Y llegó el día.
Las cajas se amontonaban en la puerta de la que había sido su casa durante cinco intensos años.
Recorrió todas y cada una de las habitaciones que ahora se hallaban vacías pero que habían sido testigo tanto del mayor de sus dolores como, días atrás, la mayor de sus alegrías.
Echaría de menos Australia, su casa, los amigos que allí había hecho.
Y es que, a pesar de todo, había llegado allí casi forzada pero aquel país había arrancado un trocito de su corazón que se quedaría siempre.
No olvidaría jamás los meses vividos entre aquellas paredes, en los establecimientos australianos y sobre todo, en el teatro que le había devuelto de nuevo un poco de la ilusión que se llevó la empresa que la traicionó.
Volvería, pronto además, estaba segura.
Pero ahora tocaba lo mejor.
En España, en casa, le esperaba Hugo, y Sulli. Le esperaban las chicas, sus amigos de siempre y su familia.
Giró por última vez aquella llave sobre la cerradura de la puerta de la casa sabiendo que algún día pasaría por allí y la recordaría casi tan emocionada como ahora que se marchaba.
El camión de la mudanza recogió las últimas cajas y ella cogió el transportín con Lego y sus maletas.
La empresa que había contratado le llevaría sus cosas a España en unos días.
Sintió una mano tirar de una de sus maletas y sonrió.
Michael le devolvió la sonrisa ayudándole con el equipaje que juntos metieron en el maletero del coche de él.
- ¿Estás feliz? - preguntó el chico sin apartar la vista de la carretera mientras llevaba a la morena al aeropuerto.
- Por supuesto - sonrió ella -. Pero me da mucha pena dejar Australia, me había acostumbrado a ella y la he sentido como mi casa.
- Es normal, Australia te echará mucho de menos también - le respondió el joven -, se nos muda una gran artista.
La chica rio.
- No seas exagerado.
Al llegar al aeropuerto, el australiano acompañó a su amiga hasta el interior del lugar ayudándole con sus maletas.
Se fundieron en un cálido y largo abrazo cuando vieron que se tenían que despedir.
A Eva se le saltaron las lágrimas y Michael también acabó emocionado.
- Muchísimas gracias por todo lo que has hecho por mí estos años, has sido un pilar fundamental para mí aquí y te voy a estar eternamente agradecida - sonrió la chica -. Te voy a echar mucho de menos, Mike, no te imaginas el cariño que te he cogido.
- Eres maravillosa, Eva, una cantante de diez, una actriz de cien y una persona de mil, te mereces todo lo bonito y bueno que te pase, yo ya me he encargado de comprobarlo estos años - añadió el chico -. Te quiero muchísimo, te has convertido en una amiga muy especial para mí y yo también te voy a echar mucho de menos, el teatro sin ti no va a ser lo mismo.
- ¿Esto no es una despedida, verdad? - preguntó ella con un hilo de voz.
- Por supuesto que no, esto es un hasta pronto. Tú vuelve a España tranquila, tú sitio está allí con tu familia y tus amigos, en casa.
- Llámame siempre que puedas, por favor.
- No dudes de ello, intentaré viajar incluso a España alguna vez.
- Prometo volver.
- Más te vale - bromeó arrancándole una risa -. Tienes que marcharte o perderás el avión.
- Gracias por todo, de verdad.
- Deja de agradecerme nada, soy yo el que debería hacerlo.
Un último abrazo, un par de lágrimas, la promesa de volver a verse pronto y la chica embarcó de vuelta a su país natal.
Aterrizó en España a las cinco de la mañana, recogió sus cosas de la cinta del equipaje y cogió el maletín con Lego para salir del aeropuerto.
La madrugada todavía pesaba sobre Madrid, pero el calor asfixiante nada tenía que ver con el frío australiano.
Y la mayor de sus sonrisas se instaló en su cara cuando divisó a lo lejos a Hugo apoyado en el capó de su coche.
Corrió como pudo hasta él, que al verla también dibujó una gran sonrisa en su rostro.
La chica depósito con cuidado a su mascota en el suelo y se lanzó sin pensarlo a los brazos del cordobés que la estrujaba contra él sintiendo que por fin la tenía de vuelta.
- Ni te imaginas lo que te he echado de menos - sonrió el chico separándose un poco pero sin deshacer el abrazo.
- Ni te lo imaginas tú - respondió ella para luego besar sus labios.
Casi dos semanas sin verse, sin tocarse y sin sentirse. Sus cuerpos pedían a gritos no volver a separarse nunca.
- Vámonos a casa - sonrió Hugo guardando las cosas de ella en el coche.
Casa. Qué bien sonaba.
El camino lo hicieron en silencio, pero sin perder la sonrisa en ningún momento.
Entraron al primer piso que les vio quererse sin obstáculos ni fronteras. Aunque también el que fue testigo del momento más crítico de su relación.
Pero básicamente, aquel piso que resumía sus vidas en pocas paredes.
Eva colocó rápidamente sus cosas como años atrás, todo estaba igual.
Hugo observaba a Sulli y Lego jugar como si entre ellos no hubiesen pasado cinco años.
Y ambos sintieron que la felicidad plena les inundaba, no necesitaban más.
Poco tardaron en volver a la cama que tantas noches les había visto quererse, para volver a hacerlo.
Se quisieron sin remedios ni dudas, sin culpas ni miedos. Se quisieron bien y mucho, como solo ellos sabían hacerlo y como nunca antes lo habían hecho.
Y recuperando la respiración les sorprendió el alba.
Se miraron a los ojos, desnudos y cubiertos por una fina sábana.
Y vieron la ilusión de volver a tenerse en cuerpo y alma, sin barreras que les impidieran ser.
Entrelazaron sus manos y sonrieron, si es que habían dejado de hacerlo.
- Estás en casa - susurró Hugo.
- Casa eres tú, siempre.
E inevitablemente volvieron a hacerse uno ante los primeros rayos de sol.
Cinco años.
Habían pasado cinco años entre la última y la siguiente vez que pisaron el suelo donde ahora se querían.
Cinco años de dolor y sufrimiento. De culpa y dudas.
Cinco años en los que habían pensado que no volverían a verse, a tenerse.
Cinco años en los que habían acabado plantándole cara al tiempo y al destino, demostrando que su amor podía más, que ellos juntos rompían todos los esquemas.
Cinco años.
Los cinco años más intensos e inolvidables de sus vidas.
Cinco años que se sellaban en el beso de aquel amanecer.
Y es que, a pesar de todo, ellos siempre estarían destinados a ser, así que pasen cinco años (o toda la vida).
¡Hola!
He aquí el final de esta novela.
Espero haber estado a la altura de vuestras expectativas y que hayáis disfrutado de ella.
Aún queda un breve epílogo que subiré a lo largo de la tarde para concluirla del todo.
Os leo y respondo a vuestras opiniones.
Mil gracias por haber leído, votado y comentado.
🤍🤍🤍
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Así que pasen cinco años.
FanfictionCinco años. Sesenta meses. Mil ochocientos veinticinco días. Hugo y Eva. Eva y Hugo. "No hay que esperar, hay que vivir" Federico García Lorca. ( Así que pasen cinco años. )