Campamento escolar - Día final

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Sitio del campamento escolar...

Amaneció el último día. Pese a haberse divertido bastante durante la prueba de valentía (y como esperaba, tuvo éxito en asustar prácticamente a todos los de su clase, logrando su venganza), los brazos todavía le dolían por haber cargado los troncos para la fogata. Aquel día quería volver a hacer algo que minimizara su esfuerzo físico para compensar y descansar un poco.

Y habría sido así, de no ser porque su primo lo despertó temprano y lo arrastró a hacer escalada con él. Según Kintarou, no tenía sentido repetir la actividad de ayer, sin mencionar que al parecer tenía otras razones para querer hacerlo, pero fueran cuales fuesen, se negó a decirlas, diciendo que lo averiguarían cuando llegaran a su destino.

- ¡Date prisa, primo! ¡A este paso nos lo vamos a perder!

- ¿Perdernos... qué? – dijo Fuutarou, jadeando mientras llevaba la pesada mochila a cuestas.

- ¡Lo sabrás cuando lleguemos! – insistió el rubio. – ¡Vamos, un último esfuerzo que ya falta poco!

Fuutarou suspiró, pero habiendo llegado ya hasta ese punto, no tenía sentido detenerse allí, así que se obligó a continuar. Por un momento echó un vistazo por encima del hombro, sorprendiéndose al ver lo alto que estaban. Apenas podía creer que hubiera podido hacer todo ese trayecto sin colapsar, aunque ya parecía estar al borde.

No obstante, se fijó también en otra cosa. El sol comenzaba a asomarse detrás de las montañas nevadas. Al paso que iban pronto empezaría a iluminar, y cuando lo hiciera... seguramente sería un gran espectáculo de admirar.

¿Era eso lo que Kintarou estaba tan insistente en que viera?

- ¡Deprisa, Fuutarou, muévete o llegaré a la cima sin ti!

Sacado de su estupor, Fuutarou siguió caminando detrás de Kintarou. Aunque llamaban a esto "escalada", era poco más que subir una escalera gigante, y no era tan difícil salvo quizás por la altura y por toda la distancia lo que habían tenido que caminar hasta ese punto.

Los primos Uesugi (o por lo menos Fuutarou) se llevaron una sorpresa al ver que no eran los primeros en llegar a la cima: tres de las hermanas Nakano les habían ganado de mano, y éstas al verlos de inmediato los saludaron llamando su atención:

- ¡Ah, Uesugi-san, hola!

- ¡Kintarou-kun, al fin llegaste!

- ¡Buenos días, Fuutarou-kun!

Kintarou les respondió alegremente, mientras que Fuutarou se limitó a simplemente saludarlas de mano y tratar de sonreír (forzándolo un poco en el caso de Nino). El rubio inmediatamente se fue con Nino, mientras que Yotsuba e Ichika se aproximaron al peliazul, ambas con su sonrisa de tonta y de coqueta respectivamente.

- Qué bueno que también viniste. ¿Dormiste bien anoche? – preguntó la mayor.

- No del todo, con los ronquidos de ese idiota. – Señaló a su primo. – Pero supongo que no fue una mala noche. ¿Qué hacen ustedes aquí tan temprano?

- Quería invitarlas a todas a ver el amanecer juntas desde aquí. – dijo Yotsuba. – Pero Itsuki todavía sigue dormida, y Miku dijo que no quería venir tan alto, así que solo vinimos nosotras tres.

- Y habríamos sido solo nosotras dos, si no fuera porque Nino se enteró que tu primo también quería hacer la ruta. – agregó Ichika. – Aceptó venir con nosotras solo para poder esperarlo.

- Típico. – dijo Fuutarou, mirando a su primo junto con la segunda hermana.

Estaba totalmente diferente que como lo tenía acostumbrado: en vez de una expresión arisca y desconfiada, se le notaba alegre y risueña, riéndose de los chistes que hacía el rubio. Casi parecía una Yotsuba de pelo largo.

Forma del Corazón - Trébol de Cuatro HojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora