Hugo entró en el bar donde años atrás, cuando aún vivía en Córdoba, solía desayunar a menudo con su amiga.
Saludó a los camareros, viejos amigos también, y divisó a Marta en la mesa de siempre esperándole.
Al llegar hasta ella, la chica se levantó y se fundieron en un cálido abrazo. Llevaban bastantes meses sin verse y ya era necesario aquel encuentro.
Mientras esperaban a ser servidos, comenzaron a ponerse al día sobre todo lo ocurrido desde la última vez que se vieron.
Pero de un momento a otro, el móvil del cordobés comenzó a vibrar.
Se disculpó con su amiga y se levantó un momento de la mesa para responder la llamada entrante de Anne.- Hola, ¿qué pasa? - preguntó descolgando.
- ¿Te pillo en mal momento? - le dijo la chica.
- Estoy en un bar con Marta - rio -, intenta ser breve o me mata, llevo sin verla mucho tiempo y casi me secuestra para quedar.
Aquello provocó una carcajada a Anne.
- Me caso.
Hugo abrió los ojos de par en par asombrado ante la confesión de la chica.
- ¿Y me lo dices así sin más? - respondió riendo segundos después.
- Has dicho que sea breve - bromeó ella.
- ¡Qué bien, Anne! ¡Me alegro un montón por vosotros!
Ambos sonrieron.
- ¿Vendrás verdad?
- Por supuesto que sí, cuenta conmigo.
- Aún no tenemos fecha, pero será antes de verano, no queremos que nos pille todo el calor - le informó su amiga -. En cuanto lo sepa te aviso para que te organices.
- Perfecto.
- Una última cosa, Hugo.
- Dime.
- Va a venir.
Y al chico no le hizo falta más allá de aquellas tres palabras para saber a qué, o más bien a quién, se refería Anne.
Tragó saliva y se pasó las manos por el pelo nervioso. Suspiró y se tomó unos segundos para pensar su respuesta.
- Es tú amiga, no veo inconveniente - terminó diciendo.
- ¿No te importa? - preguntó Anne algo nerviosa.
- Claro que no - se apresuró a contestar el rubio -, es vuestra boda, invitad a quiénes queráis.
- Gracias - respondió ella -, te voy avisando.
- Genial, dale un abrazo a Gérard. Me alegro mucho por los dos.
Volvió, tras colgar, de nuevo a la mesa con Marta, pero era como si ya no estuviera allí, al menos no mentalmente. Y eso su amiga lo notó.
- ¿Te pasa algo? - le preguntó algo preocupada al verle más serio y distante que de costumbre - ¿Te encuentras bien?
El chico sacudió levemente su cabeza olvidando sus pensamientos.
- Sí tranquila, ¿qué decías? - respondió intentado poner la mejor de sus sonrisas.
- Decía qué ¿qué te pasa? - le preguntó de nuevo -, llevas desde que te ha llamado Anne en otro lugar.
Hugo suspiró y se frotó la cara con ambas manos.
- Se casa - respondió -. Anne se casa.
Su amiga le miró interrogante.
- Perdona que no crea que estás así por eso.
- Que Anne y Gérard se casen significa que tendré que ir a su boda - reflexionó -, que no es que no quiera.
- ¿Pero?
- Pero va a ir.
Y Marta también comprendió con solo esa oración a quién se refería.
Acercó su mano a la de su amigo y la apretó en señal de apoyo.
- Han pasado cinco años, Hugo - le dijo con voz suave -. ¿Aún no estás preparado para verla?
- No es eso, Marta - le respondió él -. Después de lo que me hizo, después de marcharse sin darme explicaciones y de la manera en que lo hizo sabiendo todo lo que causaría en mí aquello, no es que no esté preparado, es que no sé si quiero volver a verla - confesó.
***
Legolas, su gato, paseaba a sus anchas por el piso mientras ella calentaba unas pizzas en el horno para cenar.
En el salón, Adri, su mejor amigo, la esperaba.
- ¿Qué tal el viaje? - preguntó la chica acompañándole en el sofá.
Le ofreció una copa de vino que gustosamente el chico aceptó.
- Agotador, Eva - rio su amigo -. ¿No te podrías haber mudado más cerca? ¿Tenías que venirte a Australia? ¿A la otra punta del mundo?
Aquello hizo que la gallega estallará a carcajadas.
- Sabes de sobra que Australia siempre ha sido mi perdición y que me moría por venir, y cuando tuve que dejar España no me lo pensé dos veces.
El chico la miró sonriendo.
- ¿Algún día me contarás qué pasó para que tuvieras que huir?
- No huí, simplemente tuve que marcharme - contestó ella de manera amable.
El pitido del horno indicando que la pizza ya estaba echa le salvó de que su amigo insistiera en el tema.
Se sentaron a la mesa a cenar y conversaron alegremente entre anécdotas y recuerdos de su infancia y adolescencia.
- ¿Y qué es lo que te pasa? - se atrevió a preguntar el chico mientras fregaban.
- ¿A mí? - contestó extrañada ella.
- Sí, a ti - respondió Adri secándose las manos y mirándola a los ojos -. ¿Qué te pasa? Y no me digas que nada porque te conozco y sé que ahí dentro - señaló su cabeza -, le estás dando vueltas a algo.
La castaña borró su sonrisa y volvió al salón seguida por su amigo. De nuevo se sentaron en el sofá.
- Anne y Gérard, ¿sabes quiénes son verdad? - le preguntó.
El joven asintió con la cabeza.
- Pues se van a casar.
- ¿Y qué pasa?
- Que son mis amigos, Anne quiere que sea su dama de honor - hizo una pausa y suspiró -. Pero, obviamente, se casan en España.
Su amigo la miró interrogante y luego añadió:
- No puede ser tan malo volver unos días, podrías aprovechar para ir a ver a tus padres - le dijo -, los pobres solo te ven cuando vienen a visitarte.
La chica le miraba en silencio.
- Eva, no se que coño pasó para que te fueras de un día para otro del país y no le dieras explicaciones a nadie, pero creo que va siendo hora de que vuelvas. Llevas cinco años sin pisar España.
- Te aseguro de verdad, que volver a España solo me va a traer problemas.
- Ya, pues no sé de qué clases, porque aquí podrás ser todo lo famosa que quieras dedicándote a rodar pelis y series nacionales, pero en tu país poca gente se acuerda ya de ti, y perdona que sea tan duro, pero es la verdad.
¡Hola de nuevo!
Aquí tenéis el segundo capítulo.
Sigue sin ser gran cosa pero algo es algo.
Os leo en comentarios vuestras opiniones.
Nos vemos el miércoles.
🤍🤍🤍
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Así que pasen cinco años.
FanfictionCinco años. Sesenta meses. Mil ochocientos veinticinco días. Hugo y Eva. Eva y Hugo. "No hay que esperar, hay que vivir" Federico García Lorca. ( Así que pasen cinco años. )