Capítulo 25

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- ¿Tú tampoco puedes dormir? - le preguntó el chico casi en un susurro.

Ella sonrió de medio lado y negó.

- Venía a por un vaso de leche, no te he visto en el sofá y me he preocupado - contestó ella hablando también bajito para no despertar a nadie -. Lo siento si te he molestado.

Hugo rio y se acercó a ella pasando ambos de nuevo al salón y cerrando la puerta del jardín para que no entrara el frío.

- Anda ya mujer, si estás en tu casa.

Ella sonrió y se dirigió a la cocina a prepararse el vaso de leche.

- ¿Quieres uno? - le preguntó al rubio que la seguía.

- Si no te importa.

La chica puso a calentar dos vasos de leche en el microondas.

Mientras, un silencio algo incómodo inundó en ambiente. Ninguno sabía qué decir.

Fue ella la que rompió el hielo:

- ¿Estás bien?

Él la miró, sonrió de medio lado y asintió.

- De puta madre.

Y a Eva no le hizo falta más para saber que estaba mal, pero que no quería contárselo, y no iba ella a insistirle.

- ¿Y tú? - le preguntó él.

- Igual - respondió.

Y ambos rieron.

Se sentaron a la mesa, uno enfrente del otro, con sus vasos de leche entre las manos.

Eva notó como el chico miraba a todos lados de la casa.

- Te va bien aquí por lo que veo - le comentó -, no me esperaba que tuvieras una casa tan amplia.

Ella asintió.

- No me puedo quejar - respondió algo desganada -, aunque para mí sola se me hace muy grande a veces - confesó.

Hugo la miró asintiendo.

- No tienes pensado volver a España, ¿verdad?

La chica negó y pegó un sorbo de su vaso.

El chico imitó su gesto, casi habían terminado.

- Esta gente te echa mucho de menos.

"Esta gente" pensó Eva. No se incluía a él.

- Ya - suspiró levantándose para dejar el vaso en el fregadero y marcharse de nuevo a su habitación.

Justo cuando iba a empezar a subir las escaleras, una mano sobre su brazo la detuvo.

- No quería decir eso, lo siento - se disculpó él cabizbajo reteniéndola.

Ella sonrió tristemente.

- Está bien Hugo, tranquilo.

El chico la miró y ella sintió que ambos se rompían un poco.

- Yo también te echo mucho de menos Eva - confesó con un hilo de voz -. Llevo cinco años echándote de menos.

Esa confesión sorprendió a la chica que, con un nudo en el pecho, le pidió que no siguiera.

- No me digas eso, por favor - casi suplicó.

- Lo siento - dijo él soltando su brazo -, pero tenías que saberlo.

Ella permaneció en el sitio mirándole.

Sería la noche, sería el cansancio o simplemente serían muchos años cargando con miles de dudas, que ambos tenían la necesidad de contarse todo.

Así que pasen cinco años.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora