Campamento escolar - Día 1

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Residencia Uesugi...

Los cuatro miembros de la familia Uesugi se encontraban alrededor de la mesa disfrutando de su cena. Mientras lo hacían, Fuutarou ocupaba multitareas: con una mano sujetaba los palillos para comer, mientras con la otra sujetaba una hoja de resultados de un examen de práctica.

- Hijo, ¿no puedes olvidarte de eso mientras estamos comiendo? – preguntó Kazane.

- El tiempo es oro, mamá. – respondió él sin quitar los ojos de la hoja. – Yotsuba está mejorando, pero al paso que va sus notas no serán suficientes. Cada segundo cuenta.

- Fuutarou, descansar un día del trabajo no te haría mal. – dijo Isanari. – Estás en casa y es domingo.

- Hey, ¿quién fue el que me consiguió este trabajo en primer lugar? – señaló él.

- No te haría daño descansar un poco y relajarte. – siguió su padre. – No siempre fuiste un alumno ejemplar, ¿recuerdas?

- ¿Eh? ¿Eso es verdad, mi hermano no era un monstruo de los estudios? – preguntó Raiha interesada.

- Solía ser un chico salvaje, igual que yo. – se rio Isanari. – Aún tienes la foto de ese tiempo en tu libreta escolar, ¿no es así?

- Eso ya es cosa del pasado. – dijo él, desviando la mirada.

- ¡Quiero verla, quiero verla! – pidió Raiha, a lo cual Fuutarou instintivamente se alejó, buscando proteger la susodicha libreta dentro de su bolsillo. – ¡Mamá, dile que me deje verla!

- ¡La respuesta es no! – exclamó Fuutarou, pero Isanari se le puso por detrás y lo agarró por las axilas. – ¡Hey, suéltame, viejo!

- ¡Cariño, haz lo tuyo! – exclamó Isanari.

Mientras Fuutarou empezaba a patalear tratando de soltarse, su madre tuvo la oportunidad de sacarle la libreta del bolsillo. El hijo mayor se dio cuenta de esto y trató de estirar los brazos para recuperarla, pero la fuerza de su padre lo mantuvo fuera de su alcance mientras la madre se dirigía con la libreta en mano para dársela a la hija menor, que la abrió con curiosidad.

- ¿Eeeehh? ¿De verdad este es mi hermano? ¡Se ve idéntico a nuestro primo! – exclamó Raiha. Luego de dejarlo unos segundos allí, Isanari finalmente soltó a Fuutarou, que sin perder tiempo fue a quitarle la libreta de las manos con algo de brusquedad. – ¡Hey!

- Ya viste lo suficiente. – dijo Fuutarou, echándole un vistazo fugaz.

Efectivamente; cualquiera que viera la foto y los conociera, podría creer que se trataba en realidad de Kintarou. Los dos en realidad tenían rostros muy similares (variando solo en expresiones), y como él en ese entonces también se pintaba el pelo de rubio, casi podrían pasar por hermanos gemelos. Servía como evidencia para quienes les costara creer que eran parientes (como Nino, por ejemplo).

Pero igual, no le gustaba recordar esa pinta. No iba con su actual imagen de estudiante modelo.

- No es nada de qué avergonzarte, hijo. – agregó Kazane. – Después de todo, esas pintas también eran parte del encanto de tu padre cuando me enamoré de él.

- Oye, oye, ¿por qué lo dices en tiempo pasado? – dijo Isanari fingiendo sentirse herido. – ¿Es que acaso ya perdí ese encanto?

- Por supuesto que no, amor, aún lo tienes.

Fuutarou suspiró profundamente mientras sus padres se reían, seguramente de recordar sus días de estudiantes. Los dos habían sido un par de salvajes rebeldes durante su juventud, y por eso él había tratado de imitarlos, pero las cosas habían cambiado. Él había cambiado.

Forma del Corazón - Trébol de Cuatro HojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora