Capítulo 3

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Varias semanas después.

Preparaba la maleta nerviosa. Juraría que en su vida se había sentido así. No eran solo nervios, sino también miedo e incertidumbre.

Cinco años sin pisar España habían dado para mucho, muchísimo. Volvía sin saber muy bien como se iba a encontrar todo, y con todo se refería, en gran parte, a él.

¿Cómo sería volver a verle después de tanto tiempo? ¿Cómo le miraba a la cara después de lo que le hizo?

El sonido de su móvil la sacó de sus pensamientos. Era Pablo, su ex-representante en España.
Mentiría si dijera que se extrañaba, porque no lo hacía.

Suspiró y descolgó la llamada.

- He oído que vuelves.

Ni siquiera se molestó en saludarla, aquello tampoco era algo que le extrañaba.

- Sí - fue su escueta respuesta.

- ¿Y te vas a quedar? - le preguntó el hombre.

- No.

- ¿Cuánto tiempo vuelves?

- Mira Pablo - le habló bastante molesta -, un fin de semana, no me voy a quedar más, y si me llamas para ir previendo las consecuencias que tendrá mi vuelta, te recuerdo que ya no pertenezco a Warner y ya no eres mi representante - suspiró -. Hace cinco años que me obligasteis a marcharme, ya no dependo de vosotros, ha pasado mucho tiempo y poca gente se acuerda ya de mí allí. ¿Es lo qué querías, no? Pues ya está, que vuelva para quedarme o para dos días no os incumbe, no te incumbe para nada.

- Eva, yo...

- Tú nada Pablo, me destrozasteis la vida aporvechando que era una niña con mil y una inseguridades y yo, como una tonta, os creí y os hice caso.

- Tampoco te ha ido tan mal - rebatió el hombre al otro lado de la línea -. Eres una gran estrella de la televisión en Australia, cantas en bares y teatros allí y tienes un sueldo increíble con el que haces y deshaces lo que quieres, ¿o me equivoco?

- En efecto, no te equivocas, pero te recuerdo que todo me empezó a ir mejor aquí cuando decidí desvincularme de vosotros - explicó enfadada -. Y sí, no me va tan mal, pero en España, con mi familia y sin haberos cargado mi relación, por muy miserable que fuera mi sueldo, sería más feliz. Y ahora, si me disculpas, tengo que terminar la maleta, no vuelvas a llamarme Pablo.

Y colgó. Y tal y como colgó, se sentó en la cama llevándose las manos a la cara y rompiendo en un llanto desconsolado.

***

- Mamá, de verdad, que lo llevo todo - repetía el chico por enésima vez desde que había cerrado la maleta.

- Bueno, pues ten cuidado, por favor - le pidió su madre acariciando su cara y sonriendo.

Él imitó su sonrisa y retiró suavemente las manos de ella de su cara para acariciarla con las suyas.

- No tardes mucho en volver - le pidió casi suplicando la mujer.

Hugo, que ante su madre siempre sería ese niño que dejó el nido con veinte años en busca de una oportunidad, que por suerte al final le acabó llegando, no pudo evitar abrazarla como si fuera la última vez. Y es que cada vez que la dejaba sentía y temía eso.

Su madre era el pilar fundamental de su vida, y él estaría dispuesto, sin pensarlo, a morir por ella si hiciera falta.

- Te llamo en cuanto esté en mi casa, de verdad, no te preocupes - le pidió.

Así que pasen cinco años.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora