Capítulo 34

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Cuatro días exactamente habían pasado desde que Hugo y los chicos habían abandonado Australia de vuelta a España.

Cuatro días de los cuáles, dos, no habían hablado.

Porque aunque se prometieron llamar todos los días, había muchos factores ajenos a su voluntad que lo impedían en ocasiones.

Eva, en estos días, había arreglado el tema del alquiler en Australia.

Su casera, tan amable como siempre, había comprendido la situación de la chica y a pesar de que aún quedaban un par de meses más de contrato, había aceptado acabarlo antes de que este finalizara para que la chica pudiera marcharse.

Solucionado este tema, esa mañana se disponía a ir a la oficina de la compañía de teatro para la que trabajaba y firmar su renuncia.

Allí se encontró a Michael.

- Buenos días - le saludó el chico con una sonrisa -. ¿No es tu semana libre?

La gallega le miró asintiendo.

- Sí, pero vengo a firmar mi renuncia.

Al australiano, después de la conversación días atrás con Hugo, no le pilló por sorpresa.

- ¿Te has decidido entonces?

La chica suspiró levemente.

- Asutralia siempre será mi segunda casa, he pasado cinco años de trabajo preciosos e inolvidables; he conocido a gente maravillosa y te he conocido a ti; pero mi lugar no este y nunca lo ha sido.

El chico la miró orgulloso.

- Haces bien, muy bien - le dijo -. Sabes, Hugo me pidió antes de irse que moviera hilos para que tu marcha fuera sin problemas. Hace unos días hablé con el jefe - comentó señalando el interior del edificio que se encontraba a su espalda -, no va a haber ningún problema porque dimitas.

La castaña le miró sorprendida.

¿Hugo había hecho todo aquello?

Sonrió como una tonta.

- Te hace muy feliz.

Ella se ruborizó pero no le quedó más remedio que asentir, le hacía muy feliz.

- Prométeme que antes de irte vamos a hacer una fiesta o algo, para la despedida digo.

Eva levantó una ceja.

- Una fiesta está claro que vamos a hacer, pero no pienso despedirme de ti - le advirtió -. Que me vaya no significa que no vaya a volver.

- Más te vale.

Ambos estallaron a carcajadas y se fundieron en un abrazo.

- Gracias por todo, Mike - le sonrió la chica.

- A mí no tienes que agradecerme nada.

Segundos después se despidieron y Eva entró a las oficinas dónde el equipo directivo y su representante ya la esperaban.

Fue una mañana larga llena de papeles y abogados, pero finalmente salió de allí con la renuncia firmada y todo listo para poder marcharse sin problemas.

La tarde se le pasó volando mientras recogía en cajas algunas cosas y guardaba un poco todo.

Si todo salía bien, a final de la semana siguiente empezaría la mudanza a España.

A eso de las ocho de la tarde su móvil comenzó a sonar, era Hugo.

Sonrió y descolgó la llamada.

- Buenos días - sonrió saludándole -, ¿madrugas?

El chico, en España, también sonrió sobre la cama.

- Me acabo de despertar y me apetecía escucharte.

La chica sintió que se derretía.

- ¿Cómo estás? - le preguntó él.

- Pues tengo buenas noticias - informó Eva -, ya está todo el papeleo solucionado, la semana que viene comienzo la mudanza.

Aquello, a Hugo, le sonó a gloria. Volvía a tenerla en España, con él.

- ¿Te acuerdas del primer piso que alquilamos juntos? - preguntó el cordobés.

Ella asintió como si pudiera verle, jamás se le olvidaría la de primeras veces y buenos momentos que les dio aquella casa.

- Pues está en alquiler de nuevo, lo vi ayer buscando.

Y en ese instante ambos se leyeron la mente.

- Nos lo quedamos, ¿verdad? - preguntó ella al otro lado.

- Cuando salga del estudio esta tarde llamo.

Ambos sonrieron.

- Te echo de menos - susurró Hugo.

- Y yo, pero piensa que en poco más de una semana estaremos los dos juntos en casa.

Ese casa no se refería solo a aquel piso que les vio ilusionarse y quererse, sino también a ambos. Al fin y al cabo, desde que se conocían, casa siempre habían sido ellos, el uno para el otro.

- La semana más larga de mi vida.

- Hemos aguantado cinco años, podemos hacerlo un poco más - sonrió la chica.

- Te tengo que colgar o llegaré tarde al estudio.

- No te preocupes, yo me voy a duchar y ya mismo estoy en la cama.

- Muy bien - sonrió Hugo -. Descansa, te llamo mañana otra vez.

- Te quiero mucho - se despidió ella.

- Y yo te quiero más.

Una sonrisa y ambos colgaron.

Habían pasado tanto en estos últimos años, que pensar que en unos días volverían a estar juntos en su primera casa, parecía un sueño. Un sueño del que ninguno quería despertar.

¡Hola!
Penúltimo capítulo.
¿Qué os parece?
Nos vemos el miércoles con el final.
Mil gracias por leer, feliz semana.
🤍🤍🤍

Así que pasen cinco años.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora