perdida en algún lado. Se veía linda con su pijama y sus pantuflas de gatito.

Ni siquiera me percaté del clima frio. Toda mi atención estaba en esa chica de cabello castaño que hacía que mi corazón se acelerara con solo verla.

Ella llevo una de sus manos a su cara y limpio su mejilla, ¿estaba llorando? Cuando giró un poco su cabeza en mi dirección confirmé mis sospechas, volvió a hacer lo mimo, limpio otra lagrima y negó con la cabeza. ¿Por qué estaba llorando? Tenía ganas de ir a abrazarla para que dejara de hacerlo. Cerré la cortina con fuerza cuando apareció Él, la rodeó con sus brazos y una de sus manos acariciaba su espalda de arriba abajo calmando los sollozos de Vane. Yo debería ser el encargado de consolarla, no él.

Me di un baño caliente que calmó un poco mi mal humor y luego bajé a la cocina, mis padres ya habían desayunado.

-Tenemos que salir, hay comida en la cocina. –Dijo mi madre mientras caminaba rápidamente de un lado a otro. –Regresamos más tarde.

Solo asentí. Me serví un poco de cereal y fui a ver un poco la televisión. Mi mente no dejaba de dar vueltas en la escena del balcón, solo podía pensar en Vanessa llorando. Tal vez debería ir y hablar con ella, preguntarle si todo estaba bien. No, solo me iba a rechazar.

No tenía planes, era domingo, mis padres habían salido y no tenía ganas de ver a mis amigos. Tenía que hablar con ella aunque me rechazara, tenía que lograr que viniera, así no podría interferir Israel. Sí, eso haría. Pero ¿Cómo?

Me quedé sentado en el sillón unos minutos, mi mirada estaba fija en la pantalla. Mi mente trabajaba en un plan para traer a Vanessa. Por fin se me ocurrió algo, pero necesitaría ayuda. Me levanté del sillón y corrí escaleras arriba por mi teléfono.

****

VANESSA

Mi cuerpo estaba temblando. Me aferraba a mi almohada en busca de calor y protección. Abrí los ojos y escaneé la habitación. Estaba iluminada por la luz del día que entraba por la ventana, había pateado mis sabanas fuera de mi cuerpo, me estaba congelando.

Eran las diez con treinta minutos, día frio, domingo, triste, sola, mala combinación. Me senté en la orilla de la cama y busqué mis pantuflas con los pies. Froté mis brazos para calentarlos y me dirigí al closet, saqué un abrigo largo y me lo puse. Miré mi reflejo en el espejó, tenía los ojos hinchados y rojos. Peine mi cabelló con los dedos en una coleta un poco desordenada y salí al balcón.

Al abrir la ventana el aire frio me golpeó en la cara. El cielo estaba gris y triste como yo. El clima era perfecto para mi estado de ánimo. Miré la casa de al lado y recordé las escenas de la noche pasada. Santiago borracho con Carolina. Busqué el coche de ella en la calle pero no estaba. Tal vez no se había quedado, tal vez solo lo había venido a dejar y no había pasado nada. Tal vez no había nada entre ellos.

Siempre estás túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora