CAPITULO 34 "BUENAS Y MALAS NOTICIAS"

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SANTIAGO

Un rayo de esperanza apareció cuando mis padres recibieron a los padres de Vanessa, miré entusiasmado cuando entraron esperando verla con ellos, la extrañaba terriblemente. La decepción se hizo cargo de mí cuando cerraron la puerta y ella no apareció, tenía que explicarle lo antes posible lo que había pasado en realidad con Carolina, no quería estar separado de ella.

Mis padres me obligaron a cenar con ellos y escuchar su conversación aburrida. Cuando terminé la cena, puse de excusa la escuela para que me dejaran ir.

Fui hasta mi habitación y me tumbé en la cama, tomé mi teléfono, conecte los audífonos y me los puse. Elegí una canción al azar, quería olvidarme de todo un rato. Mi mejor salida siempre era la música.

Tuve universos de confusión, intentos de satisfacción.

Pero encontré mi camino al sol, tú me diste la dirección…

… Nada es igual si no estás tú...

¿Era en serio? Le gruñí al teléfono como si fuera una persona, era increíble, hasta una canción me recordaba a ella. Una canción a la cual nunca le había prestado atención, hace cinco minutos ni siquiera sabía lo que decía.

¿Qué me había hecho? No podía dejar de pensar en ella, nunca.

Seguí escuchando algunas canciones, de las cuales, la mayoría me recordaban a ella. Simples frases como: “Tú sabes que te necesito, y sabes cuánto te he esperado” “Estoy perdiendo en ti mi corazón” Hacían que pensara más y más en ella. Me iba a explotar la cabeza si seguía así.

Me quité los audífonos bruscamente y me levanté de la cama, me asomé por la ventana y vi que Vane seguía despierta, la luz de su habitación estaba encendida y las cortinas aún estaban abiertas. Con un poco de suerte, la ventana estaría abierta y podría entrar.

Sonreí y empecé a salir por la ventana de mi habitación, lo había hecho tantas veces que ya lo hacía más rápido.

Mis pies tocaron el balcón de Vanessa y sentí como mi corazón se aceleraba entusiasmado por verla. Cuando levanté la vista, toda la esperanza, el entusiasmo y la alegría se fueron a la basura. No lo podía creer, Israel y ella se estaban besando. Mi corazón me dolió al verlos, sentí como se rompía en miles de pedazos, aunque sabía que eso era imposible. Al mismo tiempo sentía la ira crecer cada vez más dentro de mí. Mis puños se apretaron preparándose para golpear a alguien.

¿Qué debía hacer? ¿Entraba y le rompía la cara por besar a mi novia? No era mi novia. ¿Era al menos mi amiga? ¿Debía irme? Si, definitivamente tenía que irme.  

Regresé a mi casa con el ánimo por los suelos. Volví a tumbarme en la cama y esta vez no escuché música, era mala idea, solo me recordaría lo miserable que era sin ella.

A partir de ahí no fui capaz de buscarla de nuevo. Me conformaba con verla de lejos cuando iba a la escuela, cuando regresaba o cuando salía a su balcón. Tal vez era cobarde de mi parte no luchar por ella, pero sabía que no me creería. Lo mejor era dejar que las cosas se calmaran y pensar en algún plan para hacer que me personara.

¿Ella me estaba olvidando? Esa pregunta rondaba por mi cabeza cada vez que la veía o que aparecía en mi mente.

La semana pasó rápidamente, trataba de distraerme con mis amigos para no intentar hacer algo estúpido con ella.

El sábado por la noche salí con mis amigos como solía hacer cada sábado. Un poco de alcohol, música y ¿chicas? No, aún no podía pensar en otra chica que no fuera ella.

Siempre estás túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora