CAPITULO 52

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CAPITULO 52

VANESSA

–¡No iré! –Exclamé por tercera vez.

Ana insistía en que saliera a cenar con ella y con Alex. Me había asegurado que tenía una pareja perfecta para mí esta vez, lo cual no terminaba por convencerme.

–Hazlo por mí –Dijo con voz chillona. Juntó ambas manos al frente en señal de súplica mientras sus ojos trataban de persuadirme.

–Será un desastre, no quiero ir a interrumpir la cena.

–Ya te dije que Alex le pedirá a un amigo suyo que también vaya, prometo que esta vez te va a agradar.

–No.

–Por favor, después de esto no te pediré nada más.

–No.

–Hagamos un trato, si vas con nosotros, seré tu esclava una semana, podrás decirme que hacer y qué no hacer y te obedeceré.

La miré como si se hubiese vuelto loca. Sin embargo, esta oferta me parecía tentadora. Tenía en mente algunas cosas que podría pedirle. Esperé unos segundos, meditando mi respuesta y llegué a la conclusión de que aceptaría.

El día pasó con tranquilidad. A las seis y media de la tarde, Ana estaba lista y yo casi lo estaba. Ella había escogido mi atuendo como era de esperarse. Había elegido un vestido negro que me había parecido elegante y unos tacones del mismo color. Yo aún no entendía a que se debía la tan importante cena a la que iríamos, pero había hecho un trato y debía cumplir.

A las siete de la noche, me había quedado sola en la habitación. Alex había llegado algunos minutos atrás robándome toda la atención de mi mejor amiga. Tome un brillo labial rosa pálido y lo apliqué en mis labios con paciencia. Me miré en el espejo detenidamente y sonreí, tenía que aceptar que lucía muy bien vestida así.

Mi teléfono vibró en la cama por la llegada de un mensaje nuevo. Me acerqué rápidamente y lo leí. Era de Israel, me decía que me extrañaba mucho y que tenía algo que contarme. Respondí que también lo extrañaba y que deseaba verlo pronto.

Cuando estuve completamente lista, salí de la habitación y bajé las escaleras cuidadosamente para encontrarme con Ana, que seguramente me estaría esperando para irnos.

Lo que encontré al bajar no era nada de lo que me esperaba.

Lo primero que pensé al verlo, fue que se veía guapísimo. No estaba vestido como cualquier día. En vez de sus jeans tenía puestos unos pantalones negros. Su camiseta había sido sustituida por una camisa blanca y su chaqueta por un saco. Miré sus pies buscando sus inseparables converse, esta vez llevaba zapatos. Incluso se había peinado de otra forma.

Cuando terminé de evaluar todo su atuendo, escanee la habitación buscando a Ana y a Alex pero no había rastro de ninguno.

–Se fue –Dijo respondiendo a mis preguntas jamás dichas.

–Esa traidora me las pagará.

–Fue idea mía, ella sólo ayudó.

Suspiré frustrada y caminé hacia el sillón que estaba frente a Santiago. Tomé asiento y esperé a que él hablara.

–¿Y bien? ¿No vas a explicarme que está pasando? –Pregunté después unos momentos de silencio.

–Claro, pero tenemos que irnos. Es tarde.

¿A dónde iríamos? Sabía que él no me diría de qué se trataba, así que me levanté del sofá en silencio y caminé a la puerta de la casa dejándolo atrás.

Siempre estás túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora