Viaje a Kioto, Parte 2

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Kioto, en el camino hacia la cima...

– Ichika... no es posible que no sepas de lo que hablo. Fuiste tú la que me dejó esa nota en las termas, y querías verme bajo la campana a medianoche. ¿Acaso lo niegas?

– Te lo juro, yo nunca te dejé notas, ¿y por qué iba a querer salir a medianoche de la posada?

El chico apretó el puño. ¿Por qué lo negaba? Tenía que ser ella, ¿quién más podría haber sido? ¿O acaso una de sus hermanas se disfrazó de ella para hacerle creer que era Ichika cuando lo besó?

Y entonces, los engranajes de su cerebro echaron a andar. Parecía improbable, pero... ¿y si eso era exactamente lo que había sucedido? Más aun, ¿y si la que lo había besado había sido...?

– No... – murmuró el chico, llevándose una mano a la boca para contener su aliento, mientras dentro de su cabeza las piezas del rompecabezas comenzaban a juntarse, y las implicaciones de ello no le estaban gustando para nada. – No es posible que...

– Fuutarou-kun, ¿quieres explicarme desde el principio? – preguntó la chica. – No entiendo todo lo que sucede, pero no me gusta nada tu cara. ¿Qué sucedió exactamente?

Pasaron unos segundos antes que Fuutarou volviera a mirar a Ichika. La expresión confusa en los ojos de la pelirrosa le hizo preguntarse por un momento si sólo estaba actuando para despistar, o si realmente no tenía idea de lo que sucedió. Una parte de él se sentía avergonzado de desconfiar de ella, pero era la única forma de estar seguro.

– El primer día cuando estábamos en las termas de su abuelo, tú... es decir, una de ustedes, me dejó una nota en la mano, diciéndome que fuera a verla a medianoche bajo la campana. En ese momento me pareció ridículo así que no le di importancia, pero...

– ¿Pero? – preguntó Ichika. Hizo una pausa para respirar y decírselo de frente.

– Por la letra, asumí que habías sido tú. – admitió. – Sonará extraño, pero me he fijado mucho en la caligrafía de cada una de ustedes cuando estudiamos. Aparte, ¿quién más si no tendría razones para citarme a esa hora?

- Bueno, yo lo haría si pudiera permanecer despierta a esa hora. – bromeó ella, como si intentase aliviar la tensión. No ayudó mucho realmente, pero él lo apreciaba de todos modos.

– Después, el segundo día, encontré otra nota cuando salía del vestidor. Misma letra y citándome en el mismo lugar, pero esta vez con más urgencia. – dijo. – Así que esa noche, en contra de todo mi juicio, salí de la posada y fui a la campana. Y allí...

Ichika esta vez no dijo nada, pero escuchaba muy atenta a todo lo que él decía. En ningún momento le desvió la mirada ni tuvo la más mínima reacción, lo que para él era una señal de que, muy probablemente, no le estaba mintiendo.

– Ichika... dime la verdad. ¿Realmente no fuiste tú? ¿No me dejaste esas notas para ir a verte por la noche bajo la campana?

– No, te lo aseguro. ¿Por qué piensas que fui yo?

– Porque tú... bueno, quienquiera que haya sido, salió cubierta con un sombrero que estoy seguro que era tuyo. Lo has usado muchas veces en nuestras citas, ¿no? Pero ahora que lo pienso, cualquiera de tus hermanas podría haberlo tomado para hacerse pasar por ti, ¿verdad?

– ¿Pero por qué iban a...? – Ichika en ese momento se llevó la mano a la boca, y sus ojos se abrieron de par en par, como si se acabase de dar cuenta de algo. – Aguarda... ¿dijiste que fue durante la segunda noche?

Fuutarou lo confirmó con un asentimiento. La expresión sorprendida de Ichika se tornó reflexiva por un momento, meditando sobre lo que le acababa de decir. Pasó un buen rato antes que la Nakano mayor decidiera finalmente mirarlo a la cara otra vez.

Forma del Corazón - Trébol de Cuatro HojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora