Viaje a Kioto, Parte 3

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Kioto, en el hotel...

Después de todo lo que sucedió en el primer día, Fuutarou se sentía tan agobiado que no le costó mucho quedarse dormido por la noche. Al despertar a la mañana siguiente, tenía la ínfima esperanza de que finalmente él y Yotsuba pudiesen hablar y aclararlo todo.

Pero al ir a la cafetería para desayunar, vio que en la mesa de las quintillizas sólo estaban las otras cuatro. Ichika le invitó a sentarse con ellas, y en vista de que Maeda y Takeda ya habían ido a desayunar sin él, terminó aceptando a pesar de lo tenso de la atmósfera.

Después de permanecer en silencio por lo que pareció una eternidad, Itsuki se puso de pie cogiendo una de las dos bandejas de comida que tenía de su lado. Parecía una sorpresa que no se lo hubiera comido todo ella.

– Si me disculpan, le voy a llevar a Yotsuba lo suyo. – se excusó la hermana menor.

– No se te ocurra comértelo por el camino. – le advirtió Nino burlonamente, aunque sonaba menos sarcástica de lo acostumbrado.

La evidencia de lo amargo del ambiente fue que Itsuki no hizo ningún gesto ni réplica al comentario de Nino, sino que simplemente se llevó la comida y se retiró, dejando a Fuutarou con las otras tres hermanas en la mesa. El chico se tuvo que forzar a comer, ya que no tenía mucho apetito con todo lo que le daba vueltas en la cabeza. Después de lo que pareció una eternidad, finalmente se atrevió a romper el hielo.

– Entonces... ¿qué pasó ayer?

Las tres Nakano restantes permanecieron estáticas, apenas intercambiando miradas como si se estuvieran preguntando quién de ellas le iba a responder. Luego de unos segundos, como si se resignara a ese papel, Nino fue la que tomó la palabra.

– Tuvimos que llamar a un profesor para que le diera una advertencia a Yotsuba. – explicó. – Sólo allí nos dejó entrar al dormitorio. Pero no pudimos sonsacarle nada, así que no hagas preguntas sobre eso.

– No planeaba hacerlo. – dijo Fuutarou. No quería enterarse de las cosas por boca de las demás. Todavía quería que fuese la propia Yotsuba quien le contara todo.

Nino, por su parte, todavía tenía más para decir. – En verdad, no puedo creer que haya hecho eso. ¿Cómo es que no me di cuenta todo este tiempo? Mejor aún, ¿por qué tú no me dijiste nada si ya lo sabías?

La segunda pregunta iba dirigida a Ichika. La reacción, o mejor dicho falta de ella, de la hermana mayor daba a entender que no se sorprendió en lo más mínimo, y que probablemente ya se la esperaba.

– No me correspondía decirlo. – dijo Ichika firmemente. – Todas tenemos nuestros secretos oscuros después de todo.

– Habla por ti. – espetó Nino. – Yo nunca les oculto nada, no es justo que ustedes lo hagan.

– ¿Entonces para qué tienes un diario? – preguntó Miku, haciendo que Nino entrecerrara los ojos mientras una vena palpitaba en su sien. Pero finalmente no dijo nada más.

Fuutarou por su parte, se quedó mirando su plato a medio comer, apoyando los codos sobre la mesa y descansando la barbilla sobre sus manos entrelazadas, mientras intentaba buscar alguna respuesta a las interrogantes que le daban vueltas en la cabeza.

Por lo general, las razones para ocultar secretos eran muy variadas. Por orgullo, por mantener promesas de honor, por vergüenza, eran las principales. La primera opción era la más improbable, ya que Yotsuba no parecía ser alguien orgullosa por naturaleza. En cuanto a la segunda, él habría considerado la posibilidad de que Yotsuba hubiera intentado ocultar algo relacionado al encuentro de seis años antes con Rena, pero cuando se lo preguntó, ella le dijo que no, y él estaba seguro de que no le mentía. Y con respecto a la tercera... ¿qué cosa podría haber hecho Yotsuba que le hiciera sentir tan avergonzada que no podía decírselo?

Forma del Corazón - Trébol de Cuatro HojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora